CAPÍTULO 42

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anciano, porque se sentía aún más culpable en el fondo. Solo podía bajar la cabeza en silencio, expresando sus
emociones.

Lo siento.

En lo alto del Paso Longyin, las antorchas empezaron a encenderse gradualmente. Debajo del paso,
había innumerables ancianos, niños, mujeres, cayendo.

—¡Abrid las puertas! ¡Abrid las puertas! —La gente gritaba al unísono, con un sentimiento de
desesperación y miedo en sus voces.

Al final, eran civiles normales. Su único deseo era sobrevivir, y algunas veces simplemente deseaban
vivir una vida mejor.

En la intensificación de la tormenta de nieve, todo el paisaje se volvió blanco. El oficial en lo alto de
las murallas de la ciudad gritó:

—¡No os acerquéis! ¡Apartaros! ¡Atrás!

Sin embargo, nadie se molestó. Su voz había sido ahogada por los ruidosos civiles. Mientras gritaban,
los civiles se abalanzaron sobre las puertas y, con todas sus fuerzas, golpearon.

—¡Abrid las puertas! Somos ciudadanos de Yan Bei, ¿por qué os negais a abrir las puertas?

El sonido atravesó los cielos. Los guerreros del Paso Longyin quedaron estupefactos. Todos habían
presenciado la batalla que había tenido lugar dos días antes. En este preciso momento, ninguno de ellos
esperaba apuntar sus armas a sus antiguos compañeros. Además, los que golpeaban sus puertas eran simples civiles. Se mantuvieron enraizados en el suelo, en conflicto entre su moral y su deber.

—¡Abrid las puertas! —Los civiles se agolparon contra la puerta de la ciudad. Algunos perdieron el
equilibrio y cayeron, solo para ser pisoteados por los que cargaban impacientemente. Los sonidos de gemidos y chillidos resonaron en las llanuras mientras la nieve pesada seguía cayendo, pareciendo interminable.

—¡Apartaros! ¡Si no, dispararemos!
—¡No nos dispareis! ¡Somos simples civiles!

—¡Por favor! ¡Por favor, salvad a mi hijo! —Las mujeres que corrieron primero se arrodillaron en el
suelo, levantando a su hijo que ya no tenía energía para quejarse, mientras gemía—: ¡Podéis negaros a salvarme,
pero por favor, salvad a mi hijo!

—¡Abrid la puerta! ¡Abrid la puerta! ¡Dejadnos entrar!

—¡Maestra Chu! —El oficial a cargo de la guarnición gritó—: ¡Regresa! ¡Si no vuelves, no podemos abrir las puertas! ¡Órdenes de Su Majestad! ¡Mientras vuelvas, tus errores pasados serán olvidados! —¡Tus errores pasados serán olvidados

Con los cientos de guardias en las murallas de la ciudad gritando al unísono, sus voces eran como
truenos retumbando en las llanuras.

Los civiles parecían haber encontrado a su salvador. De repente, todos se dirigieron hacia el Ejército de Xiuli y comenzaron a gritar.

—¡Señora! ¡Volvamos!

—¡ Señora! ¡Sálvanos! ¡Vuelve con nosotros!

—¡ Señora! ¡Regresa y discúlpate con Su Majestad!

—¡Maestra! —La mujer salió corriendo de la parte de atrás de la multitud. En su apuro, tropezó y cayó. El niño en sus brazos estaba herido, y de repente comenzó a llorar con toda su fuerza, con un tono que parecía ser más agudo que incluso las hojas del Ejército de Xia. Esa mujer gritó—: ¡Maestra! ¡Te lo ruego! ¡Salva a mi hijo! ¡Maestra, por favor! ¡Salva a mi hijo! En esa fría oscuridad, el Ejército de Xiuli se quedó paralizado mientras miraban a su líder.

Continuará

♥️♥️THE LEGEND OF CHU QIAO (TOMO 8, FINALIZED)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora