D i e z

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¿Alguna vez se han encontrado en esas situaciones donde sólo pones una sonrisa y finges que no estás incómodo?

Pues justo así se encontraba Han en esos momentos, totalmente incomodo mientras sus “compañeros de trabajo” se habían sumado a su almuerzo gracias a su madre. Y sí, ella les había llamada e invitado a sentarse junto a ellos, ignorando a propósito las miradas de advertencia que su hijo le había dado.

Ellos por su puesto no le habían rechazado, dudaba el si era por el hecho de que era una invitación de la madre de su jefe, o sólo por buena fe.

— Es extraño verle fuera de la oficina, señor. - era la rubia de hace unos momentos.

Esas eran las razones por las cuales no lo hacía, odiaba el hecho de convivir, forzosamente, con sus compañeros.

— Sí, bueno, ya sabes, de vez en cuando hay que salir a la luz solar... supongo. - lo último lo dijo más para sí mismo que para ella.

— Bueno, podríamos aprovechar esta reunión improvisaba para mostrarle esto. - ahora era otra chica, a ella sí le conocía, se llamaba Soohee. - Pensaba dejarlo con su asistente, pero ya que estamos.

De su bolso saco un folio, donde supuso que gustaba todos sus diseños hechos a mano. Admiraba a la chica por su talento, el esfuerzo que ponía en plasmar su arte a mano y luego digitalizarlo. Debía admitirlo, eran buenos, había plasmado muy bien lo que había pensado.

Pero eso no era lo que le incomodaba, sino la persistente mirada que prácticamente le taladraba la nuca, y no necesitaba voltear para saber de quién se trataba.

Él estaba allí, con sus rebeldes cabellos oscuros, junto a sus piercing y seguramente una mirada desafiante. Podía oírle, estaba conversando con uno de los chicos que venían con él, antes de que su madre le obligara a unirse a ellos, y hablando de ella, no paraba de verlo, y luego a él, como alentándole a hacer algo, él sólo se limitaba a poner los ojos en blanco.

Necesitaba un método de escape, pero tenía que ser lo suficientemente bueno para ni su propia madre se diera cuenta de que trataba de huir, aunque la dicha era el cómo pensaba hacerlo sin levantar sospechas de alguno de los presentes.

En un ataque repentino se le vino a la mente algo, y sin rechistar lo hizo, se inclinó a intentar coger una de las servilletas que estaban en el centro de la mesa, y por “accidente”, tumbó su vaso de jugo encima de sí mismo, lanzando una maldición en voz baja para disimular mientras se ponía de pie. Todos habían callado en ese momento y le veían sorprendidos, de seguro se veía ridículo con una mancha de jugo de frutas en su pantalón ejecutivo, pero debía arriesgarse por el bien de la patria.

— ¿Te encuentras bien? - preguntó su madre al verle en esas condiciones.

— Sí, sólo es una simple mancha creo que iré...

— Tengo una toalla, puedes usarla - le interrumpió la rubia antes de continuar excusándose.

— No, no, tranquila yo estoy....

— ¡Tengo un cambio de ropa en el maletero, puedo...! - intentó interrumpirle otro.

— No, no es necesario, yo puedo....

— ¡Llamen un camarero para que limpie todo estoy, y de paso ayude a Han! - esta vez fue DoJin.

— No señor, sólo es una mancha, se cae con agua...

— ¡¿Puede alguien traerle algo a mi hijo?!

De acuerdo, en ese momento Han tuvo que tomar una gran bocanada de aire antes de contestar, de lo contrario hubiese explotado allí mismo, y de seguro se le hubiese ido de más la lengua con el asunto.

— ¡Ya, tranquilos, estoy bien! - alzó un poco la voz para que todos le prestaran atención esta vez. - Sólo iré al baño, me lavaré yo mismo - esta vez le lanzó una mirada a su madre, sabía que querría refutar. - Y volveré al terminar, ahora, si me disculpan.

Y sin esperar respuesta alguna, limpió sus manos con la servilleta que había cogido en un principio, dedicándole una disculpa a su jefe antes de retirarse de la mesa, asegurando que volvería pronto.

Aunque eso no fuera del todo cierto.

Cero a la IzquierdaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora