Los colores de tu amor || Joerick-Oreo.

Parte uno²: Su voz en la multitud.

Richard:

Todos ellos parecían tan valientes, tan fuertes, ¿Por qué yo no podía ser así?

Ví al comandante salir del palacio, mirando con odio a cada uno de ellos. Era una multitud gigantesca y él no parecía tener miedo, sólo asco. No dijo nada y sólo siguió observando.

Yo miraba atento también, para detener a quien intentara cruzar. Por milagro, supongo, no se notaba que mis piernas temblaban. Yo era nuevo en esto, y realmente, ni todo el entrenamiento del mundo me hacía más fuerte, o inteligente para decidir cuando alguien se atreviera a actuar más allá de lo que hasta ahora hacían, lo que debía hacer al respecto.

¿Acaso debía dejarlos desquitar su coraje, o debía lastimar a personas como yo por pedir algo que cualquiera desearía?

No es fácil no tenerte miedo a tí, y mucho menos, no temerle a tantos como tú.

Escuchaba muchos gritos, veía varias pancartas. Algunos altavoces estaban prendidos y yo sólo apoyaba internamente lo que veía, leía o escuchaba. Todos tenían derechos, todos debían ser libres.

Pero de pronto, algo, o más bien alguien llamó mi atención. Una voz aguada gritaba, temerosa. Esa vibración era muy reconocible para mí, aquel chico estaba nervioso y apenas tenía la voz para gritar, pero poniendo atención a lo que decía, estuve totalmente de acuerdo y, con mucho esfuerzo, logré no sonreír.

Busqué y busqué con la mirada, hasta que un castaño cayó frente a mí, y aquella voz se apagó.

— ¡Aléjate o nos verémos en la necesidad de alejarte por las malas! —le gritó el comandante y el chico, asustado se levantó.

Pero ya no podía meterse entre los demás, por lo que sólo retrocedió lo más que pudo y, al ver que el comandante se iba bufando y riendo por su miedo, levantó la mirada, encontrándose con la mía. Apenas le sonreí levemente, creí que no lo notaría, pero me equivoqué. Él me sonrió de vuelta, una sonrisa gigante y perfecta, era lo que pediría ver antes de morir.