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Samuel sintió su móvil vibrar reiteradas veces contra su pierna en cuanto entró a su departamento, señal de que estaba recolectando todos los mensajes que no había podido recibir durante la mañana por la falta de internet. Suspiró fastidiado con el sonido del teléfono de fondo y avanzó hasta su cama tras dejar caer su mochila junto a la puerta. Cayó rendido, agotado tanto física como mentalmente, y contuvo un grito en lo bajo de su garganta. Su primer día de trabajo había sido una mierda y sentía que le había consumido toda la energía con la que cargaba, cosa que no comprendía. Evidentemente, y viniendo de una familia adinerada, no había descubierto hasta ese momento lo que era el verdadero cansancio, cosa que, en cierto punto, lo enojaba. Siempre creyó que tenía la vida asegurada, respaldada por la amplia fortuna de sus padres, por lo que toparse con una realidad distinta no era sencillo. Estaba triste, a demás; triste por tener que afrontar esas cosas solo, por no tener a nadie que lo esté acompañando más que sus amigos, quienes seguían sin conocer esa parte de la vida que él estaba afrontando. Se sentía mareado por el cansancio, agobiado por el enojo y consumido por la angustia, como así también aturdido por estar sintiendo tanto en tan poco tiempo.

¿Todos los días serían así ahora?

El móvil continuó vibrando por unos cuantos minutos y se detuvo en el momento exacto en el que decidió soltar su angustia en un suspiro cargado, causando que sonase con fuerza ante el silencio repentino del ambiente. Sin embargo, la tranquilidad no tardó mucho en verse interrumpida a causa del bendito teléfono, el cual ahora sonaba a causa de una videollamada. Se negaba a contestar, pero su necesidad de descargo impulsó a su mano a tomar el dispositivo. Antes de darse cuenta ya tenía la imagen de Elías frente a sus ojos y el pulgar derecho listo para deslizarse por la pantalla para aceptar la llamada. Una parte de él sabía que necesitaba hablar con su mejor amigo, casi que se lo exigía, pero otra se negaba a que lo viese así, tan vencido y agotado con tan solo un par de horas de trabajo. No sabía si buscaba ocultar que en realidad no estaba tan bien como quería estar o si le avergonzaba ese mismo hecho; sus amigos no lo juzgarían, jamás lo habían hecho, pero tampoco lo habían visto así, tan... lejos de lo que era.

Suspiró nuevamente, confundido. Debía atender la llamada, a fin de cuentas era uno de los pocos que aún se preocupaba por él.

-Hey, Elías- dijo fingiendo alegría con una sonrisa. El contrario sostenía su teléfono de tal forma que su cuerpo ocupaba toda la pantalla.

-¡Samuel!- contestó con soltura -¿Cómo va?

-Bueno...- sacudió sus cabellos.

-Espera, ¿estás en tu departamento?- Samuel no pudo contener un nuevo suspiro -Oh, joder, ¿qué tan mal estuvo?

Samuel mordió su labio inferior con fuerza, casi con enojo. Esa parte que no había querido atender a Elías ahora lo regañaba por no haberle hecho caso; su amigo lo conocía a la perfección, era obvio que notaría que algo no estaba bien con tan solo ver que no estaba pasando la tarde fuera de casa como solía hacer.

-Elías...

-¿Qué pasó?- vio la imagen de su mejor amigo removerse para dar espacio a alguien más. Jesús analizaba su rostro con cautela y detenimiento y quiso que lo tragase la tierra -¿Te golpearon o algo?

-Hola, Jesús- dijo Samuel para rodar los ojos.

-¿Está herido?- nuevamente la imagen había cambiado, sumando a alguien más a la conversación. Al igual que su amigo, Henry parecía escanearlo con los ojos.

Había sido una pésima idea aceptar la llamada.

-Ya, cálmense los dos- regañó Elías, cosa que Samuel agradeció. Siempre había sido el que implantaba el orden en el grupo, o al menos lo hacía cada que alguno de los cuatro tenía un mal día -¿Qué pasó, Sam?

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⏰ Last updated: Jan 03, 2020 ⏰

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Terraza [Wigetta]Where stories live. Discover now