Si vienes a enamorarme, tengo que advertirte que me cagan la madre los amores cobardes y las mitades; que si le vas a entrar, te vas a meter a cada uno de mis pensamientos y nos vamos hasta el final de las sonrisas.
Que ya estoy hasta la chingada de excusas y de personas que piensan que esto de querer es un juego.
Que si algo se rompe fácilmente se tira o se reemplaza como si los sentimientos se trataran de simples llaveros de tienda de recuerdo.
No me tomes por exigente, pero si tienes que elegirme entre un puñado de opciones, quizá te convenga mejor quedarte con alguno de ellos. Sinceramente no me interesa luchar por la atención de alguien.
No lo tomes a mal; pero he llegado a la edad, en la que creo que esto del romance se siente a base de construcción, de fomentarlo; así que si no logré moverte algo; mejor pasamos de largo y dejamos de forzar las cosas como quinceañeros a la hora del recreo.
Qué pinche hueva estar pensando tonterías de si me vas a traicionar. Que pinche hueva estar al pendiente de si quieres tocar otro corazón. Que pinche hueva estar esperando todo el día la respuesta de un mensaje; como si fuera de otro mundo regalarle un par de minutos a la persona que te trae de cabeza. Ya no quiero sentir eso. Y no confundas la falta de tiempo, con la falta de interés
No, no estoy loca; pero siempre he sido de la idea que está bien chingón sentirse querida en estos tiempos tan culeros donde ya nadie se avienta; donde ya nadie manda cartas o dedica poemas; donde los pequeños detalles están en extinción y las promesas solo se dicen para obtener algo y dejaron de cumplirse.
Así que, por favor, si vas a venir a enamorarme, espero que vengas con la primavera en las manos, con las ganas bien pinches puestas y los miedos por el suelo, porque así me enseñaron a querer y así espero que me quieran.
