CAPÍTULO 1: 《LA CAÍDA》

76 17 1
                                    

Mi antebrazo choca contra la ventana del auto haciendo que todo mi cuerpo tiemble, eso ni siquiera me importa, solo me mantengo en mis pensamientos, es difícil abandonar tu país a los 14 años, pero es más difícil abandonar todas las comodidades en ese nuevo país para vivir en un pueblo de mala muerte. No se que pensaba mi padre al testificar contra un narco con el que trabajó, es absurdo. Primero nos vinimos de Venezuela a este país dejándolo todo, ahora tenemos que irnos a un pueblo para estar seguros, no quiero ni imaginar como será la gente allá, pero todo sea por nuestro bien.

Porque claro, "tienen que estar seguros" dijo el detective. "Nada nos va a pasar si estamos tan lejos" dijo mi padre, en fin, ya vamos entrando al pueblo, pensé que sería más feo, todo es de arena debido a lo cerca del mar que está, pasamos por una carretera donde se ve el inicio de una cascada, ese lugar se debe ver muy lindo en la noche, eso sería lo único bonito de un pueblo que tenga una cascada enorme que dirige a mar abierto, seguimos avanzando hasta que entramos definitivamente, las casas se ven pintorescas y hasta grandes, diría que se ven elegantes. Me sorprende que un pueblo tan alejado sea tan lindo.

Llegamos a la casa donde nos quedaremos, es pequeña, pero se ve cómoda, nuestras cosas y comemos tranquilamente en la mesa.

―Niños ―nos llama mi padre, no entiendo por qué todavía nos dice niños si mi hermano tiene 19 y yo 17, pobre de mi hermano, tuvo que dejar la Universidad, aunque él dice que se quitó un peso de encima― nos quedaremos aquí hasta que pongan fecha para el juicio, pero quiero que tengan algo muy en claro ―dijo usando un tono de voz muy sereno y calmado, pero a la vez demandante―, ya no vamos a tener la vida de antes, eso se acabó, ya no pueden ir de fiesta en fiesta, ni andar de compras todos los fines de semana, ni tampoco cuando nos vayamos de aquí, desde ahora serán unos niños humildes, no serán arrogantes ni exigirán demás. Desde ahora seremos buenas personas, ¿Les quedó claro?

Mi hermano y yo asentimos, aunque son pocas palabras sabemos que tenemos que obedecer. Nos cambiamos de ropa para acostarnos, dormimos en el cuarto pequeño y mis padres en el cuarto grande, lástima que solo hay dos cuartos.

Mi mamá entra y nos da una pequeña charla, y cuando mi mamá da una charla, hay de todo, recomendaciones, consejos, regaños sin gritar, cachetadas mentales para ponernos en nuestro sitio, y mucho amor, todo usando un tono de voz neutro y calmado, es lo bueno de tener a una madre psicóloga, y lo malo de que tu padre sea ingeniero químico es que te obligan a vivir a un pueblo recóndito y donde supongo todo el mundo se conoce. Que bien. Ahora solo me queda fingir bien y no volverme muy cercana a nadie, no será difícil para mí.

~

Agarro mi cabello en una cola de caballo para no llamar mucho la atención, aunque así se ve mucho mi cara, mejor lo dejo suelto.

En el camino al colegio veo a varias personas mirándome y me siento algo incómoda, sobre todo por mi ropa, debí ponerme algo mejor que un simple pantalón y una simple camisa. Llego y me sorprende que el colegio sea tan grande, pensé que sería algo más pequeño.

Al entrar nadie me nota, aunque no tendrían que hacerlo, ya que solo soy una chica pasando entre otros 300. Busco mi horario y tomo mi camino, con suerte encuentro mi aula de clases.

Cuando iba pasando por la calle me sentía incómoda, pero no se compara con esto, entro y literalmente todas las miradas están sobre mi, eso me pasa por entrar a mitad de año. Veo algunos rostros y me siento en el primer lugar disponible.

La profesora de Historia entra seguida de la mitad de los chicos y chicas que faltaban.

―Buenos días ―le dice a la clase como si estuviera cantando.

―Buenos días...― responden todos con el mismo tono  pero fastidiados.

―Hoy tenemos una nueva integrante ―hace una señal con la mano para que me levante― dinos tu nombre.

Protección de...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora