Capítulo Cuatro.

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Me puse de pie y le extendí mi mano para ayudarla a levantarse. No había ni una sola lágrima en sus ojos. Estaba igual que siempre, con una sonrisa ligera y un vacío en sus hermosos ojos. Creo que eso me lastimaba más que imaginarmela llorando. Deambulé por la sala y las imágenes de lo que había leído aparecían en mi mente. Allí, donde había una escalera rota por la mitad, la veía de pequeña. Asustada y confundida.
-¿Vienes a este lugar todo el tiempo? -negó.
Que bueno, porque parecía que iba a derrumbarse en cualquier momento.
Me sentía estúpido al preocuparme por si iba a morir aplastado o no, pero la cosa era que una gran parte de mi estaba tratando de ignorar lo que le pudo haber sucedido a Alice para terminar así.
Sentí su mano apretar mi hombro, podría jurar que sentí el frío de su piel. Un escalofrío me recorrió.
-¿Quieres irte? -susurré, ella asintió.
Un mechón de pelo tapó su rostro y con un rápido movimiento lo saqué del camino. Tomé su mano y salimos.
Ella estaba tan fría como imaginé. Su piel helaba.
Era como viajar con un fantasma, frío y silencioso.

***

Detuve el coche frente a su casa, tomó sus cosas y bajó.
-Mierda -golpeé el volante-. La cena, joder.
Abrí la puerta y corrí hacia ella, puse mi pie en la puerta para evitar que la cerrara. Sus ojos azules brillaban por la luz del atardecer. Me maldije por lo estúpido y cursi que sonó eso.
-Ven a cenar a casa, por favor. No me gusta que estés sola en este lugar -frunció el ceño, y sacó su teléfono rápidamente.
"No puedo, lo siento."
Bajé la mirada y frunci el ceño. Me dispuse a retirarme pero ella me tomó de la mano, haciéndome girar. Su rostro estaba a centímetros del mío, sonrió y acercó sus labios a mi mejilla.
"Gracias", escribió.
Y la maldita puerta nos separó.
Caminé hacia la casa de Julie, pensando en el poco tiempo que llevaba aquí y en lo mucho que estaba aprendiendo. Mañana mismo solicitaría un empleo en la librería.
Abrí la puerta y la cerré detrás de mi.
-Hola, querido. ¿No viene Alice? -negué, algo desganado-. Bueno, ¡una pena! Te traje algo -me giré y le di mi atención. Sacó una bolsa de debajo de su silla y me la tendió.
-¿Un libro? -pregunté, haciendo obvio el hecho de que odiaba leer. Sacudió su cabeza riendo.
-Abre la bolsa, ¿quieres?
No era un libro, era un cuaderno. Pero parecía un libro. Vacío.
Era confuso para mi cerebro.
-¿Por qué me das esto? -pregunté.
-Quiero que crees tus propios recuerdos y los guardés aquí. Ya sabes, sacas fotos, escribes, esas cosas que hacen los adolescentes y luego las colocas allí... Tú ya sabes lo de sacar fotos -le quitó importancia moviendo su mano-. Cuando llené esa habitación de fotos de Maya, me sentí liberada. Quizás tú puedas hacer lo mismo con esto.
Nunca lo había pensando realmente.
-No tengo la suerte de tener una...
-¿Instantánea? -asentí-¡Vaya, que suerte que yo sí!
-No puedo aceptarla -dije, frenándola.
-No trates de hacerte el amable conmigo y tomala -la agarré con cuidado y le di un fuerte abrazo.
Tomé ambas cosas y me dirigí a mi habitación.
Tenía la suerte de que mi ventana daba justo a la casa de Alice. Me asome y ahí estaba ella, miraba por la ventana, unas gotas de lluvia habían comenzado a caer. Vi su rostro, estaba triste y sola. No podía permitir eso. Bajé rápidamente las escaleras.
-¿Quién vive con ella? -pregunté, desesperado.
-¿Uhm?
-Con Alice. ¿Quién vive con ella?
-Sus padres. Pero no están casi nunca -arqueé mis cejas.
Joder, ¿seguía viviendo con ellos?
-¿Sucede algo, cariño? -asentí.
-¿Puedo ir con ella? Está sola, me apena mucho -sonrió.
-Tienes 19 años, ya es hora de que dejes de preguntar las cosas. Anda, vete, pero antes me pides una pizza.
Oh, tía Julie, eres lo mejor de esta vida.

***

Golpeé la puerta mientras me iba mojando cada vez más. Tenía la capucha de mi abrigo, pero no sirvió de mucho. Mis rizos ya se habían mojado y formaban una larga cabellera. Seguía siendo sexy.
Alice abrió y me miró extrañada. En ese momento fue como si escuchara cada una de sus palabras en mi mente.
La sentía preguntándome: "¿Qué haces aquí?"
-Te vi sola ahí y me pregunté como podías resistir estarlo. Se que has pasado muchas cosas, me doy cuenta y me hago una idea con lo poco que me has contado hoy. Y quiero ayudarte Alice, sé lo que haces. Te encierras, te alejas de los demás, estás tan herida y asustada que piensas que todos van a lastimarte, estás sufriendo y crees que con herirte a ti misma vas a poder superar algo. ¡Una cuchilla no arreglará tu vida, por Dios! ¡No lo hará! Yo no soy como todos ellos, como los que te lastimaron, soy diferente y puedo probártelo. Solo dame una oportunidad, por favor. Alice -ella me miraba apenada y no dejaba de bajar sus mangas tratando de ocultar lo de sus muñecas-, quiero salvarte. Dejame salvarte.

Palabras Mudas: SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora