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—¿Volverás a la sesión?

El nuevo pianista de la clase aparece frente a mí, veo sus zapatos a tan solo unos cuantos centímetros de mis pies descalzos. Alzo la cabeza para mirarlo al rostro, notando que no me estaba viendo a mí directamente; sigo sus ojos en línea recta a lo que observaba con suma curiosidad —más obvio no podía ser—, por instinto, cubro mis pies magullados con mis manos, engarruñando los dedos como si se tratasen de un armadillo, llevándome de paso las medias, bandas y algodón que me había quitado hace tan solo unos momentos cuando arrastro los mismos hacia mí. Desde hace años me había acostumbrado a esconder mis pies y piernas de cualquier persona sin importar la circunstancia, y, aunque era consciente de que no tenía de que avergonzarme en lo absoluto por tener los pies llenos de ampollas, heridas o cayos, me apenaba que los otros los viesen.

Recordaba las miradas de disgusto de mis compañeros de clase cuando realizábamos actividades físicas en donde era necesario andar sin zapatos, y para mi mala suerte, también descalzos. Había olvidado las veces en las cuales me veía metida en problemas por culpa de los niños pijos que me ponían apodos horrendos gracias a eso, o por la forma de mis piernas que se curvaban más de la cuenta debido a la flexibilidad de estas y me hacían llorar, sin embargo, yo era una niña muy impulsiva y agresiva que lanzaba golpes una vez comenzaba a llorar, en ese tiempo terminar en la oficina del rector era tan habitual como respirar, tanto que una de las señoritas que trabajaba en el despacho me reconocía y solía ofrecerme jugos mientras esperaba afuera para ser castigada.

—La discreción no es lo tuyo, ¿cierto? —suelto con molestia, esperando a que aleje la vista de mis pies.

—No realmente —admite con tranquilidad, recargando su peso en una de sus grandes y fornidos brazos cuando se pega a la pared.
—Puedo verlo... ¿Necesitas algo?
—No, en realidad solo pasaba por aquí.
—¿Qué no deberías estar en el estudio moviendo tus deditos por las teclas? —imito la acción de un pianista poniendo cara de estúpida y escucho como una risilla se escapa de sus labios.

—La instructora ha dado un pequeño descanso de diez minutos.
—Pues ya vete —le ignoro por completo una vez comienzo a ponerme mis típicos converse viejos y sucios que siempre destacaban entre todos esos zapatos pulcros y coloridos de mis compañeras.

Me levanto del suelo, sacudiéndome el posible polvo de mi falda de chiffon negra. Ni siquiera me había tomado la molestia de cambiarme la ropa en los vestidores. Recojo mi mochila del suelo con toda la disposición de irme, pasando a un lado del chico sin siquiera prestarle atención.

—¿Entonces te marchas? —no respondo, simplemente continúo caminando con la mirada clavada al frente—. No te ofendas, pero eres probablemente la peor bailarina de esa clase y aun así te tomas la libertad de irte.

¿Él había dicho qué?

Realmente aún me sentía conmocionada por lo ocurrido unos minutos antes en la clase de ballet, odiaba que la profesora me gritara sin motivo alguno como si me repudiara, notaba el cambio de actitud conmigo y uno que otro bailarín a comparación de la mayoría de la clase y es que literalmente me había echado, ¿cómo se supone que regresara? Lo que el chico mencionó me había calado de tal forma que sentía las lagrimas comenzando a surcar mis ojos. Y no era porque yo fuese sumamente sensible ante cualquier trato de ese tipo hacia mi persona o comentario, el abuelo siempre fue extremadamente estricto y duro conmigo desde que era una niña, no importaba que tan cansada estuviera, que tantas golpes y moretones mi cuerpo tuviera o incluso si me ponía a llorar durante el entrenamiento en el pequeño templo —que aún conservaba luego de tantos años bajo el cuidado de la familia—, me decía que debía seguir porque nadie más iba a levantarme así estuviese muriendo. No era mi culpa llegar tarde a las sesiones la mayoría de las veces y era el único horario que podía tomar, trabajar por las tardes un par de horas en esa maldita tienda era lo que me permitía asistir a las clases y no iba a dejarlo, yo no estaba forrada en billetes como la mayoría de las personas que asistían a esa academia, debía trabajar por ello. También sabía que yo no era la mejor bailarina de toda la clase, pero vaya que me esforzaba y disfrutaba lo que hacía.

♡ Vanilla Extract || J. Jungkook ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora