6. Julián sale del armario de escobas

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Un silencio incómodo se apoderó de la sala.

«¡Oh my fuking God!» ese era mi único y patético pensamiento.

No lo podía creer. Julián Lorence, el chico más popular y deseado del colegio era gay; quien tenía a todas las chicas detrás de él, no las quería. ¡Santa Ironía!

Aturdida miré a mi compañero en busca de ayuda. Pero Oliver estaba hecho una estatua. Y su expresión era ilegible.

«Nota mental: nunca jugar al póker con él.»

En cambio, por primera vez, Julián mostraba abiertamente todas sus emociones. Sus ojos claros que birlaban por lágrimas que no derramaría mostraban enterita su alma. Estaba dolido, traicionado, frágil, tan roto.

Yo no sabía qué hacer.

—Yo... yo... —intenté decir—. Lo siento. Yo no... No era mi intención.

Julián lanzó un gran suspiro y enderezó sus hombros, intentando parecer más confiado que hace un momento.

—Da igual —dijo con lo que parecía ser su voz de siempre y una débil sonrisa—. En algún momento alguien se iba a enterar, ¿no?

—¡Wow! —exclamó Oliver, ganándose una de mis miradas asesinas—. Lo siento —me dijo—.Pero, ¡wow!

La verdad no podía enfadarme con él por decir en voz alta lo que yo misma estaba pensando. Y por alguna loca razón, Julián comenzó a reír.

—Perdón —dijo cuando se dio cuenta que lo estábamos mirando raro—. Es que se siente bien liberarse de esta manera. Como cuando mi hermano mayor me dejó encerrado en el armario de escobas y logré salir cinco horas después. Ahora entiendo "por qué dicen salir del closet".

La verdad es que me alegraba de que Julián se sintiera tan bien y, sobre todo, que no sea Augusto. Y eso nos llevaba...

—Así que... —comenzó a decir Oliver en modo detective—. ¿Este tal "Augusto" —marcó las comillas con los dedos—m también estuvo hablando con vos?

Tan rápido como apareció, la sonrisa de Julián se fue. Él me miró un largo rato mirándome antes de hablar.

—Sí —le contestó a Oliver—. Hace unos meses, él me agregó a Facebook y, de la nada, comenzamos a hablar. Él me decía que era... bueno, gay y que yo le parecía atractivo. Él era... no sé, distinto. No me conocía. Para él yo era sólo Julián, no el diez del equipo de fútbol o el chico lindo del colegio. Con él me sentía... yo. Irónico, ¿no? —agregó con humor amargo—. Sentirme auténtico con alguien que no era quién decía ser.

—Muy irónico —concordé.

—¿Y él hizo lo mismo con vos, Penny? —me preguntó. Ahora sus ojos verdes ya no expresaban dolor, sino que se veía embroncado.

—Conmigo y con casi todas las chicas del colegio.

—Hijo de remil... Te juro que si llego a agarrarlo, yo... —Julián apretó los puños y murmuró una larga lista de insultos.

—Tranquilo vaquero —bromé, intentando tranquilizarlo—. Te aviso que vas a tener que hacer fila.

—¿Alguien más sabe de él?

—No, sólo Oliver, Lourde y yo... y ahora vos —aclaré—. Pero Lourdes no sabe que sospechábamos de vos. Y nadie tiene que saber nada de lo que hablamos acá —me giré hacia mi detective—, ¿Oliver?

—Lo que pasa en la sala multimedial, se queda en la sala multimedial.

Los tres quedamos en la sala multimedial hasta que tocó el timbre de salida. Supuse que, de alguna extraña manera, los tres habíamos firmado alguna clase de acuerdo tácito. Quizás hasta nos estábamos convirtiéndonos en amigos. Al menos yo sabía que de ahora en más, podría contarles cualquier cosa a estos dos chicos. Julián siempre era amable y por más que estuviéramos en los polos opuestos de la cadena alimenticia de la popularidad, nos entendemos; después de todo casi nos enamoramos del mismo sujeto. Y por más tosco y arisco que era Oliver, era un buen chico; y no había paquete de Oreos que no suavizaran su humor.

Aunque en ese momento... Miré de Julián a Oliver, y de vuelta a Julián. El chico popular y atlético. El chico antisocial e inteligente. Mi instinto fujoshi se activó como una alarma. ¡Dios! Ellos eran perfectos el uno para el otro. No pude evitar mirar a uno y a otro pensando que serían un ship muchísimo mejor que Julián y Facundo. Definitivamente, esta sería una pareja épica. ¿Cómo sería? ¿Juliver? ¿Olián?

Julián había acabado de salir del closet. Pero Oliver me había asegurado que, aunque fuera rarito, no era gay. Aunque...

«¡Basta, Penny!» volvió a aparecer mi yo angelical, golpeándome para que vuelva en mí; mientras me imaginaba a mi yo diablita desmayada sobre mi hombro con su pequeña nariz sangrando. «Par de pervertidas» suspiró en angelito, negando con la cabeza.

Así que no me sorprendió que Julián se ofreciera a acompañarme a casa después del colegio. Por suerte, a Lourdes no le molestó; ella se había ido acompañada de Ema Bernard, de quinto año.

Además, según Julián, yo aún necesitaba un guardaespaldas; ya que el imbécil de Facundo seguramente me tenía preparada una venganza por haberle roto la nariz y su machocidad. Aunque yo suponía que Julián quería hablar un poco conmigo, en privado, sobre Augusto.

Pero, al final, hablamos de todo menos eso.

Y a pesar de que me aliviaba el saber que Julián no era Augusto -porque no deseaba odiar a este chico ahora que lo conocía bien- estaba algo decepcionada por no encontrar a ese canalla. Y una duda y un miedo seguían allí...

¿Quién era Augusto? ¿Sería alguien que conocía y en quién confiaba?

¿Quién es Augusto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora