I. De niños nuevos y molestas almas gemelas

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Esa mañana Lance entraba a la escuela con una motivación. Asistir a clases era aburrido, claro, si bien merecía la pena por ver a todos sus amigos y jugar en los recreos. Hoy, sin embargo, era un día especial. Era el día en el que llegaba el alumno nuevo del que les había comentado el profesor jefe. Lance esperaba que fuera una niña bonita y, sino, también se podía conformar con un niño divertido con el que jugar.

Al entrar al aula ya estaba creando teorías con sus mejores amigos, Hunk y Pidge, sobre cómo sería y planeando invitarlo a jugar con ellos. Sabían que ser nuevo no debía ser fácil: sin conocer a nadie, en un lugar nuevo. ¡Pero ellos salvarían el día!

Coran entró a la sala; aun así los niños no callaban y seguían armando boche¹. Tuvo que dar unos golpecitos en el pizarrón para llamar la atención de todos y que se sentaran correctamente. Lance rebotaba en su asiento ansioso de emoción al ver a la pequeña bolita de pelo negro enfurruñada a su lado. Tenía los brazos cruzados, los labios arrugados, el ceño fruncido y una mochila en la espalda que parecía ser más grande que él. No lucía ni como una niña bonita ni como un niño divertido, pero estaba dispuesto a hablarle. Ir a la escuela, sobre todo nueva, no era divertido; es comprensible su cara de gruñón. Más o menos. Pidge solía hacer igual y en realidad era muy divertida.

—Chicos, este es Keith Kogane, su nuevo compañero. ¿Hay algo que quieras decir para presentarte? —le cuestionó mirando hacia abajo. Este negó con la cabeza y entonces Coran, con una mano en su cabecita, lo empujó hacia el frente para que fuera a sentarse a un sitio libre.

El asiento de Lance estaba cerca de la pared con ventanas, en tercera fila; en su opinión era muy desagradable estar tan cerca del profesor. El asiento que escogió Keith ni siquiera tenía pareja, estaba del lado de la pared con la puerta y era el último de la fila. Coran, al verlo aislarse solito como un weon², lo llamó y le dijo que se sentara con Plaxum, que tampoco tenía compañero. El niño lo hizo de mala gana. Plaxum se sentaba detrás de Pidge, que se sentaba detrás de Lance.

Llegó la profesora de artes y entonces Coran ya pudo marcharse sin el miedo a que quemasen el colegio sin supervisión alguna. Haggar cerró la puerta, colocó sus cosas en la mesa y buscó con la mirada al chico nuevo del que se la informó.

—¿Tú eres Keith? —Su pregunta fue demandante, enfocada en el chico, que asintió.

Le hizo un par de preguntas, como de dónde venía (Santiago) o si había traído material (su estuche, tan pobre, apenas contenía medio lápiz, media goma y una lapicera mordisqueada. Ew). A Haggar, como profesora de arte, no le parecía una mierda de suficiente y con un suspiro resignado procedió a prestarle lápices, ceras y plumones de colores.

La profe dijo que hoy les enseñaría la técnica del puntillismo. O sea, pintar con puntitos. Les pidió que dibujasen lo que quisieran y lo pintasen con puntitos, enseñándoles un ejemplo rápido.

Para Lance era una cosa extraña, esto de pintar. O sea, aparte de saber que obviamente hay colores más oscuros que otros, no podía ver nada más. Nadie en su clase podía. Haggar siempre estaba ignorando el hecho de que todavía no veían los colores y los denominaba por sus nombres como si fueran capaces de distinguirlos. Lance por un tiempo creyó que sí podía. Antes de ver que eso clarito era azul, eso fuerte e imponente era azul y eso medio medio también era azul. Era alucinante que azul pudiera verse de tantas formas, ¿no deberían ser colores distintos si él los puede ver distintos?

—Si hacen puntos muy juntos, el color estará más concentrado. Si los puntos están más dispersos, se verá diluido. —Para Lance eso se traducía como muchos puntos más oscuro, pocos puntos más claro.

Dibujó una casita en la pradera. De acuerdo, era un niño básico que dibujaba casas, ¿y qué? Estaba orgulloso. A sus ocho años ya las dibujaba muy bien. Incluso sabía darle perspectiva a los laterales y el tejado. Romelle, que se sentaba a su lado, le halagó por su buen dibujo. Él le sonrió con sus dientes resplandecientes de alegría y se fijó en el suyo. Era un cielo con nubes, el sol y un globo de los de cestita para viajar. Simple pero lindo. La elogió de vuelta.

De Dos Weones Complicados y Almas Gemelas [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora