9

1.9K 115 0
                                    

- A decir verdad tengo la salud de hierro,doctor - dijo intentando mantener a raya al médico.
- Excepto por tu mano. Espero que me dejes ver lo que te ha sucedido una vez que hallaís terminado con el asunto que os ha traído al despacho.
- Bien - comenzó el notario - ya veo que ambos están aquí. Obviaremos en lo posible trámites innecesarios. Sólo necesitaré sus documentos de identidad y los relativos a su matrimonio.
Lauren extrajo con sangre fría las actas de matrimoniales que había recuperado en los papeles de Mía Palmer del bolsillo de su americana. Camila abrió entretanto su bolso y alargó su documento de identidad.
Este tomó los papeles que ambos mostraron y los hojeo.
- Mía, falta tu documento de identidad.
- ¡ Cómo! - exclamó esta con asombro -. ¡ Santo Dios!¡Ahora que lo recuerdo! Olvidé el pasaporte en la maleta. Espero que no halla inconveniente en traerlo en un día de estos. Ni que mi nacionalidad sea ahora canadiense.
- ¿ Te nacionalizaste en Canadá?.
- Trabajo ahí, no lo olvide.
- Bien, eso no es problema. Como traes los documentos del matrimonio no será necesario tu pasaporte hasta el momento de dar lectura al testamento. Te agradecería que me lo hicieras llegar con antelación.
- No habrá ningún problema, señor Wilson - agregó Lauren con una firmeza que no sentía en lo absoluto.
- Bien....en cuanto a la herencia, ya saben ambas que la comparten con William, tu primo segundo, Mía. Aunque el se lleva una parte sensiblemente menor que la que les corresponde a ustedes - Camila y Lauren asentian, al unísimo -. No obstante....
Aquellas palabras se quedaron flotando en el aire, como una espesa bruma que impidiese de pronto la visibilidad.
- No obstante, decía, el señor Palmer añadió una última condición a su testamento - Camila se ruborizó -. Una condición....clasifiquémosla...una condición poco caballerosa.
- Señor Wilson - interrumpió Camila - creo que al tratarse de un asunto tan íntimo, valdrá con nuestra palabra...No me atrevo a pensar que alguien puede poner en duda....
- No valdrá vuestra palabra si hay una posibilidad de impugnación del testamento por parte de William, en su calidad de legítimo heredero - tercio el doctor Wells.
- Pero Williams no impugnaria, estoy segura de ello - la vehemencia de Camila provocó que ambos ancianos intercambiarán miradas de complicidad, que la jóven no advirtió -. Cuando lo ví en los funerales del tío Bill el me lo dijo...me dijo......Camila estaba al borde de las lágrimas.
- Tranquilízate, querida. Sólo si Williams manifiesta durante la lectura su voluntad de impugnarlo será necesario tomar medidas.
- ¿ Medidas?¿Que medidas? - sollozo Camila.
- Yo pensé que lo más adecuado sería un reconocimiento médico, Camila - dijo el señor Wilson con tono apaciguador -. Después de comentarlo con el doctor Wells llegamos a la conclusión de que su sólo veredicto será válido. Te conocemos desde niña, sabemos que desde que contrajiste matrimonio tu vida se ha limitado al recinto de la mansión Cabello. No vamos a desconfiar ni a pensar otro tipo de posibilidades. Me entiendes, ¿ verdad querida?.
Camila asintió, ruborizada.    
- Pero es...es humillante.
El doctor Wells se dirigió hacia ella acariciándole el hombro con paternalismo.
- No será necesario llegar a esos extremos, Camila. Sabes perfectamente que Williams está bien situado y que su principal deseo es, ocupar la Puerta del Diablo, se asegura en ese testamento. También él puede pensar en la posibilidad de impugnación por vuestra parte...
Lauren Intervino, por primera vez, en la conversación.
- Puede asegurarle, doctor, que no tenemos las mínimas intenciones de poner en duda su derecho a obtener la propiedad de esa casa.
- Una joven con buen gusto - río el notario.
Camila taladró a Lauren con su mirada. Esta se sorprendió en captar la censura en los ojos de la voluntariosa jóven y comprendió sus intenciones. Ella misma se lo había dicho en el auto. No quería que se vendiera un solo acre de la Tierra de los Cabellos y deseaba recuperar el mayor patrimonio disperso posible.
- Se lo comunicaremos a William, hija. Probablemente eso lo disuada de cualquier mala intención que pueda tener.
- ¡Bien! - Concluyó el notario -. Todo está claro entonces.
El doctor Wells le hizo un gesto para que aguardase.
- Todo está claro, excepto esa mano, Mía - río bondadosamente. - Espero que me dejes utilizar tu despacho como consulta improvisada.
- Mientras me entregues la mitad de los honorarios que cobrarás .
- ¡ Viejo tacaño! - rezongó el médico, calándose unos lentes y retirando la venda de la mano de Lauren -.¡ Buena quemadura, hija!¿ Pretendía freír un huevo con tu mano?
- Algo parecido - río Camila -, se le ocurrió encestar en la chimenea un tronco ardiendo que caía sobre la alfombra.
- La cura que te han echo es correcta. Supongo que ha sido obra de Sinú... Esta bien. Volverá a venderla.
Lauren tomó la mano de Camila para dirigirse al Bick y advirtió tensión en ésta.
- ¿ Sucede algo, Camila?.
Esta negó con la cabeza.
Lauren guardo silencio hasta que llegaron al auto y esperó a que Camila depusiese su actitud asombría. 
- Mía, no sólo eres miserable - dijo, por fin Camila con expresión amenazadora -, sino que eres el ser más estúpido que existe en la faz de la Tierra.
Lauren se recostó en su asiento y la miró autoritariamente .
- Déjame pensar, señora Palmer, que no tenías la menor intención de poner condiciones a William para que ocupe una mansión tan horrenda como aquella. Déjame pensar que no estás furiosa conmigo por haber dado mi palabra de que no discutiremos ni por un momento el derecho de  William a esa propiedad... Déjame pensar, querida, que todavía queda un poco de sensibilidad en ese duro corazón tuyo.
Camila guardo silencio y Lauren prosiguió:
- Yo puedo darte un tema de reflexión más entretenido para esta noche. Piensa por un momento que, por cualquier imprevisto, el reconocimiento médico que habrían de practicarte se hace necesario¿ Apelarias a la grandeza de tu familia para que un médico no se atreva a tocarte?¿ Fingirias desmayarte?.
Camila sonrío con resignación y aceleró el auto lanzándose a una carrera frenética por la pequeña carretera que les conducía a la mansión Cabello.

Es un hueso duro de roer nuestra Camz. Pero para el próximo capítulo estará en una situacion que irá rompiendo las tensiones.
    

Tú no eres mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora