Capítulo 10 |Final|

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Grizz.

Hacía ya como media hora que me encontraba golpeando la ventana de Kodiak. Su habitación parecía vacía, pero sabía que estaba escondida en algún rincón de la misma para no verme. Volví a tocar, con esperanzas de que esta vez me dejara hablar con ella, mas lo único que recibí a cambio, fue a Domingo Varen gritándome desde el patio que me bajara del árbol y dejara a su hija en paz. Un sujeto muy agradable.

Antes solía caerle muy bien. No entiendo qué sucedió.

Me di por vencido e intenté volver a mi habitación, pero de a poco mi cuerpo se sintió más liviano, sin una superficie en la que apoyarse, sentía que estaba volando... por más que simplemente me caí del árbol. Por suerte, pude detener el gran impacto al apoyarme en mis brazos y manos, protegiendo mi, ya lastimada, cara. Oí unos pasos apresurados acercarse y algunos insultos.

— Mierda, Grizz. ¿Qué carajo?

Me ayudó a levantarme despacio y tratando de que no me hiciera más daño.

— ¿Acaso estás loco? En dos días es el puto partido. ¡No puedes lastimarte, idiota! —me pegó en el brazo, una vez que estuve erguido y mirándola a los ojos.

— Quería hablar contigo...

— ¿Y por qué no tocaste la puerta de mi casa como una persona normal lo haría?

— Porque sabía que no ibas a abrir, por eso toqué tu ventana.

— Pues, tontín, para tu información, no estaba en mi cuarto. Estaba en el estudio de mi padre terminando unos deberes —pude percibir cómo luchaba para no sonreír, quería parecer enojada, pero no le estaba saliendo bien.

— Oh... pensé que estabas escondida para no abrirme.

Rodó los ojos y se cruzó de brazos, mirándome fijo. Por un momento aprecié cómo el viento hacía bailar su hermoso pelo, el cual llevaba en una cola de caballo alta. Sus mejillas estaban un poco rosadas, supongo que por el "enojo" que sentía hacia mí.

Me acerqué y con mis dedos acaricié sus bellos labios, que tanto disfrutaba besar. Me incliné, alternando la mirada de sus ojos a su boca, pidiendo permiso para besarla. Tomé su pequeña sonrisa como un sí y presioné suavemente mis labios con los suyos. Sentía cómo todo el dolor de la caída desaparecía de mi cuerpo, vaciándome de él y llenándome de amor. Amor hacia ella.

Estaba completa y totalmente enamorado de Kodiak Varen.

No había forma de no estarlo. Quería decírselo, confesárselo a ella y gritárselo al mundo... pero sabía que lo único que lograría, sería alejarla de mí y no iba a permitirlo. La amaba desde el día que maté a su hamster, el mismo día en el que la cagué. Cuando la vi había quedado simplemente hipnotizado, embobado, preguntándome si era posible sentirse así a tan corta edad. Pero, tal como dicen, para el amor no hay edad. Uno puede enamorarse a cualquier edad. En mi caso, sucedió a los 6 años y siguió por muchos más, hasta este preciso momento en el que ella se encontraba besándome.

Estaba seguro que la iba a amar hasta que mi corazón dejara de bombear sangre y ya no sea capaz de respirar. Tan malditamente seguro como que mi nombre es Gareth Visser.

— No estoy enojada —dijo, luego de estar un rato en silencio.

Estábamos en el porche de mi casa. Yo estaba sentado en un banco y ella arriba mío.

— ¿Cómo dices? —pregunté, un poco ido. ¿A qué venía eso?

— Que no estoy enojada. Al menos no contigo. Estoy enojada conmigo misma y con otra persona. Lástima que el asunto te incluye a ti... pero en serio no estoy enojada contigo.

El Vecino |Grizz Visser| AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora