Capítulo 9: Banco de esperanzas

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Aquella ciudad era más pequeña de lo que recordaba, pero aun así era hermosa. A veces un lugar parece hermoso tan solo por los recuerdos que te trae, o por lo que ese lugar significa para ti. Creo que por eso dicen que la belleza está en el interior, pero no se refieren a cómo es esa persona, sino en lo que siente, en lo que le hace llorar, lo que le hace reír, lo que le hace recordar. Todos mis recuerdos dolían como un pequeño cuchillo que se adentra en tu piel lentamente pero con fuerza.

Yo seguía a Elisabeth, ella conocía aquel lugar, yo no. Llegamos a un parque y nos paramos, Elisabeth hizo que me sentara en un banco de madera lleno de nombres de personas que probablemente ya ni estuvieran juntas.

-Bueno, ya sabes el plan -dijo ella -, Irene pasará en nada por aquí y se sentará en el banco. Sé que lo hará, lo he visto antes. Ya verás tú lo que le dices, eso es cosa tuya. Miéntele o dile la verdad, tú decides.

-Le diré la verdad, estoy harto de mentirle -contesté seriamente.

Ella asintió con la cabeza y se marchó, dejándome completamente solo en una ciudad que no conocía en absoluto. 

Poco después apareció Irene, no sonreí. Se veía apagada, triste. Probablemente yo también daba aquella impresión. Se acercó hasta el banco en el que yo estaba y se paró.

-Puedes sentarte si quieres, no te molestaré -le dije en inglés, por supuesto.

Ella miró a los lados y al final decidió sentarse a mi lado.

Notaba la tensión entre ambos, aunque no sabía exactamente el porqué. Me giré y la miré, ella trataba de decidir algo, aunque no sabía el qué.

-Perdona, sé que esto va a sonar estúpido porque seguramente me equivoce, pero ¿eres Louis Tomlinson? -preguntó con timidez, sus mejillas se habían teñido de un rosa suave.

Sonreí.

-Sí, lo soy.

Ella abrió la boca y se quedó congelada.

-¿Puedo abrazarte? -preguntó con miedo, después cerró los ojos y rio -. Debes pensar que soy estúpida. Lo primero que le dices a una persona cuando la conoces no es eso, sino un: "encantado de conocerte".

Yo reí.

-Bueno, preguntarle el día a alguien también está bien. Si se hace educadamente, claro.

Ella frunció el ceño, después abrió los ojos.

-¡Louis! ¡Fue real! -y, dicho esto, me abrazó con todas sus fuerzas, al igual que yo.

Al tenerla entre mis brazos sentía que la protegía, aunque en realidad era ella quien me protegía a mí. Ella era la fuerte que aguantaba todo en su interior y yo era el quejica que gritaba a todo el mundo.

Where do broken hearts go? (Louis Tomlinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora