capitulo 2 Buenos dias cariño.

67 1 1
                                    

*Ángel no durmió en toda la noche, afectado por lo que dijo Beth sobre esa tal Rocio.

-No quisiera que Beth hiciese lo mismo, ni que se le pasara por la cabeza.

*En ese mismo momento, junto al frio de la madrugada, Beth, con los ojos entreabiertos  mira por la ventana las dos o tres estrellitas que se dejan ver por culpa de la contaminación lumínica de la ciudad, Ángel entra en la habitación, enciende la lamparita de la mesita y para no molestar a Beth, suelta la lamparita en el suelo junto a la cama.

-Buenos días cariño, es hora de ir a trabajar.- dijo Ángel con un suave tono- sin ti, mucha gente no podrá comprar el pan del día.

*Beth, que se hacia la dormida, se gira fingiendo un bostezo, se acurruca junto a su amado mirándole con ojos llorosos por su despertar y le dice –Me despiertas a las dos de la madrugada, sin yo haber dormido casi nada y aun así, te quiero. – Beth se levantó de la cama como si no hubiera un mañana, y se fue rápido a duchar, mientras tanto, Ángel fue a preparar lo que mejor sabe hacer, el café, dejo en la mesa dos tazas, una redonda y otra alargada, en la redonda echó hasta la mitad de café, dos azucarillos y leche caliente, y en la taza alargada, terminó de echar todo el café de la cafetera añadió un poco de leche fría más un azucarillo, ya que así es como le gusta a Ángel, ella salió de la ducha, y se fue con el café aun quemándole en la garganta y a Ángel no le dio tiempo a decir – adiós amor- cuando ella ya había cerrado la puerta.

-Bueno – dijo Ángel con voz perezosa- solo en casa otra vez. – se acostó en la cama, que aún conservaba el calor de Beth y sin planearlo se le cerraron los ojos y quedo rendido junto al calor de su pastelera.

*Mientras tanto, Beth cruzo la ciudad por los callejones lo más rápido posible para no llegar tarde a tu nuevo empleo a la misma vez que se iba colocando el mandil, la coleta y el gorrito en la cabeza, vio a dos chicas como sacaban una cajeta de cigarrillos y se encendían uno mientras conversaban felizmente, aparentemente. – Cuanto tiempo sin ver a Ángel hacer ese gesto, sacar un simple cigarro de una cajetilla de tabacos y encenderlo – y es verdad, Ángel hacía meses que no compraba una cajetilla por que la economía no se lo permitía, y sin embargo el si le regalo a ella unos zapatos preciosos en el día de su aniversario. – yo apenas dos veces le he podido regalar algún detalle y el mas de mil. – al salir de trabajar, sacó el dinero para su almuerzo y para el bus de vuelta a casa, fue a un estanco y pregunto por la cajetilla de cigarrillos más barata – son cuatro con cincuentaicinco señorita- dijo el estanquero, y con tono amable ella respondió - solo tengo tres y medio, pero trabajo cerca y mañana le podría traer lo demás y si hace falta cóbreme una comisión. – el la miro de arriba abajo con una cara que ella nunca había visto en ningún hombre, una cara de perversión con la que ella se sintió intimidada, y aunque ella estaba bien abrigada, se llegó a sentir hasta desnuda, el, la hizo pasar y le dijo, -no te acostumbres a esto- la sentó en una silla, enredo su sedoso pelo entre sus manos de manera que tuviera la cabeza controlada con su mano y con la otra mano empezó a desabrocharse su viejo cinturón de cuero negro.

*A ella se le saltaron dos lágrimas por el temor y la confusión que estaba teniendo en ese momento, pero cuando vio que el sacaba su peludo y maloliente miembro del interior de su pantalón ella empezó a gritar y a llorar, el estanquero, exaltado, le dio dos paquetes de cigarrillos y le dijo - no digas nada, un regalo de mi parte pero por favor, no le digas nada a nadie- ella se fue corriendo sin mirar atrás, no paraba de imaginar aquella imagen del viejo cuando la agarraba del pelo y la miraba con esa cara de depravado con ese puro apagado en la boca.

*Beth llego a casa y le dejó sobre la chimenea uno de los dos paquetes de cigarrillos y un encendedor, y se fue a dormir no por cansancio, sino porque quería llorar y no ver la luz del sol. Ángel aun dormía, llego por su espalda y le abrazo fuertemente hasta quedar dormida.

*Ángel despertó al poco y fue a la cocina para preparar un café, eran ya las doce de la mañana, se fue a sentar en su sillón en el salón y vio algo inusual, una cajetilla de cigarrillos encima de la chimenea, la cogió, y mientras la abría y sacaba uno, se le escapó una lagrima y pensó – vienen tiempos mejores - se tomó el café  mientras que se fumaba el cigarrillo y se fue al mercado de la ciudad. Estuvo dando vueltas por este hasta que se le ocurrió que podrían comer; puerros, zanahorias, nabo, apio, hueso, patatas, agua, ajos, cebollas, su compra ya estaba hecha, al llegar a casa preparo todos los ingredientes en una olla, los cubrió de agua, le echo una cucharada generosa de manteca y otra de sal, y lo dejo a fuego medio.

*Beth se despertó intrigada por el olor que desprendía la olla, recién despierta ni recordaba lo que le pasó con el estanquero, hasta que Ángel le dio las gracias por la cajetilla de cigarrillos.

-Gracias amor por tu regalo, pero no tenías porque – dijo Ángel con voz sincera.

*Beth le respondió con un tono agresivo pero de manera cariñosa - ¡Tú tampoco tenías porque tratarme como me tratas y aun así lo haces, asique ese es mi regalo para ti!

- Pues muchas gracias cariño, de verdad, gracias.

*Beth no paraba de recordar su mala sensación en el estanco, pero no quería decirle nada a Ángel para no crear ningún problema, ahora que todo parecía ir bien.

_Pasaron los días y Beth seguía con su trabajo en la panadería, poco a poco iba ahorrando para poder comprarle un coche nuevo, que vio uno por mil trescientos nada más, y no parecía estar en mal estado, todas las noches al ir a trabajar se encontraban con las chicas que fumaban en aquella esquina, y siempre se preguntaba, ¿Que harán siempre en esa esquina todas las noches exceptuando los miércoles? Pues por fin llego el día de conocer el por qué, un hombre se les acercó y les preguntó,

- ¿Cuánto por él completo? –

-Pues para ti… 70 nada mas-decía una pensativa mientras que se le notaba en la cara las pocas ganas que tenia de ir a algún sitio con el señor.

- Eso es muy caro, ¿Te crees puta de lujo? Te doy 40 y te lo tragas, -Dijo el señor con tono agresivo.

*Esta le contesto con tono agresivo – ¿Y tú quién crees que eres? Tan solo un estúpido estanquero salido y cornudo.

-Hija de puta- Respondió este mientras se marchaba con el bolsillo lleno de calderilla y la bragueta llena también.

-Eran prostitutas, y se ve que tienen que vivir bien ya que siempre se las ve fumando, con buenos abrigos de piel y pelo, con buen calzado, me dan envidia por una parte, pero pensándolo bien, tiene que ser desesperado el tener que dedicarse a esto- dijo Beth en su pensamiento.

*otro día más en la vida de Beth, otra vuelta caminando a casa cantando siempre la misma canción

Que más quieres de mí, si he pasado esta prueba de tu amor,

Y no tengo valor, de escapar para siempre del dolor,

Demasiado pedir, que sigamos en esta hipocresía,

Cuando el tiempo nos pondrá a vivir en la misma mentira.

No, no vallas presumiendo no,

Que me has robado el corazón,

Y no me queda nada más,

Si, prefiero ser el perdedor,

Que te lo ha dado todo,

Y no me queda nada más,

No me queda nada más.

Ante todo, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora