Capítulo 4.

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El amanecer del nuevo día trajo consigo la confirmación de las malas noticias que los futbolistas tanto temían pues cuando éstos bajaron a desayunar se encontraron en el comedor con que algunos de los huéspedes comentaban con los anfitriones sobre las nuevas noticias que acaban de ser escuchadas tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación de la región. Al parecer, la orden se había dado en un boletín especial antes de que llegara el amanecer debido a la intensa cantidad de nieve que cayó durante la noche, haciendo que muchas de las carreteras, en especial las más cercanas a las montañas amanecieran con una densa capa de hielo siendo bastante riesgosas para transitar por lo que se tomó la decisión de cerrar toda vía de comunicación hasta nuevo aviso para evitar accidentes innecesarios.

— La nevada de anoche fue tan fuerte que terminó por cubrir toda la zona —comentó uno de los huéspedes, al mirar por la ventana, en donde se apreciaba cómo el gran manto blanco cubría toda la panorámica.

— Ahora sí podemos decir con plena seguridad que estamos prácticamente varados aquí —comentó Schneider, mirando a sus dos compañeros.

— ¿Y ahora qué haremos? —preguntó Hernández.

— Pues no nos quedará más remedio que esperar —dijo Wakabayashi—. Con la carretera cerrada ya no hay nada que podamos hacer.

— De todos modos no es que tuviera algo importante que hacer —apuntó a su vez Karl, encogiéndose de hombros y sentándose en el comedor—. El objetivo de mi viaje era estar en un lugar en donde no me molestaran y creo que aquí eso será posible.

— Pues yo tampoco tengo nada que hacer —agregó Genzo, sentándose al lado de Karl—. Si estoy aquí es por Schneider, de lo contrario estaría en mi casa leyendo los últimos tomos de SNK que aún tengo pendientes por leer.

— Pues yo sí tenía varias cosas pendientes por realizar—expresó Gino, algo apesadumbrado después de un largo suspiro—. Y aquí no hay buena señal de celular como para llamar a alguien y que venga por nosotros, sin mencionar que el internet está demasiado inestable por la tormenta.

— ¿Qué tanto es lo que tienes que hacer, Hernández? —cuestionó el japonés—. Siempre andas pegado a esa Tablet—agregó, señalando el dispositivo que el italiano traía en las manos.

—Bueno, es que no sé si lo sabes pero la cadena de hoteles De Angelis pertenece a mi abuelo y suelo aprovechar el tiempo libre que tengo así como mis vacaciones de la Serie A para recorrer la mayor cantidad de hoteles que pueda para verificar su estado, condiciones y calidad del servicio, así como saber sobre sus necesidades; de este modo le ayudo a mi abuelo lo más que puedo en la administración de los mismos —comentó el italiano, sentándose a lado de los otros dos futbolistas.

— ¿Y qué haces el resto del tiempo? —preguntó el alemán—. Digo, cuando estás de gira con tu equipo o en la concentración de tu selección, ¿qué pasa entonces?

— Mi abuelo se hace cargo la mayoría del tiempo —respondió Gino—. Pero él ya está grande como para andar solo por todos lados por lo que mi hermano lo ayuda, aunque como ahora ambos están de vacaciones en Siena, se suponía que yo me haría responsable de la supervisión de algunos hoteles antes de alcanzarlos a más tardar en vísperas de Navidad, pero todo se arruinó con las tormentas y ahora estoy más atrasado que nunca, de ahí que intento ponerme al día desde internet pero estos cortes que se están dando a causa de las nevadas no ayudan en lo más mínimo. Además, lo que es aún más importante es que le prometí a mi abuelo que me haría cargo de un proyecto especial que realizamos año con año y simplemente no puedo defraudarlo.

— Creo que te exiges demasiado —opinó Karl, tras escuchar al italiano.

— ¿Por qué lo dices? —preguntó Hernández, sin comprender.

A Christmas TaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora