15. Jurar es pecado.

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—¡Vamos, Briana!—la voz de su padre llegó impetuosa. Briana se giró sobre sus talones para encontrarse con su padre observándola fijamente.

El parque en el que se encontraba era sumamente familiar. El parque de los cedros. Era famoso por los enormes arboles de cedro que habían sido plantados estratégicamente en él. Ella solía pasar el tiempo ahí con sus padres, sobre todo los domingos cuando ellos la llevaban a pasear en su bicicleta. Aquellos sin duda alguna eran los días más felices de su vida y ni volviendo a nacer cien veces más algo iba a superarlos.

Ella era completamente feliz, era el tipo de felicidad más sincera y pura que existía. El tipo de felicidad que no se compraba con nada. Briana era feliz  y realmente no lo sabía.

—¡Tengo miedo!—la voz de una pequeña inundó el aire y ella se volvió a girar encontrándose de frente con la Briana de seis años encima de la bicicleta morada que el niño Dios le había obsequiado esa navidad.
Un escalofrío recorrió su espalda y soltó un jadeo de sorpresa cuando comprendió lo que estaba pasando.

—Vamos, amor. Sólo tienes que tener confianza en ti misma…

—¿Qué pasa si me caigo?—cuestionó con su tierna voz de niña de seis años. Una risita divertida y cálida brotó de los labios de su padre y negó divertido.

—Te prometo que no vas a caerte, amor.—le dijo él.—Pero sino confías en ti entonces nunca vas a aprender a andar en bicicleta por ti misma…y ese es el punto…

—¡Vamos, mi amor!—la voz de su madre atravesó las masas de aire. Briana se giró de nueva cuenta buscándola y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando le encontró de pie junto a su padre observándola fijamente y dedicándole esa sonrisa que ella tanto extrañaba.—¡confía en papá!

—¡Pero tengo miedo!

—¿Confías en nosotros?—cuestionó el hombre.

—Sí.

—Entonces no tienes que tener miedo, Bri. Sólo tienes que confiar en ti y creerte en serio que puedes hacerlo para que veas que puedes lograrlo…la fe está en ti misma, Bri. Si no eres capaz de confiar en ti misma entonces nunca vas a lograr que nadie más lo haga…—le explicó sin dejar de mirarla.

—Vas a lograrlo, amor…—anunció su padre.—No vas a caerte y si lo haces aquí estaremos nosotros para ayudarte a ponerte de pie…siempre…

El corazón de la Briana mayor latió con fuerza dentro de su pecho y una sensación de paz invadió su cuerpo de manera abrumadora. Sintió como el piso comenzaba a temblar de a poco y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas sin ni siquiera tener la oportunidad de hacer nada para evitarlo.

—Bri…—la llamó su madre. La Briana de seis años la observó un momento y le ofreció una pequeña sonrisa carente de un diente frontal.

—Eres el amor de nuestra vida, mi amor. Y te cuidaremos siempre…

Los ojos de la chica se abrieron de inmediato. Se incorporó en la cama de golpe y llevó sus manos a sus mejillas sintiéndoles húmedas. No es que ella tuviese demasiados sueños; por lo regular ni siquiera era capaz de recodar por las mañanas lo que soñaba por las noches pero ese sueño sin duda alguna había sido –y se había sentido- demasiado real.

Tan real que abrumaba a sobremanera.
Cuando la mañana siguiente llegó; Briana apenas y había podido dormir un poco. Su sueño seguía repitiéndose en su cabeza una y otra vez al punto de comenzar a pensar que en cualquier momento se volvería loca de sólo pensar en ello.

CINCUENTA Y DOS SEMANAS||JOEL PIMENTEL (COMPLETA).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora