Relato N° 01: La Ultima Segunda Noche

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Me siento mal, frustrado, enojado. Me siento bien, en paz, con alivio

La relación con Virginia no está prosperando, tampoco creo que tenga futuro. Estamos muy lejos y de una forma literal también. Tal vez no somo tan especiales como creemos. Quizás solo seamos unos chats calientes, unas cogidas esplendidas, una lujuria interminable que se reduce a eso, algo interminable pero que no está bien.

Recuerdo que habíamos peleado ayer, crisis existenciales le llaman, ¿me pregunto qué es eso? Estaba enojado conmigo mismo, quería escapar, volver a esas noches en que me perdía en mí mismo con alguien más. Que otra cama le dé a mi cuerpo el calor que le falta para sentirse bien.

Me textea, sí, siempre hay alguien para salvarme, rodeado en esta vida de gente que me malcría y me mima. Un afortunado de tenerla, entre mis piernas y en mi corazón. No preguntes como nos conocimos, porque esa es otra aventura distinta. Solo se que ella es una perra en la vida, una bruja en tu inconsciente y una salvaje en la cama. Diría una ¿wild bitch witch?, una amiga más o una menos, dependiendo de cómo la quieras tener, igual ya no importa a estas alturas. Salgo de caza y de casa, me tomo el tren desde Lemos – SAN MIGUEL hasta Federico Lacroze – CHACARITA. Vacilando unos 50 minutos, bajo, tomo el subte hasta Carlos Pellegrini - CABA. Miro al Obelisco y la gente pasarme de lado, admiro la noche. Espero el micro en el Metrobús, llevaba hora y media de viaje. La ansiedad me recorría el cuerpo, así que fui leyendo un libro, necesitaba enfocarme. 3h horas de viaje después había llegado a destino.

Me volví a desesperar cuando baje del micro y no estaba, espere y espere, mientras el viento me pegaba en la cara, no estábamos más en la zona de countries, estábamos en el hood, en el barrio, donde los giles te zarpan la gorra para quemar humo en la esquina. Llego y todo fue risas, fui a conocer su casa, bastante grande y modesta. Reviso los ambientes, pruebo ese sofá que lo veía tan cómodo.

Ella se estaba maquillando porque ese día había fiesta en su casa. Cumplía años su mejor amiga y le había prestado casa para una "joda". Revise la heladera y madre mía, ese alcohol para reventarse la madre. Charlamos bastante, le conté un poco mi frustración y luego me olvidé. Estando ahí no valía la pena recordarme de nada, ¡yo fui a olvidarme y empecé a hacerlo!

Ella se cambiaba y la miraba de reojo, el jean entraba apretado en ese culo. A través del espejo ella me miraba a mí, se sonría y se terminaba de acomodar. Nos reíamos cómplices de nuestro amor fugaz. Fui a recibir a la gente, el hood se metía a la casa, empezaba la música a vibrar en cuerpos latentes de adrenalina, feeling y alcohol.

Empezaron los tragos y nosotros estábamos en la cocina, ella la host, la dueña de casa en prestar el lugar. ¿Yo? ¡Un simple invitado más! El barrio entero pasaba por al lado mío, mirándome de reojo, rompiendo la sequedad de las miradas con el alcohol. Rechace todo y cuantas miradas recibía de ellos, más fruncido era mi ceño. Ella se moría por unirse a esa comparsa vibrante de alcohol que pasaba de mano en mano, pero se aguantó y me ofreció tomar unos mates.

Nunca nadie había visto a dos personas tomar mate en medio de una fiesta, pero estábamos ahí, fumando y mateando mientras la música reventaba en nuestros tímpanos, mientras incluso la bebida se adueñaba de los cuerpos vecinos. Ella quería drogarse, perderse en sus pensamientos, la noche no sentaba bien y se quedó dormida. La llevé a la cama y me hice cargo del asunto. Fui al comedor y veía a esas mujeres rebotar culos encima de los miembros de esos hombres, un auténtico perreo por parte de las mujeres. Mire por fuera de la casa, veía a parejas cortejarse en la violencia de sus besos. Debajo de los árboles o en las esquinas donde apenas llegaba la sombra. Sus manos se aventuraban más que sus bocas, en medio de la fiesta, con el alcohol y las luces apagadas el límite esta donde lo quieras poner. Veía las primeras borrachas apenas sostenerse en la puerta del baño, incluso una tenía una marca de zapatilla en la nalga derecha. ¿Cómo había llegado eso ahí? Estaba perdido en medio del descontrol, besos, abrazos y más alcohol pasando a mi alrededor, de repente quería involucrarme y no sabía por dónde.

Cuerpos ImperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora