Abrumado entre recuerdos

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(Desde Sebastian)

Justo ahora estoy abrumado entre recuerdos dolorosos que no me dejan continuar y sólo me hacen abrazarme a los abismos de una dulce muerte prematura, algunos dirán ¿Porque te has ido con un completo desconocido?, pues la respuesta es muy sencilla... ¡Cualquier lugar es mejor que la casa de mi padre!, aun si el chico que me acogió resulta ser un asqueroso ser retorcido, estaría mejor con el que con mi padre y hermanos, ellos consumían mi vida y cuerpo con cada roce de piel que daban a mi ser gracias a que me vendían como si fuera un juguete para morder a perros callejeros que solo deseaban saciar sus ansias lujuriosas.

Recordaba cada uno de los rostros de aquellos hombres que tomaron un poco de mi con cada embestida que dieron dejandome hecho trizas, miles de pedazos que no podrían ser reconstruidos ni ahora, ni nunca; recuerdo los gritos de mi padre y su asqueroso olor a alcohol barato que lo dejaba inconsciente sobre el pequeño sofá café, a mis dos horribles hermanos que hacían uso de mi cuerpo también. Las drogas que consumí y los placeres que encontré en ellas, ilusiones perfectas que me mantenían alegre, nervioso y con ganas de mas durante un tiempo, mas cuando acababa su encantador y envenenante placer volvía a mi lugar caótico donde no encontraba calidez o afecto alguno, solo dolor que me hace gritar internamente que no puedo mas.

Los recuerdos se apoderaban de mi mientras era conducido al interior de aquella cabaña de aspecto descuidado, pude oir la voz de aquel chico decir.
—Sientete libre de ver lo que quieras.
Entonces comencé a merodear poco, mire con detenimiento cada detalle del interior, lo primero que veías era un angosto pasillo oscuro que conducía a lo que parecía ser la sala de estar donde había un viejo televisor y un DVD, junto a un sofá de tamaño medianamente grande donde bien cabían cuatro personas robustas, luego estaba la cocina, totalmente hecha un desastre, había platos sucios llenando todo el lava platos, realmente no había mucha diferencia de eso a la de lo que era el lugar  donde vivía, si a eso se le llama vivir, luego estaba un baño que contaba con tina, un espejo que se abría para dejar ver un botiquín de primeros auxilios, junto a algunos medicamentos extraños que realmente me importaban poco, el azulejo era azul celeste con tonos pastel de este mismo, la luz blanca era realmente hermosa al tocar aquellos tonos, luego estaba otra habitación, donde había un catre bastante mal cuidado, incluso esa habitación estaba algo descuidada, las paredes estaban sucias y el papel tapiz comenzaba a desprenderse de algunas zonas haciéndome suspirar, yo quería ese cuarto para mi pues combinaba bien con lo asqueroso y sucio de mi ser. No me di cuenta cuando el se acercó y recargo sobre el marco de la puerta, yo estaba dentro de aquel cuarto que contaba con una pequeña ventana la cual abrí levantando el polvo que me hizo toser de forma ligera.
—¿Ya terminaste de curiosear?.
Me preguntó mientras su mirada azulada se posaba en mi oprimiendome con ella, lo mire y suspire pesadamente
—No realmente...
Respondí sin mucho afán, solo para recargarme sobre el filo de la ventana mientras aquel chico se acercaba a mi, realmente era algo incómodo que sus pasos no se escucharan conforme avanzaba.

Después de hablar un poco sobre lo mucho que me atraía esta habitación y si podía o no hacer uso de dé ella decidió que era un buen momento para mostrarme algo, tomó mi muñeca oprimiéndola provocadóme un ligero alarido de dolor pues tenía aquella herida que yo mismo me había provocado, caminamos de esa manera por las pequeñas escaleras que daban a un ático que estaba totalmente a oscuras, encendió algunas luces y entonces entramos a un cuarto donde había un penetrante olor, no sabría decir con exactitud que clase de aroma era, sólo que daba nauseas, contuve las ganas de vomitar e intente respirar lo menos posible.

Lo que me mostró en aquella habitación era un estudio de arte aparentemente, había brochas, lienzos, pintura, lápices de colores múltiples y demás cosas que se usan para hacer arte, recorri aquel estudio con una ligera sonrisa, ahora podía entender un poco del porque su hogar estaba tan alejado, debía ser uno de esos pintores extraños que buscan estar en completa soledad pues eso les da inspiración.
—Entonces eres pintor...
Dije con tono neutral en la voz, a lo que el respondió con claridad y serenidad
—Y uno muy bueno ~
Alardeó ligeramente mientras sonreía e inhalaba profundamente, no entendía como podía gustar de un olor tan asqueroso.
—¿Que es ese olor?... Realmente huele a que debe ser limpiado todo este lugar.

—¿De que hablas?, ¡Si huele demasiado bien!, es el olor al material mas hermoso que hay para pintar, de echo es el material por el que soy mas reconocido.
Dijo con molestia en la voz haciendome retraer, entonces saco de alguna pare un enorme bote de pintura que era el causante de aquel mal olor
—Acercate a mirar.
Ordeno con sonrisa de apariencia amable, suspire pesadamente y entonces me acerque mientras el abría aquel bote, estaba repleto de pintura vieja o algo así, tenía un color bastante peculiar que nunca antes había visto, era un rojo quemado que parecía brillar azul aunque realmente olía mal el color era precioso, ahora entendía porque se molesto por mi comentario inoportuno.
—Puedes quedar te con la habitación…
Dijo con tono neutral y yo sonreí ligeramente, estaba conforme.
—Muchas gracias, creí que dirias que no o algo así.
Comente mientras miraba lo que hacia antento
—Ni hablar, la habitación es toda tuya, de cualquier manera no la uso.
Dijo para luego caminar conmigo fuera de aquel lugar, me llevo a otra habitación bastante iluminada, parecía que esa era su habitación, tenía un ligero desorden de libros, hojas, lápices y basura de evidentes snacks, vaya que tendría trabajo por hacer, no me quedaría con ese desastre por mucho tiempo.

—Oye… Bueno ¿Como te llamas?, no me parece justo que tu si sepas mi nombre y yo no el tuyo.
—Que descortés e sido al traerte a mi hogar y no decir mi nombre.
Respondió sarcástico para luego decir
—Me llamo Daniel…
Ese nombre resonó como como campanadas en mi interior, Daniel, el nombre de mi salvador.

Es más fuerte mi necesidad de abismos, mi obsesión por las sombras y el vértigo de la caída expuesta, que las ganas mismas de seguir.

—R. Israel Miranda.

Red. El rojo de la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora