~•Ardiendo•~

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La necesidad arde en mis venas y envía espasmos dolorosos por todo mi cuerpo. Solo imaginar el tacto de su piel morena bajo mis manos y las suaves curvas no tan ocultas por su vestido despierta algo oscuro en mí. Pero no puedo hacerla mía, no ahora.

Ella nota mi mirada. Me da una media sonrisa y sus ojos se encienden con mayor fuerza que los míos. Se acerca lentamente, más que consiente de mis pensamientos. Cuando llega a mi desliza sus manos sobre mi esmoquin. Desde mi pecho a hasta mi nuca. Apreto su cuerpo contra el mío e inhalo su aroma. Definitivamente no hay flor más dulce ni perfume más embriagante que su aroma natural, es mi afrodisíaco personal. Bajo mis manos de su cintura a sus glúteos y ella se pega más a mí asegurándose de que su pelvis me roce con fuerza.

-No deberías jugar con fuego- le susurro al oído.

-¿Y si quiero arder?-me responde con rostro inocente.

Sus ojos parecen ámbar líquido, hirviendo de lujuria y se que por dentro verdaderamente se esta quemando. No resisto más y la beso. Un beso lleno de pasión al que ella le sigue el juego con gran habilidad. Mi lengua recorre su boca, se une a su igual y danzan de la manera que deberían hacerlo ahora nuestros cuerpos. En serio quiero tenerla aquí y ahora, pero no podemos y ella lo sabe. Corta el beso.

-¿Jugamos?- me susurra al oído.

La volteo y la envuelvo con mis brazos, pegando mi leve erección a sus glúteos.

-No podemos, no ahora, pero en cuanto estemos de vuelta juro no descansarás.- le susurro de vuelta.

Ella gira su cara para verme y se encuentra con mi sonrisa traviesa, la que soy muy consiente que adora. Me roba un beso rápido, se separa y me toma de la mano para llevarme a las escaleras. Maldito sea el día en que accedí a una fiesta de cumpleaños.

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Están por dar las tres de la mañana y el último de los invitados acaba de irse. Al fin. Comienzo a juntar algunos de los vasos abandonados por ahí para llevarlos a la cocina, en la mañana este lugar va a parecer un vertedero. Mientras dejo los vasos en la mesada siento un par de brazos, sus brazos, deslizándose desde la parte baja de mis espalda hasta mi abdomen.

- Aún no te he dado mi regalo.- susurra en mi oído. Siento su aliento recorrer mi piel, haciendo que cada un de los bellos de mi cuerpo se erice.

- Mmmm....debo admitir que estoy intrigado pero estos vasos no se van a juntar solos.- le respondo con una media sonrisa.

Se cuanto le molesta que posponga las cosas, por suerte siempre decide rendirme cuentas en nuestros...juegos nocturnos. Me mira con molestia por un segundo para luego pasar a la malsana diversión, oh Dios, he despertado a la bestia.

- Esta bien- dice con indiferencia- solo te esperaré arriba, allí te daré mi regalo.

Luego me da un beso en la comisura de los labios para marcharse contoneando las caderas, sabiendo que no le saco la vista de encima, no con ese vestido. Se lo regalé en las navidades pasadas, hecho a medida y del color perfecto, resalta cada detalle importante....fue casi un auto regalo. En fin, más me vale juntar todos estos vasos o mañana en la mañana me harán lavarlos a mano, y por harán me refiero a que ella lo hará, porque no va a perdonarme hacerla esperar por nada.

Quince minutos más tarde subiendo las escaleras para ir a nuestra habitación, comienzo a escuchar música. Una voz suave y sensual que canta sobre un la melodía de un piano acompañado de un bajo que marca el ritmo paulatino, en aumento progresivo. Joder, ¿qué tendrá planeado?

Ya en la puerta el sonido es más fuerte, y una luz leve sale por debajo de la misma. Empujo la puerta con cuidado y entro al cuarto. Está tan ordenado como siempre, a diferencia de un detalle, una sola silla a los pies de la cama, y sentada en la misma está Ella, aún con el hermoso vestido puesto, pero con sus hermosas ondas color cafe sueltas sobre sus hombros. Se ha quitado todo la joyería que traía, al igual que el poco maquillaje que llevaba. Estaba gloriosa.

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