Capítulo XVIII

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Con pesar, fue abriendo sus ojos. La primera imagen que se le vino a la cabeza, luego de algunos segundos, fue la escena en la que empujaba a la muchacha, provocando que se desconsertara y asustara.

Recapacitando, notó que estaba en una sala del hospital. Un punzante dolor se apoderó de todo su cuerpo, cuando a penas se había movido para reacomodarse.

Por segundo recuerdo, estaba él colocando sus brazos, en forma de cruz, frente a su cuerpo, con el chillido de las ruedas de fondo. Y allí estaba.

No sabía cuánto tiempo, pero bastante, tardó en llegar una enfermera, a revisar el suero. Le hizo una serie de preguntas, verificando que su mente estuviera en orden. Para su suerte, lo estaba.

[...]

—Nos alegra que despertaras— aliviada, comentó Ana, observando al chico en camilla.

—Gracias...— a penas podía hablar —. ¿Y-y _____?— preguntó preocupado.

—Esta bien, Ren Wu, tú tranquilizate. Debes mejorarte pronto para no preocuparla— esta vez, habló Carlos.

El de cabello largo, mantuvo el silencio. No dejaba de pensar en ella, y más por el semblante que había visto por última vez en su rostro.

Por lo que había oído de los doctores, estarían alrededor de un mes allí, y uno más en recuperación en casa. Eso equivalía a que no la vería por ese lapso de tiempo. Comenzaba a odiar eso; se odiaba por haberla llamado en ese momento; se odiaba por ni haber cruzado para hablar desde allí y no a lo lejos.

Cerró sus ojos, dejando escapar aire de sus pulmones por sus fosas nasales.

—¿Pasa algo?— preguntó otro miembro del equipo.

Lo único que él hizo fue negar con lentitud con su cabeza. No se sentía capaz de articular, ni siquiera, un simple "no".

En cambio, en el cuarto de la castaña clara, esta tenía unas piezas de madera con unos puntos sobresaliendo. Era el lenguaje Braille. Desde hacía mucho sabía este. A veces, llegaba a cansarse de tanto escuchar, que quería sentir ella mismas las formaciones de las palabras.

Con delicadeza, pasaba su mano por la tabla, sonriendo mientras iba juntando las letras y dándole un cuerpo.

"Cómo explicar que me muero un poquito cada día por las ganas de verte."

Esa frase, la identificaba. Dibujó una linda sonrisa en sus labios, intentando recordar cómo era la sensación de tocarlo.

Dejando la madera sobre su regazo, alzó ambas de sus manos, como si él apellidado Sun estuviera sentado frente a ella, observandola. Hacia como si estuviera detallando su rostro, con cuidado. En un momento, su imaginación desapareció, provocando que se perdiera.

Borrando sus sonrisa, las fue bajando, para quedar con la cabeza apuntando hacia su frente.

—Ren Wu Sun...— habló bajo, a pesar de saber que se encontraba sola en la habitación, porque el horario de visitas había concluido hacia algunas horas —, te amo...

Lentamente, fue reposando su espalda en la pila de almohadas que le habían dado para estar más cómoda. Soltó un pequeño suspiro, para intentar descansar un poco.

Pronto dejaría de estar en la oscuridad; ya vería a su luz radiante, dedicarle una sonrisa.

MIS OJOS |Ren Wu Sun y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora