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Capítulo V
Canciones para el capítulo:
Here with me - Susie suh
The night we meet - Lord Huron

"Melancolía de cereza"

Sus pequeños pies se hundían en la arena cuando dejaba de brincar, saltaba de un lado a otro como un pequeño ciervo; mientras esa sensación le llenaba el pecho. Tras él había huellas más grandes que seguían su rastro; corría, pero no asustado, sabía que si era alcanzado solo sería recibido por los brazos de su madre, y así fue. Su pequeño cuerpo fue atrapado por unos suaves brazos, y recibido por una cálida risa.

—¡No tan rápido!, mi pequeño metiorito

Metiorito.

El pequeño había escuchado salir esa palabra de la boca de su madre cientos de veces, junto con la otra palabra desconocida para él "Júpiter", pero seguía sin comprenderla del todo; siempre que preguntaba la razón del porqué, obtenía la misma respuesta.

Algunas veces las cosas más hermosas no son puestas en la tierra, mi metiorito.
Mira al cielo y te darás cuenta de lo afortunados que somos, al no poder alcanzar las estrellas. Somos afortunados al no poder dañarlas.
Mi pequeño metiorito, jamás permitas que alguien dañe las estrellas de tu cielo.

Claro que aún era pequeño para comprenderlo, pero con el paso del tiempo comprendió. Y fue así como comenzó la búsqueda por su Galileo, por la paz que tanto anhelaba.

Tenía la esperanza de encontrar la paz que le faltaba, desde que de su cielo se marchó una estrella.
Ahora sus pies seguían hundiéndose en la arena, pero ya no eran pequeños, y tras ellos no había huellas más grandes; era algo que le aterraba, el no encontrar más huellas que seguir. Hasta que las encontró.
Había encontrado quizás a la estrella más grande, ahora perteneciente a su cielo.

Las olas parecían detenerse al chocar contra su cuerpo, la brisa colorear su piel de un tono champán y las estrellas derretirse. No era de extrañarse, poseía una belleza de la que el cielo estaría orgulloso, cuándo a éste le comparaban con un ángel.

Fue un encuentro pequeño con miradas danzantes por ambos cuerpos, y que por accidente los había unido a ambos cielos.

Había encontrado la paz entre aquel mar de cabellos castaños, y en la marea de sus pestañas al dormir. Era capaz de dejarse llevar por sus vaivenes, seguir sus huellas incluso cuando juraba que ambos estaban perdidos.
Y aunque la paz se marchase algunas veces, amenazando nunca volver, esta siempre regresaba con dulces lamentos. Era duro el pensar estar atado a alguien, que le hiciera sentir a las estrellas de su piel consumirse por melancolía; puesto que cuando esto sucedía, sentía que era una deshonra para la dulce voz de su madre.

Esta vez la paz parecía burlase gustosa de él, prometiendo volver cuando era evidente que no lo haría. Había seguido sus pasos, ignorando las súplicas de las estrellas, que le pedían detenerse, salir de ahí y volver a dónde pertenecía. Las había callado por más de un mes, hasta qué sintió el dolor de su corazón volverse más que un simple sentimiento insípido; ahora el dolor era físico.
Dedos marcados al rededor de su muñeca, acompañados de pequeñas manchas azuladas contra su pecho.

Había permitido que alguien alcanzara las estrellas de su cielo.

Estaba desorientado, sin importar que supiera exactamente a dónde se dirigía. Corría al igual que cuando era pequeño, con la diferencia de que estaba aterrado de ser alcanzado por las huellas.
Se detuvo cunado pudo sentir el cambio de textura bajo la suela de sus zapatos.
Caminó hasta sentarse lo suficientemente alejado para apenas ser rozado por el agua salada.

En el momento que sienta que te amo más de usual, tomaré un lápiz y escribiré algo con todas las letras de tu nombre, y como prólogo relataré cómo entonces, me perdí en todo el amor que te tengo

Buscaba con ojos acuosos un espacio en blanco, para poder relatar su último escrito.

Melancolia de cereza.

He terminado, mi sol. Mi luz se ha acabado.

¿Estoy siendo arrogante?, Si es así, lamento decirte que en todos estos años te he amado de la misma manera. Jamás pude amarte más, pues siento que desde un principio te amé demasiado.

He dejado pequeñas cartas por toda tu piel, espero y puedas leerlas. Lamento que tú hayas dejado cenizas sobre la mía.

Siento deseos de tener rencor por tus actos, pero sigo embriagado por tu tacto, besos y suspiros de cereza. ¿Es acaso esto eviterno?, O la marea borrará todo detalle tuyo.

Si es que quedas grabado en mi piel, te suplico que no causes penumbra a mis anhelos.
Si es que hay vida después de perderme en mi cielo, no busques mi huellas, trataré de no topar con las tuyas; encuentra un cielo donde brillar, y yo encontraré a mi Saturno.

Antes de perecer, mi querido sol. Recitare para ti, como entonces me perdí en todo el amor que te tengo, en lo que mi corazón y cordura, conocen como "la guerra de ambos cielos".

El mundo grita por mí, puedo escucharlo. Aclaman al querido metiorito que abandonó su cielo antes de tiempo.

La marea arrulla mis versos con sus vaivenes, dejando a mi boca incapaz de recitar algo más que un "he llegado".
Hay pequeñas gotas por todo mi rostro, algunas escapan de mis ojos, y otras simplemente resbalan libremente por todo mi cuerpo.
Mi corazón late lento, y he quedado hipnotizado por la gran luna conpaciente frente a mí. No me mira con recelo, tiene los brazos abiertos, está lista para recibirme cuando me hunda y logré mudarme de cielo.
Al contrario de la arena, que grita mi nombre con ansias, para tratar de convencerme de quedarme.

Debo irme, quiero saber si hay diferencia entre aquel mar sobre mi cabeza y el que está frente a mí, quiero saber dónde termina y comienza otro, déjame saber, te lo suplico, si hay diferencia entre esa inmensa oscuridad y los astros que alguna vez cantaron para mí

La arena gritaba con aquella voz, que alguna vez le prometió amor. Lo miró marcharse y contempló con amargura en los ojos, como su piel se quedaba vacía de color.

El agua helada le despertaba los sentidos que aún le quedaban, arrebatando la arena que con celos se aferraba a su cuerpo.
Flotaba fuera de sí, quedándose dormido a causa de los vaivenes.

Un punto blanco, flotando de aquí para allá, sin pulso alguno y con los sueños atados a los tobillos. Con los mechones de cabello esparcidos alrededor de su cabeza, las pestañas fundidas a sus mejillas y sus manos aferrándose a su torso.
Su boca dejó de temblar, y su respiración dejó de ser algo por lo cual preocuparse.

Su pálida piel se hundió entre las estrellas, tenía razón, no había diferencia entre ambos.

Se perdió.
Entre el límite que define el océano con el cielo.
Se perdió buscando la paz que tanto anhelaba.

Le escribí a mi amado con miel y cervezas. Y me adorne las penas con una cubierta negra.
Desgraciadamente he amado más que mis anhelos.
Quién recitó la más grande historia de amor, se perdió el encuentro fugaz entre el Sol y Júpiter.

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Hola, eso fue todo.
Con este capítulo le doy fin a esta pequeña historia. Me alegra poder terminarla, irónicamente siento que es la más grande que he escrito, siendo que tiene los mismos capítulos que "el jardín de tus flores".
Bueno, espero y te haya gustado; me ayudarías votando y recomendando la historia.
Nos vemos luego.

Por cierto, por favor, no permitan que alguien les haga daño de ninguna manera. Si estás en una relación tóxica, siempre habrá una salida, recuerda que la persona por la que debes sentir más amor en este mundo, eres tú.
En esta historia sólo he tratado de escribir el como una relación va en decadencia, hasta llegar a lo que creo puede ser lo más trágico.

Cuida de ti, mi metiorito.

Lamento cualquier error ortográfico.

El diario de Jungkook | Taekook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora