Capítulo 5 "Citas con café"

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Los años pasaron, como era de esperar, Ian y yo nos mantuvimos en contacto como habíamos acordado antes de su partida, pero jamás nos imaginamos lo difícil que sería.
Entré sus clases y el nuevo horario al que debía adaptarse en Inglaterra,  hicieron que poco a poco fuera cada vez más y más difícil contactarnos.

Durante los primeros 2 años, fue "sencillo", él lograba reservar momentos para poder charlar por llamada telefónica o por mensajes, pero entré más tiempo pasaba, menos tiempo para hablar teníamos ambos, pues yo, ahora tenía nuevos compromisos y tenía un horario.
No era sorpresa que en algún momento mi madre me inscribiría en una escuela, ella deseaba que estudiará y conviviera como cualquier otro niño, me llevó un tiempo acostumbrarme a lo que era la escuela y a todas las personas que había. A pesar de que tenía escuela y obligaciones en casa, me era mucho mas sencillo conseguir un poco de tiempo libre, que a Ian.
Y sin quererlo, cada vez eran menos frecuente nuestra comunicación, las llamadas dejaron de llegar, los mensajes se volvieron escasos, hasta que lo inevitable ocurrió, nos distanciamos por completo.

El tiempo no se detuvo a por nosotros, sin darme cuenta pasaron 12 años, ahora era un adulto de 21 años, mi vida había tomado ya un rumbo nuevo, era triste que perdiera a quien había sido mi único amigo y la única persona que sabía de mi secreto, pero tenía que seguir con mi vida aunque me doliera dejar en el pasado una amistad tan valiosa, aunque aún tuviera una pequeña esperanza de volver a verle , no podía seguir aferrado a un "quizás".
Al final de cuentas la escuela no fué tan mala como pensé en un inicio, si, no era el más sociable pero era bastante interesante, la educación de los humanos era un poco primitiva, la forma en la que miraban el mundo y a ellos mismos, era todo tan diferente y tan parecido a mi mundo, aunque a mi en mis primeros años de educación me enseñaban 8 idiomas, pero, no todo era tan banal, lo que siempre me cautivó era todo aquello relacionado a la literatura humana, no sabía sí era por la forma de escribir de los humanos o la fascinación que me causaba mi madre mientras trabajaba en aquello que la apasionaba con tanta intensidad.
Y como era de esperarse, me decidí a estudiar lo mismo que ella, quien mejor para escribir situaciones fantasticas que una criatura fantástica en carne y hueso.

Mi madre trabajaba todo el tiempo desde casa, escribiendo novelas nuevas o editando manuscritos, a pesar de tener montañas de trabajo, ella siempre lo hacía con una sonrisa en su rostro, siempre eramos ella y yo contra el mundo, su frase más recurrente.
A pesar de haber formado un lazo bastante fuerte con ella durante todos estos años, no logré cumplir aquella promesa que le hice a Ian, nunca encontré las fuerzas ni la valentía suficiente para contarle de mi pasado y de mi naturaleza, el solo pensar que quizás llegará a reaccionar con miedo o peor, con enojó al saber que le mentí por tantos años y que no quisiera que la volviera a ver, me destrozaba, y no, no quería eso, no quería perder todo de nuevo, mi nueva vida y esa madre que me amaba tanto con yo a ella.

Con los años aprendí a saber ocultarle mi verdadero yo a mi madre, aunque,  sentía una culpa que me carcomía poco a poco, al omitir semejante verdad, no deseaba que nuestra vida cambiará, aunque a veces pensaba situaciones de "qué pasaría sí...?" Y,  debo admitir que tengo demasiada imaginación, en veces imaginaba cosas fatales, bueno, al menos para mi.
Pero las cosas estaban demasiado bien como para estropearlo todo ahora con algo que no era del todo necesario que se supiera, aunque yo solo me torturaba.
Sin falta este sentimiento llegaba en algún momento del día, cuando más tranquilo estaba, llegaba a perturbar mi paz, así que decidí que lo mejor era mantener mi mente ocupada todo el día, por lo que busqué un trabajo de medio turno después de la jornada de clases.

El empleo que conseguí era de cajero/mesero en un pequeño café no muy lejos del muelle de la bahía, era un lugar bastante tranquilo y mantenía una clientela constante junto con un ambiente bastante agradable, era el lugar perfecto para distraerme de aquellos pensamientos que me atormentaban sin falta todos los días.

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