Capitulo 3

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Según Natalia estamos ¡Mortales!, quizá no es la palabra más apropiada para este momento, pero es una buena forma de expresar que estamos como para ser las novias y no las madrinas.

Me arreglé un poco en el baño de la clínica veterinaria, y mientras atendían a Ramón fui por ahí cerca a comprarme ropa decente. Cuando volví por mi perro, casi no me reconoce, pero lo más gracioso fue que toda la gente que me miraba con desprecio hace un rato, al salir de allí se volteaba a verme pasar. Y aunque sea triste, es así, todo entra por los ojos.

Dejé a Ramón en casa y tomé la lancha de vuelta a la ciudad, el ruido ambiental me perturba un poco pero seguí el recorrido y me dirigí al lugar donde tenía claro que la encontraría. Intentaba no pensar más en eso para tener, al menos por una vez, el factor sorpresa de mi lado. Ingresé al local hecha un mar de nervios y solo atiné a acercarme a la barra para pedir un trago. Sabía los pasos que debía seguir, pero me daba rabia ni siquiera tener voluntad propia.

A regañadientes me aproximé a la pista de baile, puteando internamente al futuro por mostrarse ante mis ojos sin tapujos, pero dejé de hacerlo apenas la divisé a lo lejos. Su largo cabello morocho se movía armoniosamente junto a su cuerpo, siguiendo el ritmo de la música, llevaba aretes de pluma y una polera corta de flores. Sus piernas iban cubiertas –un crimen- con unos jeans desteñidos y terminaba el look un par de sandalias altas, también de flores.

Estaba bailando sola, en medio de un grupo de chicas y chicos que la vitoreaban, tenía los ojos cerrados y una media sonrisa en la cara, sabía perfectamente lo que hacía y lo que provocaba, por eso disfrutaba con muchas más ganas de todo. Me acerqué lentamente, bebí mi copa hasta vaciarla y limpié mi boca con el pulgar. Automáticamente ella abrió los ojos y el café de su mirada se fundió con el verde aceituna de la mía… así fue nuestra primera vez.

Espero que suba al auto y cierro la puerta tras ella, me despido con la mano -a lo lejos- de Natalia y me siento al volante. Ella tiene una extraña expresión en la cara, sé que está nerviosa por su hermana, yo también lo estaría si no hubiese revivido este día un millón de veces. Quizá suene fastidioso decir a cada instante “lo sé”, pero si a ustedes les molesta, a mí aun más… amaría decir “que sea lo que Dios quiera” o “no tengo ni idea que ocurrirá después”. Realmente lo amaría.

-¿Crees que Laura lleve a Mario?

-Sí- respondo decidido.

-¿Por qué tan segura?- sonríe de costado.

-Porque la conozco- hablamos de nuestra celestina o para los que no saben la definición de esa palabra tan antigua, de nuestra Cupido, quién nos empujó a dar el paso definitivo-¿Crees acaso que veo el futuro?- bromeó un poco, intentando relajarme.

-Yo si puedo ver el futuro,- sé exactamente lo que dirá y se me estruja el corazón al oírla-veo que las próximos en casarse seremos nosotras, que tendremos muchas Pochesitas y Callesitas… - sonríe con los ojos aguados, el tema de los hijos la pone así.

-Amor, los hijos vendrán- eso también lo sé, aunque no serán conmigo- …serás madre, te lo aseguro.- Ella me devuelve una sonrisa agradecida, nos ha costado tanto poder conseguir que la inseminación resulte exitosa. El sueño de ambas.

-Tú también serás madre, amor…

Unas extrañas ganas de gritarle que no será así me invaden, pero me contengo y aprieto su mano mientras manejo. Sería tan feliz si pudiese contarle todo, pero no puedo.

Nos miramos y el tiempo se detuvo en ese instante, me acerqué más y ella a mí. Ahí me di cuenta que siempre supe de su existencia y de nuestro encuentro, pero lo tenía bloqueado, en esa forma prehistórica de vida mantenía alejado su recuerdo.

Dejó de ser el centro de sus amigos y sin despegar su mirada de la mía sonrió… por primera vez. Yo no pude evitar sonreírle de vuelta, y aunque a esa altura ya todo lo que ocurría lo tenía claro en mi cabeza, vivirlo era otra cosa. Esa era la diferencia de Calle y el mundo, yo seguía sabiendo lo que ocurriría, lo que me diría y sus reacciones, pero vivirlas junto a ella era un regalo del cielo.

Cuando llegó a mi lado, la tomé de la cintura y sin decir ni una palabra la besé con desesperación. Ella siguió el momento y aumentó el ritmo del besó, sorprendiéndome. Solo Daniela Calle lograba sorprender a una adivinadora del futuro. Esa noche nos besamos hasta que nuestros labios ya no daban más de la hinchazón, con suerte supimos nuestros nombres y de donde éramos, porque al parecer sus labios eran como una droga tremendamente adictiva para los míos, y viceversa.

Llegamos al parque privado donde Paula y Johann darán el sí ante un juez –la ceremonia simbólica a la orilla de la playa ya se realizó unas cuantas semanas antes-, toda la decoración está tal cual lo tengo en mi cabeza. Lamentablemente esa pequeña lucecita de esperanza que llevo en el fondo del corazón se apaga más y más, conforme transcurren los hechos. Todo sigue ocurriendo calcado a como lo tengo en mi memoria, nada parece apiadarse de mí y mi terrible destino.

-¡Allá está Johann!- Calle corre a los brazos de su cuñado e indica que me quedé allí para esperar Paula.

Por si no lo mencioné, las chicas tampoco tienen padres, por lo que yo tendré el privilegio de acompañar a mi cuñada hasta el altar. Llega a mi lado y le beso la frente con total cariño de hermanas, caminamos lentamente hasta el altar y de un momento a otro todo se borra. Ya nadie nos rodea, ni Johann, ni Paula, ni nuestros amigos… solo veo a Calle esperándome en el altar de flores y camino hacia ella sin pensar en nada.

Tiempo (Cache)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora