Seis semanas después, Jennie todavía esperaba la llamada que Lisa le había prometido.
Había sido una estúpida por pensar que la llamaría, y varias conversaciones mantenidas con Moon le habían confirmado que Lalisa Manoban no se comprometía con ninguna de las mujeres con las que salía. También según Moon, desde su divorcio, las mujeres con las que se había liado eran legión y ninguna de ellas, había puntualizado Moon, como si supiera que el interés de Jennie no era casual, había sido empleada suya. O habían dejado de serlo enseguida, pensó Jennie.
De hecho, llevaba seis semanas esperando ser despedida de la Galería Manoban. Aunque en esos días no era tan fácil despedir a la gente, ella no tenía dudas de que si Lisa la quería fuera, encontraría el modo de hacerlo.
Que se la esperara, por fin, la semana siguiente en Londres para inaugurar una exposición no ayudaba a Jennie a concentrarse en su trabajo. De hecho, ese día estaba especialmente torpe, y no hacían más que caérsele las cosas al suelo. Ella sabía bien el motivo de su creciente nerviosismo. La inminente llegada de Lisa la alteraba. Debería haberse dado de baja unos días. Además, no se sentía bien y no había probado bocado en todo el día. Su ansiedad ante la perspectiva de ver a Lisa aumentaba día a día. Sin embargo, no entendía el motivo de su nerviosismo.
Al fin y al cabo, había sido Lisa la que la había invitado a salir. Y ella no había vuelto otra vez a su apartamento, de hecho...
—¿Jennie? —sonó en su oído una voz familiar tras seis semanas de silencio.
La morena se giró bruscamente, dejando caer las tarjetas que preparaba para la exposición de la semana siguiente.
—Lo siento —murmuró mientras se agachaba para recogerlas con manos temblorosas y recuperaba la compostura. A Lisa no se le esperaba hasta la semana siguiente.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó con un brillo en sus ojos resaltando su bronceado rostro.
—Puede que te hayas olvidado, Jennie—Lisa le devolvió la mirada burlonamente —Pero resulta que ésta es mi galería y tengo un piso en la última planta de este edificio. ¡Puedo venir aquí cuando me dé la maldita gana!
Eso era cierto, pero si ella hubiera tenido conocimiento de su llegada antes de lo esperado, no habría actuado así. Se sentía completamente torpe. Durante las seis semanas de ausencia de Lisa, ella había pensado mostrarse fría y digna cuando la rubia volviera, sin hacer la menor referencia a la noche que habían pasado juntas en ese edificio...
—Vayamos a mi despacho —añadió Lisa sin ocultar su impaciencia —Quiero hablar contigo.
Seguía con el mismo aspecto. Su piel blanca estaba igual de luminosa, sus ojos dorados igual de inteligentes, y su pelo rubio, aunque parecía algo más corto y desaliñado, aún descansaba en sus hombros. Elegantemente vestida con una falda de tuvo gris oscuro y una camisa blanca de seda, parecía que lo tenía todo bajo control.
De hecho, su aspecto respondía exactamente a lo que era: la multimillonaria dueña de tres prestigiosas galerías de arte.
En esos momentos, Jennie se preguntaba cómo pudo haber pensado jamás que Lisa se interesaría seriamente por ella.
—¡Jennie! —la apremió ante su silencio.
Jennie se comportaba como una idiota, allí de pie, mirándola, incapaz de decir nada ante su inesperada aparición. Respiró hondo e intentó comportarse con naturalidad. O lo más natural posible cuando se tenía delante a la mujer que había llenado sus sueños las últimas seis semanas.
—¿Qué puedo hacer por usted, señorita Manoban? —le preguntó con calmada eficiencia.
—Puede subir a mi despacho conmigo —repitió Lisa con firmeza —¡Ahora! —añadió sin siquiera esperar su respuesta y mientras se giraba bruscamente y salía de la habitación.
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Not Too Late
FanfictionAquel día, Lisa solo buscaba algo que la hiciera olvidarse de los dolorosos recuerdos, sin embargo acabó encontrando una segunda oportunidad. Pero, algunas veces, el orgullo nos ciega de tal forma que somos incapaces de distinguir lo que de verdad e...