Prólogo.

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Una mujer de cabellos azabache cruzó la puerta de inspectoría con algo de preocupación en su rostro, el cual se relajó al ver a su pequeño ahí, sentado con la cabeza gacha y fija en sus pies.

—Mi ratón, ¿qué te pasó? —preguntó en cuanto se acercó a su hijo.

Al oír su voz, inevitablemente Keith alzó su cabeza, sorprendiéndose de ver a su mamá ahí; no solo por estar ella, sino por su ropa, su color. La mujer llevaba unos pantalones de color crema y una polera pegada a su cuerpo de cuello de tortuga con un brillante color amarillo; una chaqueta de cuerina café claro combinaba con sus zapatos de tacón del mismo tono. El pequeño niño veía asombrado como todos esos colores se veían bien juntos, irradiaban luz. Su madre irradiaba luz.

Luego del suceso, había evitado mirar al resto de sus compañeros o al molesto niño frente a él. Odiaba ser el centro de atención y en su primer día de clases había hecho todo un espectáculo. Vaya día culiao¹ que había tenido.

El estudiante no respondió; en cambio, frunció sus labios y apartó la mirada de su mamá, pegando sus ojos en un cuadro con manchas de colores que se hallaba colgado en la pared de la oficina.

Krolia miró a la mujer sentada detrás del escritorio. La inspectora del colegio sonrió con amabilidad, atendiendo a la pregunta silenciosa de la apoderada.

—Ha encontrado a su alma gemela. —Su voz era suave, como queriendo hacerle ver al niño que aquello no era malo—. En educación física², pero se fue corriendo; su profesor jefe³ lo encontró en el baño.

—Ratón, que bacán⁴ —sonrió la mujer, mirando a su hijo, pero él sólo frunció su entrecejo—. ¿Es malo?

Keith tan solo asintió.

—Puede ser algo shockeante para un niño, las almas gemelas suelen conocerse en la adolescencia o adultez. —La mujer asintió a lo dicho por la inspectora—. Tal vez no vaya a procesarlo altiro⁵, lo mejor será que se retire.

—Bueno, entonces me lo llevo. —Le sonrió a la inspectora, quien asintió, agregando que avisaría en la recepción del colegio para que los dejasen salir. Al oír esto, el pequeño de cabello azabache se levantó de la silla y se apresuró a ir por sus cosas a su sala correspondiente, aprovechando que el resto de sus compañeros estaban fuera del aula—. Oh, ¿cómo se llama la niña? —preguntó Krolia con genuina curiosidad.

La inspectora sonrió de lado.

—Es un niño, se llama Lance McClain —informó, a lo que la mujer asintió asombrada.

—Listo. —Keith se paró frente a su mamá con su mochila al hombro.

Ambos comenzaron a caminar en dirección al auto de la mayor. El niño quedó embobado con el color burdeo brillante del vehículo, así como con el cielo celeste. Y por un momento se olvidó del incidente en las pistas exteriores del colegio, se olvidó también del molesto niño que lo había dejado en ridículo y se olvidó de que estaba huyendo de un problema que debería enfrentar otro día; y disfrutó de los vibrantes y brillantes colores que lo rodeaban.

Al subirse al auto, sus ojos iban pendientes del paisaje a través de la ventana: árboles verdes, ciclovías azules, casas de tonos café y terracota. Todo era hermoso.

Una vez llegaron a casa, la gama de colores crema y amarillo, así como el vestuario de su madre, llamaron su atención.

—Te pareces a la casa —comentó con una sonrisa el niño con algo de humor.

Krolia soltó una risa.

—Fue una casualidad —dejó las llaves del auto en su cartera y esta la dejó en la mesa de la sala—. Ven, ratoncito —llamó al pequeño, sentándose en el sofá blanco.

De Dos Weones Complicados y Almas Gemelas [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora