—¡Es inaceptable! ¡Una chica golpeando así! ¡Una completa barbaridad! ¡Ese comportamiento... —y así estuvo la señora Pereyra durante la última hora, sentada detrás su escritorio con su cara de momia enojada.
Nos habían llevado a Lourdes y a mí a la dirección, yo en calidad de delincuente y ella como mi abogada; también estaban el Sr. Leprince y un amigo de Facundo, como testigos. Facundo seguía en la enfermería con su nariz rota y sangrante, haciéndose la víctima inocente. Ya me habían amonestado antes por comportamiento violento y no me importaba. Ese idiota me había ofendido, se lo merecía.
—¡Mire! —grité, defendiéndome por primera vez—. Sí, le pegué. Pero él me había insultado a mí y a mi madre. No espere que me comporte como una señorita cuando sus alumnos ni siquiera se comportan como humanos.
—Eso no justifica...
—¿No? —la interrumpió Lourdes—. ¿Quiere que le cite lo que dijo Facundo? Le dijo puta a su mamá y le pidió explícitamente a Penny que le chupe esa cosita que él llama verga.
—¡Ese vocabulario, señorita Sánchez! —exclamó horrorizada la directora.
—A la mierda el vocabulario —gruñó Lourdes. Ella estaba tan o más furiosa que yo. Ella era la única que sabía cómo era mi familia y lo hiriente que fueron las palabras de Facundo para mí—. Usted misma dijo que quien hiciera chistes desubicados durante la charla sería sancionado. Pues Facundo fue quién empezó. Penny le pidió cortésmente que deje de molestarla y él siguió.
—Así fue —dijo Julián, el mejor amigo de Facundo, hablando por primera vez. ¿Por qué todos salen en mi defensa recién ahora?—. Fue Facu quien empezó. Penélope le pidió que parara y él siguió. La verdad es que se lo merecía —agregó encogiéndose de hombros y regalándome una sonrisa.
Me quedé mirando sorprendida al chico que estaba a mi lado. Alto y perfecto. Julián Lorence era sinónimo de sexy. Aunque inteligente y trabajador no estaban entre sus cualidades principales; puesto que había repetido de año. Él debería estar en quito y no en mi curso, al igual que el estúpido de Facundo. Ellos eran inseparables; como Batman y Robin, Coca-Cola y Fernet, culo y calzón... bueno, ya me entienden.
Por supuesto, estaba demás el decir que todas, absolutamente todas la chicas de San Pancracio estuvieron, al menos una vez, enamoradas de Julián. Sólo mírenlo: pelo rubio, sonrisa brillante, cuerpo escultural... Era el típico chico lindo, popular y amable. Todo un cliché. Aunque yo era una rara excepción. Por alguna razón no podía considerarlo como potencial amor platónico. A mis ojos, Julián y Facundo eran el perfecto ship de San Pancracio. Tan unidos, tan distintos. Aunque después de esto me parecía que Facundo era un personaje decente, ni para ser un uke al que le den duro contra el muro.
Pero volviendo a mi juicio...
La señora Pereyra nos miró a los tres, molesta, cansada y fea.
—Eso no quita el hecho de que su comportamiento fue inaceptable —me dijo.
—No le pido que anule mi sanción —le dije, intentando mostrarme más madura de lo que me sentía—. Sé que estuvo mal lo que hice. Pero considero... consideramos —corregí mirando a mis compañeros, sabiendo que me apoyaban—, que Facundo debería llevarse la misma...
—O más —agregó Lourdes.
—Cantidad de amonestaciones que yo —concluí.
La directora siguió mirándonos con la misma expresión fosilizada de siempre. Le dirigió una mirada al profesor de Biología en busca de su opinión, pero Gastón simplemente se encogió de hombros.
—Creo que la petición de los chicos es justa —opinó.
—Qué bueno que ese tarugo también recibió su merecido —exclamó Lourdes mientras salíamos de la dirección y nos encaminábamos al patio.
Habían llamado a los padres de ella para que nos retirasen a ambas -ya que mis tíos no podían venir a buscarme-, al igual que hicieron con Facundo. Así que ahora estábamos esperando que llegaran para ir a su casa para un largo sermón. En realidad no me molestaba, prefería el sermón de la señora Sánchez que la soledad de mi casa.
—Dulce justicia —suspiré.
—¡Penny! Penny esperá —dijo una voz detrás de nosotras.
Lourdes y yo nos dimos vuelta para encontrarnos a Julián corriendo detrás de nosotras.
—Hola, chicas —nos sonrió el rey de la escuela.
—Me voy a esperar a mis papás —dijo Lourdes con una de sus típicas sonrisas pervertidas—. Un gusto verte, Juli —le giñó un ojo.
—Em, Penny... Yo sólo quería pedirte disculpas —dijo Julián pasándose la mano por su lindo cabello.
Lo miré sorprendida. ¿Por qué me pedía disculpas? Él no había hecho nada; y se lo dije.
—Justamente eso —contestó, apenado—. Estaba justo al lado de Facu y no hice nada para detenerlo, me quedé viéndolos pelear. Aunque a decir verdad, no me parecés el tipo de chica que necesita que un príncipe azul la rescate —sonrió.
—¿Eso es bueno o malo? —pregunté, aunque una sonrisa se iba dibujando sin quererlo en mis labios.
—¡Bueno! Es bueno —respondió al instante, preocupado porque yo tomase mal su cumplido—. Perdón por no evita que te dijera esas cosas horribles —repitión.
—Perdonado —le dije con un suspiro y una sonrisa. Yo no me consideraba una persona rencorosa.
—Genial —Julián me devolvió una sonrisa enorme, casi convirtiéndome en manteca. Quizás no era tan inmune al principito como creía—. Te veo mañana, Penny Lane —dijo y comenzó a irse a nuestro curso. Pero a mitad de camino se volvió y dijo: —Te alegrará saber que le rompiste el tabique.
Debo admitir que sí me alegró.
Pero algo quedó dándome vueltas en la cabeza. La manera en que me llamó: "Penny Lane". Ese era el nombre de una canción de The Beatles, mi bandafavorita en todo el universo. Y sólo había una persona en toda la galaxia que me llamaba así: Augusto.
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¿Quién es Augusto?
Teen FictionPenélope es una chica divertida y atolondrada que se encuentra atrapada por los encantos de Augusto, un muchacho que conoció en internet y al que nunca le vio la cara. Por eso, decidió contratar a lo más cercano que encontró a un detective. Y ese es...