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Entró al estudio, justo al faltar treinta minutos para las doce, y con una sonrisa en la cara. Habiendo nadie más que el penúltimo trabajador, yéndose del lugar, y un hombre en la distancia.

–Buenas noches, jefe– Saludó, viéndolo junto a la máquina de café.

–Puedes decirme Lucifer, Al, nos conocemos hace quince años– Rió el rubio, tomando de su vaso.

–Entonces lo haré, Luci –el más alto sonrió, reconociendo el lado bromista de su amigo– ¿tienes noticias para mí?

–De hecho, sí, y no te van a gustar.

–Pues eso es una pena, cuéntamelas de todas formas.

–El lado positivo es que trabajarás dos días a la semana.

–Oh, pero no hay bien sin el mal, ¿cierto?

–Bueno, trabajarás con alguien muy conocido.

–Esas no serían malas noticias.

–Del edificio de al lado.

Alastor alzó las cejas, sin gastarse en ocultar su disgusto, y luego dejó escapar una risa.

–¿Me podrías explicar por qué y cómo trabajaré con alguien el cual sabe hacer todo tipo de sonidos frente a una cámara excepto una palabra coherente?– Sonreía, tratando de no entrar en pánico.

–No fue mi idea, fue de mi jefe, tú sabes como es– El castaño notó como su amigo trataba de desviar la mirada.

–¿Y entonces?

–Dijo algo sobre los podcasts nocturnos y que el contenido adulto tiene más oyentes, creo.

–Entiendo, estupideces de jóvenes.

–Tienes solo diez años más que ellos.

–¡En todo caso! ¿Con quién tendré el placer de trabajar?

–Deberá estar aquí en una hora, lo reconocerás– Y con eso, el mayor se retiró a resolver otros asuntos.

El de lentes lo vio irse y se sirvió una taza de café, poniéndole el mínimo azúcar.

Preparó el estudio y las canciones que iba a poner. Colocó la hoja con los temas de conversación sobre la mesa y esperó, aprovechando para poner música lenta de fondo.

Se concentró en los acordes, rogando por que al menos, su nuevo compañero no fuera molesto.

–¡Hey! Espero que haya espacio para uno más– Exclamó una voz desde la entrada.

Alstor dirigió su mirada hacia la puerta.

Cabello casi platinado.

Notorias pecas en los pómulos.

Piel de porcelana.

Botas altas.

Y un buzo rosado que definitivamente le quedaba largo.

–¡Angel Dust! Nos alegra que hayas podido venir– Saludó su superior, estrechándole la mano.

Quién sabe en donde había estado esa mano.

–Tú debes ser Alastor, ¿no?– Sonrió, mostrando su colmillo de oro.

–En efecto– Saludó con una disimulada reverencia, evitando el contacto físico.

–Bueno, espero que podamos grabar sin problemas, dejaré mis cosas aquí– El menor caminó hacia una esquina y abrió su cartera.

–No es tan malo– Murmuró Lucifer al estar junto al francés.

Nighttime PodcastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora