cinq

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–Pasamos al corto musical– Avisó el mayor, y apagó el micrófono.

Presionó un botón, y la música comenzó a sonar. Eran los éxitos del rock popular, y estaba seguro de que Ángel los bailaría si no estuviera jugando a ignorarlo.

Dejó los auriculares sobre su silla y caminó hacia la cafetera. Se había olvidado de tomarlo antes de empezar, y se estaba sintiendo un poco cansado.

Apretó el símbolo de café y lo eligió sin azúcar.

Quería decirle algo al italiano. Una burla, broma, lo que fuera. El silencio lo estaba volviendo loco. No se acostumbraba a él, como lo había hecho hace meses.

La máquina dejó de sonar y agarró su vaso. Sorbió la bebida, mirando a su compañero.

Había estado tarareando la canción que sonaba hasta que se dio cuenta de que ya no había sonido para tapar el suyo.

Tenía la mirada baja, jugaba con sus manos y con los auriculares.

Le molestaba que no fuera tan hablador. No, era más una frustración.

Solo quería que Ángel dejara de hacerse buscar y que vuelva a actuar como antes. Era cansador verlo así.

Nunca había tratado así a alguien si debía volver a verlo por obligación. O cortaba la comunicación o los enterraba en el bosque, pero nunca se juntaba con ellos cada semana.

Queriendo olvidar esas ideas, tarareó la canción para sí. No escuchaba muchas canciones actuales, pero le gustaba tener un amplio gusto musical.

Se volvió a sentar y giró en su silla. Sin embargo, al llegar a su parte favorita de la melodía, una voz lo interrumpió.

–Le erraste de nota.

–¿Qué?– Volteó hacia su compañero, quien tenía los brazos cruzados y la mirada fijada en la ventana.

–No era esa la nota, era diferente.

–No hay forma, me sé la canción.

–Yo también sé la canción, tanto como sé que esa no era la nota– Dust lo miró, frunciendo el ceño.

–Yo la murmuré como era.

–Te digo que no, la segunda estrofa la hace más grave y rasposa.

–Veamos cuando venga el estribillo otra vez, entonces.

Esperaron, mirándose fijamente. Alastor sonrió cuando reconoció en verso que llevaba a aquella parte tan problemática.

Al unísono, decidieron cantar la canción para demostrarle al otro la versión correcta.

–¿Lo ves? Yo tenía razón– Afirmó el actor.

–Debes estar demente, es obvio que yo lo canté bien– Respondió el castaño.

–No.

–Sí.

–¡No, mira!– Enojado por la constante discusión, el rubio se paró y le cantó la estrofa entera, resaltándole la verdadera nota.

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