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Exactamente era Franco, lleno de golpes y con su pijama, estaba llorando y susurrando cosas inalcanzables de oír.
Debo admitir que me preocupe, pues aún me agradaba.
Me hacerque a él, trate de tocarlo, pero me dio miedo, ese no era Franco, ni era mi niño bonito, su ojos estaban llenos de ira hací que solo hable.

-Que pasa? - susurre un poco para no asustarlo.

No respondió y comenzó a reír desesperadamente, como si algo no cuadrara en su mundo.

Me miró con súplica en su mirar -porfavor ayúdame- se le quebró la voz y comenzó a llorar aún más.

No me resistí y corrí hacia el, lo abraze. El no dudo ni un segundo en corresponder, dejando su dolor en mi hombro.

Cuando lo mire detenidamente sus golpes estaba aún más rojos, no sabía que hacer, así que lo lleve a los baños y le limpie sus heridas, más su ropa no podía ayudar.

Estaba asustada, desesperada por ayudarlo.

Desde ese día, odiaba verlo llorar o verlo tan decaído que pareciera que quiere morir.

Quería que me explicara que había sucedido, más solo respondió "no eres nadie para pedir explicaciones, gracias por tu ayuda", y de nuevo me dejo sola.

 R A M O N A. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora