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Cuando salieron del restaurante mes aguardaba una tarde de noviembre: fría, gris. Parecía que el cielo se volcaba sobre ellos vertiendo todas sus aguas. El alumbrado eléctrico  se encendió automáticamente a pesar de que apenas eran las cuatro. La luz tenía una opacidad plomiza.L Lauren pasó su brazo por los hombros de Camila y ambos corrieron hacia donde estaba estacionado el viejo Buick.
Camila entró precipitadamente y abrió la portezuela a Lauren, sin parar de reír. Lauren le sacudió el cabello y todo el parabrisas se salpicó de pequeñas gotas que habían empapado en unos segundos el cabello de Camila. Ella también sacudió con sus finas manos el cabello de Lauren y ambos volvieron a reír sin motivo alguno.. al momento comenzaron a escurrir del cristal hacia el salpicadero las gotas de lluvia.
- ¿ Ves Camila? No se han helado.Este es el fuego del que te hablaba. De no reírnos como lo estábamos haciendo hubieras conseguido que esas gotas se congelasen.
Como si hubiera pronunciado un
sortilegio, la risa de Camila se congeló en sus labios. Su semblante volvió a adoptar esa expresión fría y distante que la caracterizaba.
- ¿ La risa de la camarera que nos sirvió era también de fuego? Te aseguro que no te helaste un solo momento mientras ella nos atendía. Yo diría más bien que te fundías cómo una vela - Camila tan furiosa que no vio por un momento el gesto de asombro de Lauren ante sus palabras. Ella proseguía: ¿ Por eso no dejabas de bromear con ella caa vez que se acercó a servirnos vino?.
- ¡ Santo Dios, Camila ! . Se acercaba a nosotros porque tú no dejabas descansar la copa un minuto - río Lauren -. Además, era muy agradable. Sé por propia experiencia que en un trabajo así, la sonrisa del cliente se aprecia mucho.
- ¿ Que insinúas cuando dices que no dejé descansar la copa?¿ Estás insinuando que bebí demasiado? -La irá de Camila aumentaba por momentos.
Lauren río, conciliadora.
- No bebistes ni más ni menos de lo preciso, Camila. No insinuo nada. Cada uno bebe y come lo que le apetece.
La joven hizo rodar el vehículo y lo condujo en un obstinado silencio hasta estacionar en la puerta de la casa del notario, un moderno chalet de dos plantas que parecía algo descuidado.
- Hemos llegado, Mía. - dijo Camila señalando con un movimiento de cabeza hacia la casa. -. Es aquí donde vive el notario.
Lauren sintió una cierta inquietud con aquella visita.
-¿ Sabía que veníamos? - preguntó intentando desesperadamente aferrarse a una excusa para evitar el encuentro.
- ¡ Por supuesto! Le llame esta mañana, antes de salir. Me dijo que estaría encantado de volver a ver a aquel niño consentido que siempre le derramaba el te en sus pantalones - dijo Camila, mientras se  peinaba el flequillo mirándose por el espejo retrovisor.
- ¿ Eso hacía yo? - preguntó Lauren con expresión de culpabilidad.
- ¿ No recuerdas nada de cuando tenías cuatro años?- Camila habían dejado de peinarse y le miraba con cierto interés.
- Yo....deja que piense - Lauren intentó concentrarse en las cosas que podía recordar de su propia infancia -: bien quizás algún juguete, una escena de alguna situación extraordinaria, pero... rostros concretos, situaciones completas..... - y negó con la cabeza con gesto de Incredulidad.
- Entonces recordaras el enorme juego de construcción que te regaló el tío Bill. Y logicamente recordaras la muerte de tu padre.
Ella asintió, mirando al frente.
- Dime lo que recuerdas - insistió Shelby.
- Ya te he dicho, apenas.
- Pero me dices que recuerdas la muerte de tu padre y tus juguetes. ¿ No recuerdas aquel Rudimentario auto teledirigido que tío Bill ordenó que te trajeran de Europa?.
- ¡ Caramba con el abuelo Bill! - logró decir por fin Lauren -. No creía que podía albergar tan gratos recuerdos de él.
- ¡ Como no ibas a hacerlo, Mía! - Camila ya volvía a peinarse y parecía olvidar su anterior tema de conversación -. Eras su orgullo. Desde el mismo momento en que naciste predijo que te casarías con una Estrabao. Al menos eso afirmaba siempre mi padre.
Lauren parpadeó.
-¿ Porque?
- ¡ Vamos!¿No lo sabes?. Mi madre rechazó la proposición de matrimonio de tu padre, al igual que mi abuela paterna rechazó la del tío Bill. Para él fue humillante que, en cambio, mi madre aceptase a mi padre, sobrino de tío Bill. Estaba tan obsesionado que hasta que no consiguió comprar a mi padre los terrenos para edificar la Puerta del Diablo no se detuvo. Siembre afirmaba que los Estrabao nunca le admitieron porque le consideran durante toda su vida un trabajador a sus órdenes. Juró que su descendencia serían dignos de tal matrimonio. Un buen día, según me contó mi padre, se marchó de la ciudad y regresó al cabo de unos meses casado con tu abuela Jane, pero ella nunca salió del recinto de su casa. No sobrevivió al parto de tu padre, aunque las malas lenguas dicen que la echó de su lado una vez obtuvo lo que deseaba, un heredero.
Lauren miraba atentamente a Camila.
- Pero tú si eres una Estrabao.
Camila asintió, en silencio.
- Mi hermana y yo somos la última descendencia. Por eso tanto empeño en restaurar la grandeza del apellido y conseguir que lo poco que se ha salvado del patrimonio quede intacto.
- Pero quizás tú madre no lo desee así, al fin y al cabo es su propiedad, ¿ no es cierto?¿ no se la dejó a ella tu padre?.
Camila asintió en silencio y se apresuró a decir:
- El trato que hicimos es que yo se la compraré con el dinero de esa herencia. La restaurare y me ocuparé de que no se venda ni un acre de los terrenos., Aunque en ello se  me valla la vida.
Lauren no respondió, Camila la miró, desafiante:
- Tú tampoco lo apruebas, ¿no es cierto?.
- Yo no apruebo el que consideres una humillación y un sacrificio necesario el matrimonio con una Palmer a cambio de restaurar tu apellido.Quizas el abuelo Bill tuviese razón en lo que concernia
el desprecio de tu familia por él.
Camila miró a Lauren, como si la hubiera visto por primera vez.
- Tío Bill me dijo que tú carecía del característico NV orgullo de los Palmer. Lo dijo como una censura y, en cambio, a mi me pareció el mejor elogio que te pidiese haberte hecho. Veo que no estaba en lo cierto.
Lauren se volvió bruscamente hacia Camila y la tomó de la barbilla.
- Yo no tengo ningún orgullo Palmer, Camila, entiéndelo de una vez. Tengo una mente razonable que me hace pensar que te aferras a fantasma para salir a flote, para darte un valor que tu misma consideras que no tienes. Pero te diré algo - Camila se esforzaba porque los ojos de Lauren no la taladrasen de aquella forma, intentando librarse de su férrea mano -. Vales mucho menos de lo que Bill Palmer pagó por ti. No vales siquiera la Mitad de esa herencia
Si piensas que todo lo que puedes esperar de tu vida es restaurar la grandeza de tu apellido. ¡ No tienes sangre real en tus venas, Camila!. Probablemente, con un poco de suerte, sólo seas la descendencia de un proscrito inglés que escapó a América a Hacer fortuna y lo consiguió, para desgracia de los Cabellos que hubieron de sostener el peso y las obligaciones de mantener un prestigio estúpido.
Lauren soltó a Camila y está la miró perpleja, al borde de las lágrimas. Lauren se apresuró a suavizar la dureza de sus palabras, pero la altivez y la codicia de ellas no consiguieron despertar su piedad:
- Tienes que dejar de pensar así, señora Palmer - pronunció el apellido con un punto de sorna en la voz -. Tienes una cara bonita, unas preciosas piernas y un corazón de fuego que decidiste mantener en el congelador donde también conservas la galería de retratos de tus antepasados.
- ¡Eres una patán! - escupió Camila y se vivió para abrir la portezuela.
- ¡ Y tú no eres lo que se le suele llamar una Dama! - exclamó Lauren tomándola de los hombros y obligándola a mirarle. Camila forcejeo para que ella la dejase libre, pero Lauren se inclinó sobre la boca entreabierta de la joven y la besó con furia.

Tú no eres mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora