En busqueda del sabio.

18 1 0
                                    

A la mañana siguiente Myla y los demás seguían su camino, cuando un grito se escuchó.
-¡Fuego!-. Tomando desprevenidos a nuestro viajeros.

La cosa es que se encontraban en el medio de una batalla campal entre humanos; cazadores que se enfrentaban a los nativos. El grupo de animales y Myla decidieron correr a una formación rocosa que se encontraba en las cercanías, que resultó ser una caverna.
-¡Que miedo...!-. Dijo el lémur, mientras el gorila hasta ahora permanecía callado pero alerta. Myla se dio cuenta de que en ningún momento el gorila había hablado y algo dentro de sí le decía que no debía preguntar, ó puede que esa sensación se debía de su cara mal humorada desde que apareció.

-¿y ahora qué hacemos?-. Dijo el rinoceronte. -Esperaremos a que esto pare- dijo Myla mientras curioseaba alrededor.

-Siempre los humanos discutiendo entre sí, primero por tierras, luego por agua, o recursos. Si esos no son los motivos, es porque unos están molestos y buscan molestar al otro, que complicados son... -. Decía la coneja mientras se encontraban reunidos donde la luz aun podía alumbrarlos.

Myla portaba una linterna pequeña de llavero, pero suficiente para seguir su tarea de encontrar alguna salida mientras afuera se escuchaban a los hombres luchar.

Luego de convidar a los otros a caminar y pasado un tiempo, encontraron una filtración de luz que poblaba la oscuridad en una esquina. No cabe duda de que se emocionaron pues, aun era de día y podrían seguir su camino.

-¿Cuánto falta?-. Preguntaba Myla luego de celebrar el hallazgo de aquella salida con sus nuevos amigos de diferentes especies... y el gorila que no hablaba aún y seguía de ceño fruncido. Cosa que de a poco fue dándole más incertidumbre a este asunto.

-Estamos cerca hay es que subir esa montaña-. dijo el hurón señalando. Mientras tanto algo sucedía alrededor, una manada de fieras felinas se hicieron presentes, los leones cuyo oficio de cazar era más un pasatiempo, o eso era lo que se decía de estos, se acercaron para acechar a los viajeros, de repente una voz con vigor y carácter se dejó escuchar: -¿Quién se atreve a pisar el territorio de caza?-.
Myla y los demás temblaban de miedo pues dichos animales lo imponían.

-¿Territorio de... caza?-. Preguntaba la coneja con sus orejas caídas de temor, el lémur se le acerco al oído a Myla y le preguntó pavoroso:
-¿Aun quieres seguir?-.

Myla respondió al león con respeto luego de avanzar: -Somos un grupo de viajeros que venimos a ver al sabio pido que no nos coma... ¿Por favor?-. Aunque Intimidada, y con expresión de no ocultarlo, esperó a que el león hablará, este se encontraba sobre unas rocas aledañas al lugar donde acorralados se encontraban Myla y los demás.

-Nosotros vivimos de la caza, y estamos en búsqueda de presas y resulta que ustedes están en un territorio de caza-. Dijo el jefe de la manada insinuando sus intenciones.

Cuando quisieron abalanzarse sobre sus presas se escuchó un grito. -¡Allá están los leones!-. Escuchando después unas detonaciones.

Al escuchar esto los leones se marcharon asustados, pues ya conocían el destino que les podía esperar si los hombres los encontraban.

De pronto unas aves de vivos colores y frondoso plumaje, que tenían la habilidad de imitar voces y cualquier sonido que escuchan aparecieron volando y haciendo señas para que los viajeros las siguieran, dirigiéndose a la montaña del sabio...

Quien resultó ser un koala, un pachoncito koala. El cansancio de Myla no fue obstáculo para expresar su emoción y ternura. Sus ojos parecían aumentar de tamaño, y corrió a abrazar al Koala hablándole como si fuera un bebé, hasta que este logro soltarse de Myla de un mordico.
Los compañeros de viaje de la niña se reían fuertemente pues presenciar aquello era muy gracioso para todos, menos para el koala.

Luego de todo aquello y ya instalados en una pequeña aldea en la cima, y de correr esos peligros, Myla le preguntaría al Koala, ya sabiendo que era el sabio, y luego de pasar su perplejidad:
- ¿Dónde estoy?-.

El koala caminando junto a ella le respondió: -Este lugar tú lo conoces aquí fue donde naciste, aquí fue donde comenzaste a jugar y a tener amigos-.

-No entiendo de que hablas yo nunca he estado aquí hasta ahora...bueno... desde ayer, la cosa es que no recuerdo haber estado aquí-. Responde Myla que permanece confundida.

-Eso es porque nada es lo que parece, de seguro cuando llegaste aquí te sorprendió saber que tus amigos hablaban-. Respondió el sabio koala.

-Si bueno de donde yo vengo eso no es común, como tampoco saber que un koala es sabio, sin alusión alguna-. Myla seguía caminando al lado del koala, sintiendo cierta familiaridad con él.

-Es porque de dónde vienes es común las etiquetas, las historias comunes son entre un bueno que evita que un malo haga vilezas, también ven a alguien y lo etiquetan con cualquier adjetivo pero ven que está haciendo algo que le haría daño y pocos hacen algo por su bienestar-. Myla se sentía identificada.

Ella acababa de graduarse de un colegio privado, donde se ha dado cuenta que lo que dice el koala es real, como si estuviera allí.

El koala siguió hablando:
-Te haré una pregunta, ¿eres feliz?, esa es la pregunta que debes responder primero. Solo te digo, nada es lo que parece y si quieres volver deberás responderla- sentenció el koala continuando su camino afincándose con su bastón y dejando a Myla frente a su habitación con la duda ante aquella pregunta a quemarropa. Incluso, luego de llegada la noche y a punto de dormir, la niña no dejaba de pensar en la pregunta que el koala le hizo, daba vueltas en la cama pensando en ello hasta lograr dormirse.

El Laúd de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora