Tarde de preguntas.

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—Hola.—fueron las palabras que dijo Chloe cuando abrí la puerta. —¿Lista? —me pregunta, la observé confundida. —No me digas que lo olvidaste, saldremos a caminar, ¿lo recuerdas?—me pregunta entrando a la cabaña.

—Hace mucho frío allá afuera, terminaremos congeladas.—le digo cerrando la puerta.

—Anoche antes de que me fuera hablamos de varias cosas y una de ellas fue que me darías una cita.—me dice y yo abro los ojos, ¿qué hiciste qué Sofía? Me pregunté a mí misma.

—Siento haber dicho cosas en el calor de la noche, pero estaba ebria, no sabía lo que decía.—Le digo mientras me cruzo de brazos, era la verdad, no sabía lo que estaba diciendo y tampoco recordaba lo que había hecho.

—¿No recuerdas nada?—me pregunta con un poco de desilusión en sus ojos.

—No.—murmuré.

—Okay.—se puso de pie y caminó hacia la puerta.

—Pero ahora que estoy sobria puedes aprovechar e invitarme.—le dí una sonrisa y ella voltio.

—¿Hablas en serio?—preguntó con un notorio brillo en sus ojos.

—¿Tengo cara de bromear?—le pregunté mientras seguía cursada de brazos.

—Gracias, Sof.—se lanzó a mis brazos.

—Veo que otra de las cosas que dije anoche fue mi nombre.—le digo acariciando su cabello.

—Sí, he, así fue, tú me lo dijiste.—nos separamos. —creo que debes ir por tu abrigo para poder irnos.

—Sí, lo haré, ya vuelvo.—le dí una sonrisa y fui a mi habitación para buscar un buen abrigo, podía morir congelada hoy gracias a esa rubia. Me coloqué un gorro, guantes y una bufanda después de haberme puesto mi abrigo.
Bajé hasta donde se encontraba Chloe.

—Te ves hermosa.—debo admitirlo, me sonrojé.

—Gracias.—evité su mirada. —¿Nos vamos?—le pregunto para cambiar de tema.

—Sí, vámonos.—tomé las llaves de la cabaña y salimos, debo aceptar que con tan solo dar un paso fuera de la cabaña estuve apunto de congelarme, había bastante nieve y yo odio la nieve; al igual que el frío.

—Dame tu mano, el frío se te pasará.—su mano era cálida y delicada, nuestras manos habían encajado a la perfección.

—Chloe, no sé qué dije anoche, pero te pido que lo olvides.—hablé sin mirarla.

Chloe.

Cuando Sofía mencionó eso sentí ese sentimiento del que todos hablan, ese de cuando se rompe tu corazón.
El olvidar las cosas dichas anoche, traían buenas y malas ventajas para mí.
La buena, era que la castaña no recordaría mi promesa y mis palabras cursis.
Las malas, esas eran más, había conseguido mucho de Sofía, había podido entrar a lo más profundo de su corazón y también había logrado que me hiciera varias confesiones, pero ahora tenía que comenzar de nuevo.

—¿Puedo preguntarte algunas cosas sobre ti? —pregunté un poco tímida.

—Adelante.

—¿Cantante favorito?—fue la primera pregunta que se me ocurrió, necesitaba preguntar como si sólo quisiera saber cosas simples.

—No tengo uno en especial.—respondió mientras seguíamos caminando.

—Oh. ¿Televisión o un buen libro?

—Sin duda un buen libro. —me dió una sonrisa.

—¿Odias a Justin Bieber?—le pregunté, realmente era necesaria esa pregunta, ella se detuvo y volteó a verme.

—No. ¿Por qué tendría que odiarlo?

—No lo sé, todo el mundo lo odia.—me encogí de hombros y ella seguía mirándome.

—No, no todo el mundo lo odia, yo por lo menos no lo hago.—continuó caminando. —Me gustan sus canciones.—admitió. —¿Tú lo odias?—me preguntó.

—No, me gusta su música también.—respondí sin dudarlo.

—Que bueno, porque eso iba a ser un problema entre nosotras.—rió.

—Vaya, pero bueno, dejemos de hablar de Bieber y continuemos con las preguntas. —ella asintió. —¿Prefieres una noche tranquila o una discusión?

—Una discusión, me gusta estar peleando a cada rato; para reconciliarme a los dos segundos y eso hace menos aburrida la noche, una noche tranquila sería aburrida.—sonreí ante su respuesta.

—¿Color favorito?

—El azul. —respondió.

—¿Sabias que el azul sólo les gusta a las personas dementes y psicópatas? —pregunté, ella me miró divertida.

—Quizás sea una combinación de las dos. —me sonrió.

—¿Por qué eres jodidamente perfecta?—la pregunta salió de mis labios y me sonrojé.

—No lo sé, quizás mis padres tengan la respuesta. —rió.

—Tu risa ilumina mi mundo.—maldición, siento que mis mejillas están ardiendo.

—Y tus ojos el mío. —oh, por Dios, muero, ella respondió a mi cumplido, llevaba cuatro benditas semanas haciendo este tipo de insinuaciones y ella por fin había respondido, anoche lo había hecho, pero hoy era diferente porque no estaba borracha, ¡estaba en sus cinco sentidos! —Te sonrojaste.—agregó.

—¿Te gusta la playa?—pregunté desviando el tema.

—No.

—¿Te gusta la naturaleza?

—No.

—Puedo preguntar, ¿por qué no?

—No lo sé, no me considero una persona natural, sería algo loco que me gustara la naturaleza, siempre he huido de ser natural.—Confesó.

—¿Te enamorarías de alguien de nuevo?—sabia que con estas preguntas Sofía cambiaba su humor muy rápido, rogaba porque hoy no lo hiciera.

—No lo sé.

—Esa es una esperanza.—sonreí. Esa respuesta era como una esperanza que me había dado, la primera, una que decidí guardar.
Pasamos vario tiempo hablando sobre cosas diferentes, nunca nos quedamos sin tema del conversación. La noche llegó y decidimos regresar a la cabaña.

—La forma en que brillan tus ojos, pone en vergüenza a todas esas estrellas.—Sonreí al escucharla, se detuvo en la puerta de la cabaña y yo hice lo mismo, la luz de la luna golpeaba su rostro y joder, lucía hermosa. Quedamos frente a frente, nuestras miradas conectadas. De pronto sentí su mano pasando por mi cintura, me pegó delicadamente a ella, pasé mi brazo por su cuello y me acerqué tímidamente a sus labios, nuestras narices rozaron y una corriente recorrió todo mi ser, no pasaron ni dos minutos cuando sus labios ya habían atrapado los míos. Fue un beso simple, que me dejó bastante desorientada, fue como cloroformo. Se separó de mí como si hubiese reaccionado a lo que había hecho y entró a la cabaña dejándome afuera y cerrando la puerta, estaba aún en shock gracias al beso, estaba feliz sobre todo.

La Chica De La Cabaña. |Dofia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora