Parte 1 Sin Título

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La nube de polvo cubrió la zona a la redonda de tres contenedores antes de que una nueva explosión se escuchara, abriendo la cortina de pólvora dos figuras salieron corriendo, resguardandose de la inminente destrucción. Superboy cayó de bruces una vez se localizaron lo suficientemente lejos y entonces, atónito, fijó la mirada a los tres pisos del almacén que se tambaleó antes de comenzar a resquebrajarse; sin duda la misión había resultado más ruidosa de lo que en un principio se había previsto, pero gracias a las rápidas ideas de Robin, había resuelto exitosamente aquel contrabando que se venía realizando entre una dimensión y otra. La sustancia que se traficaba había resultado ser cargamentos insólitos de azúcar, pero una droga era una droga sin importar la presentación de esta así que lo único que pretendían hacer era romper la puerta de acceso a esta dimensión y dejar a las pequeñas criaturas adictas a la sacarosa buscar otro mundo con sus azucares y derivados; sin embargo, después de que las cosas se les salieran un poco de control ambos terminaron envueltos en más líos de los que sanamente debían enfrentar.

Robin jalaba de aquel frío y, efecto de la explosión, contaminado aire que se presentaba en los muelles de Metrópolis. Una vez repuesto de su pasajero ahogamiento desvió la mirada a su compañero que aún permanecía en el suelo mirando los bonitos fuegos artificiales y los diminutos copos blancos que caían.

Cuando Superboy se percató del observamiento, se volvió y lo enfrentó. Ambos rieron a mandíbula abierta al contemplar su aspecto. ¿Quién diría que tanta destrucción y problemas solo por azúcar refinada y morena?

─ Ahora luces justamente como te soñé la otra noche.

Robin rio aun más fuerte al escuchar el comentario, sabía a qué sueño se refería y aquello solo aumentaban su buen humor de aquella tarde de junio en la siempre alegre ciudad de Metrópolis.

─ Ojalá fuera nieve y no azúcar lo que cae en tu cabeza, pero creo que esta bien─ el chico maravilla miro la hora y pareció satisfecho al comprobar que tenían mucho tiempo por delante─ Pennyworth tiene todo lo necesario para sacar la sangre de la ropa, pero no estoy seguro de que sepa cómo manejar azúcar pagada.

─ Yo me encargo─ Superboy quito un poco de azúcar que había quedado sobre el hombro de Robin, a cambio, este quitó suavemente pequeños cristales que Jonathan se había embarrado sobre la mejilla, usando su pulgar enguantado quito la mayor cantidad que pudo─ vamos a encargarnos en casa antes de que a Alfred le dé un ataque.

Damian sonrió conteniendo una nueva carcajada a tiempo para que la llegada de Superman no lo avergonzara. El padre de Jonathan parecía sorprendido por la nieve blanca, café y negra que cubría los metros aledaños; miro como su hijo seguía sonriéndole a su amigo y como este se sacudía el cabello. Bajo lentamente conociendo lo que había pasado y porque había pasado, Robin le explico brevemente cómo las casi 500 toneladas culminaron en el aire de los muelles, dado que el saldo era blanco y el objetivo estaba cumplido, no hizo más que sonreír y animarlos a irse a casa. A pesar de que Damian y Jonathan ya tenían los 21 y 18 años respectivamente, Superman los seguía "consintiendo" (como le reprendía Batman) de ayudarlos a limpiar los pequeños destrozos que algunas veces -ya muy pocas en realidad- solían causar.

Jonathan tomó en brazos a su amigo y salió volando en dirección a su casa; mientras Kal revisaba con su visión de rayos X que el portal no tuviera posibilidad de ser usado nuevamente imagino la cara de resignación de Lois cuando viera que el cabello y ropas de los chicos era jarabe. Salió en escena cuando un par de varias patrullas arribaron.

Una vez terminó de tratar aquel asunto dulce y algunos cuantos más que se le fueron presentando en el transcurso de la tarde y noche fue que por fin Clark se dispuso a descansar. En la cocina su esposa terminaba de escribir un artículo que Perry le había solicitado en último momento, en la sala su hijo y amigo -ya limpios de néctar azucarado- jugaban algún videojuego que seguramente Damian había llevado, sobre el regazo de este la cabeza de Jonathan y de Kripto descansaban.

SÚPER SENTIDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora