Me convertí en la rosa marchita y negra que siempre pensé que nadie querría.
Vos el girasol apagado que se durmió en una noche eterna, dónde jamás salía el Sol.
Ella la planta verde y tropical que nos unió en un conjunto de botánica rara.
Salimos de noche a esperar algún coche que nos llevará lejos a estar tranquilos.
Salimos sin sijilo, riéndonos a gritos, corridos por los perro que buscaban dormir tranquilos.
Corrimos hasta la parada, volvimos a su casa y dormimos amuchados con un acolchado que no nos tapaba.
Me desperté, y seguías durmiendo yo solo quería lo que era mío para seguir mí camino.
Pero estabas tan tranquilo, que tirarme arriba tuyo a hacerte mimos ya no era una opción válida.
Días después volví a tu casa, seguías durmiendo en tu cama, quería que te despertarás, para que nuestras almas jugaran.
Y así fue, no juntamos otra vez, y ahora vamos de la mano casi pegados a dar vueltas mirando a la nada pensando en nosotros.