De repente hay un silencio. Pese a la música que resuena a su alrededor, las risas, aplausos y parejas bailando, hay un silencio especial entre los tres, que se miran entre sí, mientras deciden internamente como proceder.
De pronto, el hombre mayor entre ellos los mira. Su expresión demuestra rabia y confusión, pero antes de siquiera emitir un comentario, dirige a joven pescador una mirada asesina. Jamás tendría valor de ponerse a pelear por ningún maricón, pero sin duda alguna por dentro la rabia y la envidia se lo carcome.
-A nadie le importa este colipato - Le dice y suelta una carcajada- Vayan a acostarse los mariconcitos.
Sin embargo Felipe se queda callado. Antes de reaccionar, el hombre se ha ido. Siente una molestia, cierta inquietud, sin embargo, finalmente se encuentra a solas en su rincón con aquel chico, y de alguna manera, siente que acaba de alejarlo de algo potencialmente peligroso. Así que en su rostro, aparece una sonrisa. No puede evitar estar contento de verlo bien, pese a que sólo ha hablado una noche con él.
-Que honra para mis ojitos verlo -Le dice de Petra, que lo observa como incrédulo de encontrarse con él- ¿Qué le trae por aquí esta noche?
-Nada en especial. Estaba solo en Arauco y quise que me acompañe esta noche de año nuevo. Supuse que también estaría solo -Le respondió, en su mismo tono cortés, como burlándose.
-Está bien, esta noche estaba muy solo.
-No tanto, al parecer...
-Bueno, es verdad. Pero sí muy mal acompañado.
Su acompañante niega con su cabeza y, antes de siquiera sentarse, le indica con la mirada que se levante. Petra comprende el gesto y se levanta de su asiento, para ir junto a él hasta su habitación. En realidad, fue muy espontáneo; de alguna manera, había adivinado desde antes que Felipe seguramente iba a querer compartir una platica en su habitación y, en verdad, pese a la hora, era lo que él también buscaba.
Ahí avanzaron juntos y discretos. Mirella estaba de nuevo con el mismo músico del otro día y Elena ya iba del brazo de un hombre hacia su cuarto, mientras la bautizada güerita buscaba como zafar de los hombres que la observaban. Miraba hacia abajo o con desinterés, para que le quitaran los ojos de encima. Parecía soñar despierta que de repente cada uno de esos hombres se iba a casa. Que ya amanecía...Aunque a duras penas la fiesta en la casa había comenzado y tenía para una larga espera que no sola ni desapercibida.
Las demás, mientras, seguían riendo y bailando con los músicos. Compartían con los hombres que iban llegando, sentándose en sus piernas o bailando con ellos en la pista, observando como otros bebían y acordaban pagar a medias una noche junto a ellas.
Por suerte, cada una inmersa en su debida preocupación. Petra internamente, se sintió aliviado de esto ya que así ninguna estaría pendiente de si él, ni de Felipe, que entraba con cierto aire de timidez hacia su habitación.
-Permiso -Dijo de repente, justo antes de ingresar.
-¿Ah? Adelante -Le respondió Petra, conteniendo una pequeña carcajada.
Petra abrió la puerta de su habitación e ingresó junto con él, cerrando la puerta con el cerrojo. No por nada especial, más que la privacidad. No faltaría el borracho que de repente entrara a la recamara a molestarlos. Así que, sin más, cerró la puerta.
-¿Supongo que no quieres que repita lo del otro día? -Pregunta Petra, apoyado en la puerta.
-¿Por qué no?
-Bueno, si usted dispone para eso...
-Es broma.
-¡Lo sé, no pongas esa cara!
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Llévame al fin del mundo
Romance"¿Cuánto no he querido encontrarte?Si a ojos cerrados, logré ver a ese angelito de alas rotas que merodeaba sobre mí. Esta noche en la soledad. No hay otro testigo que el silencio, ni palabras que no sean mis ojos fijos en los tuyos" Petra es su ápo...