Viernes a la noche, los potes de helado están arriba de la mesa vacíos, como yo. Mateo posa su brazo por encima de mis hombros acercandome más a él, estamos viendo una película, o más bien él porque yo no le presté atención a nada.
¿No se dará cuenta? nuestra relación se desgastó con el tiempo, se convirtió en rutina, yo le tengo mucho cariño pero ya no lo amo como antes.
Comienza a dejar suaves besos sobre mi piel pero no lo merezco, no lo merecemos. Me renuevo incomoda en mi lugar, no quiero lastimarlo, siempre me apoyó en todo, pero no es justo para ninguno de los dos. Necesita a alguien mejor que yo.
—¿Pasa algo, amor?- pregunta con su voz ronca que en algún momento me volvió loca. Me doy vuelta y lo miro, sus ojos brillan, perdón Mateo.
—Nada, solo estoy un poco cansada, ya sabes, la escuela me está matando- contesto con una mueca de disgusto, en parte era real, eran tiempos de evaluaciones por lo que no tenía mucho tiempo libre.
—Bueno, anda a acostarte entonces, yo termino de ver la peli y voy– me dice, me da un beso en la frente y yo me paro para encaminarme hacia su habitación. Antes de seguir lo veo por última vez concentrado en la escena que pasa en la tele, ya no siento nada.