Sentada en su silla, con las manos recargadas en la mesa, Ana prestaba atención a la clase. Toda la diversión quedó atrás. Ella era así: siempre que se trataba de la clase tenía que olvidarse de todos sus amigos y de pensamientos irrelevantes. Por eso, ella siempre sacaba los mejores promedios.
No había una persona que lograra que ella desviara su mirada hacia otro lado que no sea el de la pizarra. Por ende, ella era la favorita de todos los profesores.
Pero ella no lo hacía por el agrado de los profesores, sino por el agrado de ella misma. Sin embargo, todos sus compañeros no creían en esas palabras. Estaban celosos de alguien mejor que ellos. Siempre debía de haber alguien del que se deba estar celoso.
***
Todos se estaban cambiando de salón para tomar otra materia. Mientras todos se acomodaban y esperaban al profesor, Ana se puso a leer una novela sobre una chica de la mitología nórdica. Freya. Era una libro bastante interesante. Pero, al estar tan adentrada en el libro, no se percató de la llegada del maestro.
Todos se encontraban en silencio y en sus respectivos lugares, esperando las ordenes del profesor. Pero éste no despegaba la vista de Ana. Tan profunda que Ana pudo sentir que alguien la observaba. Y cuando ella levantó la vista, ahí estaba el profesor, con una mirada de desesperación.
ー¿Ya terminaste, Ana? ーpreguntó el hombre con una voz profunda.
Ana asintió a modo de respuesta.
El profesor, Sebastián, se sentó con pesadez en su silla y comenzó a sacar libros y cuadernos de su maleta, preparándose para dar inicio a la clase.
Español.
La clase no era la favorita de todos, pero era esencial pasar esa materia pues, de otro modo, reprobarias.
Ana también sacó sus materiales. Y el resto de la clase lo hizo igualmente.
El profesor comenzó a hablar y así, empezó la clase.
Y pasados unos cuantos minutos, cuando Sebastián ya había dejado un ejercicio a resolver, Ana retomó la lectura.
ーSupongo que ya habrás terminado el ejercicio, ¿no? ーdijo el profesor cuando volteó a ver a sus alumnos y, entre ellos, se encontró a Ana leyendo de nuevo.
Ana correspondió a su mirada.
ーSí, así es ーcontestó sin soltar el libro. Al parecer alguien dejaba de ser la favorita de uno de los profesores.
El hombre se levantó y se acerco a ella.
ーUna pregunta, Ana. ¿Acaso sabes quién se robó mi celular?
ー¡¿Qué?! ーdijo Ana inmediatamente. No creía que un alumno sería capaz de robar el celular de un maestro. Eso era ir demasiado lejos. Y más aún cuando se le inculpabaー. Perdón... ¿Usted me está...? ¿Me está inculpando?
ーSí, así es. Alguien por ahí me dijo que te había visto tomar algo de mi maleta. Ese celular esta desaparecido desde hace una semana ーcomentó el maestro sin tener evidencias. Pero el pobre hombre estaba desesperado por encontrar su teléfono.
Ana, entonces, comenzó a enojarse. No le gustaba que le dijeran cosas que no eran ciertas. Le daba rabia.
ーPero, profesor, no puede decir eso ーdijo Ana para salvar su pellejo ー. No tiene evidencias.
ーNo importa.
ーNo, claro que importa. No me gusta que me culpen de algo que ni siquiera hice. No me había enterado que yo había robado su celular. No sabía ーrespondió Ana haciendo del sarcasmo un arma.

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Pequeñas historias de adolescentes
ContoSucesos de la vida que le puede pasar a cualquier adolescente o por lo que un adolescente está pasando. Con diversos finales desde lo feliz a lo triste. (Ninguna historia se relaciona).