IV

45 1 0
                                    

Es de noche. Chris mira hacia el cielo con melancolía con la esperanza de ver algún mensaje de su padre; antes que tuviera memoria, las estrellas cambiaban de posición con mensajes, al principio no entendía y siempre pensó que era su imaginación. Los mensajes eran de: "hola, todo va estar bien".

«Eran las tres de la mañana. Chris no se podía dormir porque estaba nervioso porque en unas horas era el examen de matemáticas en la primaria, intentó hacerlo, pero falló. Entonces, se le ocurrió mirar al cielo, esperando con ansias un mensaje que siempre lo animaba. Hasta que apareció:

"Todo va estar bien".

Cada noche que tenía insomnio tenía un mensaje diferente que le ayudaba a descansar su mente, también a animarse a echarle ganas a sonreír, ser fuerte, ser más alegre. Ahora no se sentía solo, ahora tenía compañía.

"No te rindas".

—No me rendiré, cielo —dijo Chris con la mirada fija—. No lo haré nunca.

"Eres un gran héroe, campeón".

—Gracias —habló Chris—, ¿Por qué hablo solo?

"Tal vez algún día lo comprenderás".

Cerró la ventana. Se acostó y se tapó con la sábana con una gran sonrisa, otra vez esos mensajes, a nadie la ha dicho lo que veía porque lo juzgaría loco, pero se sentía muy querido, además, los adultos le dirían: "sí que tienes una buena imaginación, pequeño". Eso lo hacía echarle ganas a la escuela para poder salir del orfanato, y sí quería realmente conocer el mundo algún día.»

Termina el recuerdo.

Ahora que sabe toda la verdad, y todo no era parte de una ilusión óptica. Él ahora con desesperación miraba el cielo esperando como siempre un mensaje como cuando era niño, ahora todo era normal. Chris pensaba que desde que cumplió la mayoría de edad, aparte entró a la Facultad de Ingeniería Civil, las grandes luces no mostraban nada más que su brillo nocturno.

—Vamos padre, dime algo —susurra con desesperación, cierra los puños en el césped, arrancando las pequeñas hojas de la vereda—. ¿Por qué no me hablas? ¿Qué hice?

—Chris...

Chris se sobresalta. No recordaba que a su lado tiene a una persona. Ella lo mira con curiosidad como si intentara averiguar algo leyendo la mente, pero él no estaba seguro si tiene esa habilidad. Dafne levanta una ceja, luego desvía la mirada hacia el cielo, y comenta:

—Esperas un mensaje de tu padre, ¿verdad?

—Sí. Antes me daba mensajes con las estrellas cuando era niño —responde con sinceridad—. Pero ahora creo que me ha abandonado. —suspira—. No entiendo, ¿no me quiere?

—Pueda que sea porque eres un adulto. Los dioses cuando sus hijos crecen, es decir, son mayores de edad, ya no están al pendiente de ellos —explica la ninfa, se gira para mirar a Chris a los ojos—. Bueno, hay padres que no se hacen responsables de sus pequeños —Chris parpadea sin entender nada—. La otra posibilidad que es siempre es lo primero que mencioné.

Chris observa a Dafne con mucha atención. Ella se limpia una lágrima, pero deja de verla para fingir que no vio nada, porque si lo descubre lo hace puré. La curiosidad de Chris es bastante grande, sin embargo, no la iba a interrogar ni incomodar.

Los dos ven hacia el cielo con la esperanza de que Zeus se apiadara de él o más bien se dignara a darle al menos unas palabras de aliento. Nada. Ahora comprende que nunca lo quiso.

—Debes tener paciencia —habla Dafne sin mirar a Chris—. Tal vez, en estos días te mande un mensaje.

Chris se pregunta, ¿qué sucede por su cabeza en este momento?, al observarla le daba demasiadas ganas de preguntarle muchas cosas. Él sabe que no dirá nada de su pasado, pero del suyo, ¿podrá?

La conspiración del Olimpo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora