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—No estés tan preocupada, Jennie —dijo Lisa mientras conducía de camino a casa de los padres de la morena— ¿No te demostré anoche que mi actuación ante tus padres sería impecable? Igual que la tuya, espero, cuando conozcas a los míos —añadió.

—¿Voy a conocer a tus padres? —Jennie le clavó la mirada. Ni siquiera había pensado en la familia de Lisa, y ni siquiera sabía quién la formaba, salvo por su ex mujer, Marley, y Liam.

—Pues claro que vas a conocer a mis padres —contestó Lisa con impaciencia —Y, con el tiempo, al resto del clan Manoban, no lo dudes —la miró de reojo —Creía que sabías que mi residencia principal está en París.

—¿Esperas que me traslade a París contigo? —dijo ella sin aliento.

Jennie había dado por hecho que su hogar principal estaría en Londres. Pero claro, sus deseos y esperanzas no habían importado casi nada hasta ese se momento en aquella relación. De hecho, Lisa parecía creer que si la mantenía en casa «con la pata quebrada» y satisfecha en la cama, ella debería sentirse feliz por ello

Lisa se dio cuenta de que ella no quería trasladarse a París.

—Pensaba que te encantaría vivir en Paris. Pero si lo prefieres, compraremos una casa en Londres —suspiró —Supongo que a mí me da igual dónde vivo —de hecho, cuanto más lo pensaba, una casa a las afueras de Londres, con un gran jardín para que jugara el niño, no parecía tan mala idea.

—¿De verdad harías eso? —Jennie la miraba incrédula.

—¿Y por qué no? —se encogió de hombros —Puedo viajar desde aquí a Nueva York y a París con la misma facilidad con que viajo a Nueva York y a Londres desde París.

Claro que podía, reconoció Jennie contrariada. Y si se aburría de ella en la cama también podría elegir a otras mujeres cuando viajara a otra ciudad

—De acuerdo —aceptó la morena mientras miraba por la ventanilla.

Para Jennie, la visita a sus padres era como una pesadilla. ¿Cómo iba a convencerlos de que se casaba con Lisa por amor si todas sus conversaciones terminaban así? Sólo eran compatibles en el aspecto físico.

—Toma.

Se giró para ver a Lisa sujetando la cajita con el anillo de la noche anterior.

—Ya te lo dije —su expresión se ensombreció —No lo quiero —ni siquiera llevaría ese insultante anillo para convencer a sus padres de su relación.

—¿Quieres aceptar la maldita caja, Jennie? —Lisa suspiró —Necesito las dos manos para conducir —gruñó impaciente por su testarudez.

Jennie aceptó la cajita.

—¡No la mires, ábrela! —rugió.

Jennie le lanzó una mirada contrariada antes de abrirla. En su interior había una fina banda de oro que sujetaba una piedra de color ámbar oscuro rodeada de seis pequeños diamantes.

—Es un zafiro oscuro —dijo Lisa secamente —El color me recordó un poco a tus ojos en días soleados.

Las lágrimas inundaron los ojos de Jennie. Era otra característica del embarazo: las lágrimas surgían con mucha facilidad. En realidad, cualquier emoción surgía con demasiada facilidad.

El anillo era precioso, y justo la clase de anillo que ella habría escogido, si la hubieran dejado... Lisa había elegido un zafiro amarillo oscuro porque le recordaba el color de sus ojos.

—Es precioso —le dijo sin aliento.

—Entonces, póntelo —la animó ella.

Jennie se puso el anillo en el dedo anular de la mano izquierda. Le quedaba perfecto.

Not Too LateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora