—¡¿Qué hiciste qué?! —gritó Lourdes en cuanto terminé de contarle sobre mi idea sobre contratar a Oliver, haciendo que todos los que estaban en el patio del colegio se den vuelta a mirarnos.
—¿Era necesario que todo el mundo se entere? —la regañé en voz baja.
Ella me miró un momento, como considerando la idea. Entonces puso sus manos alrededor de su boca, a modo de megáfono, y comenzó a gritar:
—¡Escuche todo el mundo! ¡Último momento! ¡La noticia más jugosa de la historia de este colegio de mierda!
Y cuando creí que me delataría frente a todo, sonó el timbre.
Les juro que nunca me sentí tan feliz de oír el timbre de entrada en toda mi vida.
—Salvada por la campana —dijo mi amiga guiñándome un ojo.
Dejé escapar un suspiro, en parte de alivio y en parte de fastidio.
—Sabías exactamente que estaba a punto de tocar el timbre, ¿no? —le pregunté.
—Obvio que sí. Acordate que soy psíquica —contestó orgullosa de sí y su falso don que sí funcionaba de vez en cuando. Entrelazó su brazo con el mío y comenzó a llevarme al aula—. Ahora vamos, que tenemos clases con el Mes-de-septiembre-del-calendario-hot-de-profesores— agregó, refiriéndose a nuestro joven y atractivo profesor de Biología.
Seguramente se estarán preguntando quién era la loca que estaba conmigo. Pues déjenme presentarles a mi mejor amiga desde el jardín de infantes: Lourdes. Pero no se preocupen, su locura no era contagiosa. Yo estaba dieciséis horas al día con ella y seguía siendo normal... creo.
—Creo que es gay —comenté al sentarme en mi banco del hermoso (nótese la ironía) salón de cuarto año, división C.
—¿Quién? —preguntó Lourdes desde el banco de enfrente, emocionada por un chisme, pero en cuanto notó que mis ojos estaban clavados en el profe, abrió sus ojos como platos—. ¡Oh! ¡No te atrevas!
Me quedé mirando un momento al Sr. Leprince. Era un tipo realmente sexy; rubio, bonceado y musculoso. Pero su manera demasiado delicada para moverse me decían que pateaba para el otro arco, ¿si me entienden? Sin embargo, eso era algo que Lourdes nunca querría admitir. ¿Mencioné que mi amiga estaba perdidamente enamorada de nuestro profesor que obviamente era gay?
—Prácticamente tiene tatuada la bandera del orgullo gay en la cara —dije.
—No oigo. No oigo soy de palo con orejas de pescado —comenzó a cantar con los ojos cerrados y tapándose los oídos, como una nena.
—Decime si no se ve como el típico profesor de un manga yaoi —comenté con malicia, con voz exageradamente melosa—. Gastón-Sensei.
—Tenés que dejar esas cosas, Penny. Te están pudriendo la mente —contestó, dando golpecitos en mi carpeta forrada con imágenes de Free! para enfatizarlo.
—¡Nunca! Yaoi is love, yaoi es life —dije, haciendo que ambas nos larguemos a reír.
Pero nos quedamos mudas en cuanto dicho profe Gastón se acercó a donde estábamos nosotras.
—¿Penélope? —me giré e intenté poner mi cara más inocente. Por favor, que no haya escuchado nuestra conversación—. Oliver me pidió que te diera esto —dijo, entregándome un papel, y se fue.
A veces se me olvidaba que Oliver y él eran hermanos. Tal vez por eran totalmente opuestos; mientras Oliver era un amargado antisocial, Gastón era el profesor más simpático que haya tenido. Además de que no se parecían mucho. A diferencia del Sr. Leprince, Oliver era delgaducho, pálido y tenía el pelo oscuro. Raro ¿no? Tener de profesor a tu hermano mayor. Pero, al fin y al cabo, todo en Oliver era raro.
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¿Quién es Augusto?
Teen FictionPenélope es una chica divertida y atolondrada que se encuentra atrapada por los encantos de Augusto, un muchacho que conoció en internet y al que nunca le vio la cara. Por eso, decidió contratar a lo más cercano que encontró a un detective. Y ese es...