1. Preludio

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Narra _______•

“-Hagamos un trato, si meto la bola de pingpong en el vaso rojo. Saldrás conmigo el sábado por la noche.”

Aquella había sido la estúpida frase que me había traído hasta aquí, a estar sentada en el asiento del copiloto de un Ranger Rover negro; al lado de un rubio cuyo pelo parecía prefabricado pero a la vez sedoso, el mismo que emitía un notable hedor a arrogancia pero cuyo perfume derretía todos y cada uno de mis sentidos. Luke Hemmings.

Puedo jurar y juro que había estado colada por él desde que tenía uso de razón. Como buenos vecinos nuestras madres nos criaron juntos, convirtiéndonos en inseparables, en mejores amigos; pero de pronto ¡Pum! Él era el chico de dieciséis años que volvía locas a todas las chicas de secundaría mientras que yo, ________ Swift, era la chica de catorce años que estaba en primer curso y pasaba desapercibida bajo la vista de todos: supongo que su indiferencia fue lo que me llevo a odiarlo.

-¿Por qué querías que saliese contigo hoy? –Pregunté con un tono de voz amargo sin mirarle, mis ojos intentaban perseguir las farolas que dejábamos atrás a través de la ventanilla del coche. Vislumbré por el rabillo del ojo como se encogió de hombros, cosa que solía hacer de pequeño cada vez que una de nuestras madres nos echaba la bronca.

-¿No quieres pasarlo bien? –Respondió con otra pregunta.

-No contigo. –Farfullé cruzando los brazos sobre mi pecho y fijando mi mirada en el frente ahora. Una carcajada sarcástica brotó de sus labios para borbotear como música en mis oídos. –No veo la gracia. –Le miré al fin, y allí seguían: sus ojos azul celeste, cristalinos como el agua limpia, engañosos por la fingida inocencia que brindaban a su rostro. Él había dejado de ser inocente hace mucho tiempo.

-Debes de estar ciega, en cambio, yo si veo como me miras por los pasillos. –Me sonrió y giñó uno de sus ojos en señal de burla para disponerse a estacionar su coche en un parking desierto. Parecía uno de esos lugares de las películas de miedo en el que podrían aparecer zombis de un momento para otro.

-¿Con asco? –Sonreí manteniendo la rabia a raya al bajar del vehículo y observé a mí alrededor. Nadie, no había nadie. Tras dos años de miradas furtivas cada vez que salíamos a la vez de casa o nos cruzábamos por los pasillos, esta era la primera conversación no basada en monosílabos que manteníamos. Yo ya no era esa niña de catorce años a la que decepcionó, y él no era el joven de dieciséis que tenía todo mi mundo en sus manos.

-Sígueme. –Ordenó ofreciéndome su mano, pero aunque notaba que mis dedos estaban a punto de congelarse por el frío de aquella noche de finales de septiembre, la rechacé y me limité a caminar a su lado. El ambiente entre nosotros era tan tenso que juraría que podría ser cortado con un cuchillo.

-¿Piensas asesinarme y vender mis órganos o algo por el estilo? –Intenté bromear al ver que nos introducíamos en un camino rodeado por altos árboles, los cuales tapaban la poca luz que la luna producía, “sé valiente _________” me dije a mi misma.

-Apuesto lo que sea a que tienes más miedo a la oscuridad que a lo que yo pueda hacerte. –Y aunque no podía verle, pude escuchar la sonrisa que adornaba su cara reflejada en su voz. Por su puesto que lo sabía, y aun así me había traído aquí. Uno de sus brazos paso por mis hombros sin previo aviso, y aunque me revolví para deshacerme de él, acabe aceptando su contacto implorando que la luz volviera a alumbrarnos pronto. 

Mis cinco segundos de verano [One Shot - Luke Hemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora