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La última caja que guardaba su triste vida pasada fue dejada al costado de la puerta de su nuevo hogar, causando que un fuerte suspiro saliera de sus labios. No se había llevado mucho de la casa de sus padres, tan solo unas cuantas cajas con libros y demás cosas y una maleta, pero tener que subir todo uno por uno por las escaleras no había sido tarea sencilla, sobre todo porque había tenido que hacerlo solo. Observó con detenimiento su nuevo lugar y volvió a suspirar, ahora de manera más frustrada por lo que su nueva realidad pintaba ser. Podía jurar que aquel lugar era casi del mismo tamaño que la habitación que tenía en su antigua casa, por lo que todo estaba amontonado y junto. La cocina, su habitación y la sala de estar estaban en el mismo lugar, siendo separado únicamente por un antiguo y destartalado ropero que dejaba algo cubierta su cama, marcando de alguna manera lo que sería su habitación. Lo único que contaba con una habitación propia era el baño, el cual había usado al llegar y que no contaba con los grandes lujos a los que estaba acostumbrado. Para su suerte y la de su salud mental, la única ventana con la que contaba daba a la calle y le permitía al sol iluminar perfectamente la habitación, cosa que logró tranquilizarlo. El color de las paredes era suave y extrañamente moderno teniendo en cuenta el estado de los muebles, por lo que la habitación brillaba potentemente al marcar el reloj las dos de la tarde; no sabía como se vería todo durante la noche, pero esperaba que las lámparas emularan aunque sea la mitad de lo que el sol estaba logrando.

-Bien, joven, ¿necesita algo más?- escuchó como le decían a sus espaldas, cosa que lo hizo voltear automáticamente, tanto por la sorpresa como por la desconfianza.

A pesar de que estaba a punto de comenzar una nueva vida completamente solo con tan solo diecinueve años y que eso podía darle aires de confianza y seguridad, nada se alejaba más de la realidad. Estaba aterrado de estar solo en un lugar que desconocía y sin la posibilidad de pedir ayuda.

-Está bien, señor Pérez, no se preocupe- contestó amablemente el muchacho, ganándose una sonrisa tranquila por parte del contrario.

Román Pérez era un hombre un par de centímetros más bajo que él que rondaba los cincuenta y tantos años y que había sido uno de los muchos caseros con los que había hablado mientras buscaba donde mudarse. Resultaba ser un hombre amable, atento y con un precio de alquiler bajo, por lo que convertirlo en su casero no había sido una decisión muy complicada; su sueldo era bajo, quizás demasiado bajo, por lo que tampoco podía darse demasiados lujos de momento.

-Cualquier cosa que necesite puede decirme, no lo dude, ¿vale?- el chico asintió -Dejaré que se acomode entonces, joven...

-De Luque, Samuel De Luque.

-Joven De Luque- repitió el mayor, memorizando así el nombre -Sabe donde puede encontrarme si me necesita.

Román giró sobre sus talones y dejó al chico en soledad, permitiéndole cerrar la puerta finalmente. Una vez dentro, y estando completamente solo, Samuel volvió a suspirar y llevó ambas manos a su rostro, conteniendo así sus ganas de llorar y la desesperación que comenzaba a abordar su pecho. Su mudanza había llegado de un momento al otro y sin darse cuenta, por lo que procesarlo con lentitud y acomodarlo en su mente había sido completamente imposible. Todo había sucedido de repente, sin aviso previo o con anticipación, simplemente había sucedido y ya no tenía marcha atrás con ello.

No podía volver a casa de sus padres, ellos no lo permitirían ni aunque les rogase.

-Necesito un cigarro- comentó tras destapar su rostro para palpar sus bolsillos, encontrando allí la cajetilla y su encendedor.

Avanzó lo poco que lo separaba de la única ventana de la habitación y optó por abrirla, pudiendo sentir la brisa fresca golpeando su rostro mientras se sentaba sobre el marco. Apretó la caja de cartón en su mano y volvió a suspirar, ahora más angustiado. No quería tener que dejar su vida de esa manera para comenzar de nuevo, ni tener que crecer así de golpe, ni no poder hacer lo que soñaba por tener que trabajar para mantenerse. No quería estar cansado por viajar en transporte público de una punta a la otra de la ciudad, ni tener que estar atado a un mostrador de cafetería, y mucho menos saber que si no lo hacía podía no comer a final de mes. Quería volver a tener sus lujos, poder ver a sus amigos en cuestión de un par de minutos, pasar todo el día charlando sobre los viajes que harían todos juntos. Quería volver el tiempo atrás y mantener su secreto, no decirle nada a sus padres, escucharlos decir que estaban orgullosos de tenerlo de hijo.

Terraza [Wigetta]Where stories live. Discover now