«A escondidas»
Cuando Lucas cumplió 19 años, volvió a hacer una fiesta en su casa, y esta vez mamá ya sabía que éramos amigos, así que me dejó ir con la condición de que no tomara nada de alcohol. A mí me daba igual, no me moría por emborracharme, me moría por estar con él en ese momento. Además, recién había cumplido 18 para esa fecha, y los controles de mi mamá todavía se mantenían bastante activos.
Al igual que el año anterior, iríamos con Luana en su auto, pero yo me quedaría a dormir en su casa y volvería a la mía a la mañana siguiente.
—Lo más temprano posible —pidió mi mamá.
Este año Lucas no había escatimado en gastos para su fiesta. La casa estaba repleta de gente, tanto por dentro como por fuera, la música hacía temblar los vidrios de la ventana, y las botellas de alcohol parecía que habían cobrado vida propia. Con Lu nos quedamos un rato en la puerta mirando a todos, sin poder creer la semejante fiesta que se había mandado mi amigo.
—Tratemos de no separarnos, ¿sí? —me pidió Lu un poco asustada. No sé a qué le tenía miedo, pero igual asentí y le dije que no se preocupara, pero ni bien entramos me dijo que iba a ir a buscar algo para tomar— Vos quedate acá, no te muevas.
Y desapareció entre la gente.
Con la mirada busqué a Lucas, pero no estaba por ningún lado. En una esquina, solo y ajeno a todo, lo reconocí a Gonzalo Montiel, y empecé a moverme entre los grupos de gente para llegar hasta él. Cuando me vio, me saludó con un abrazo.
—¿No lo viste a Lucas? —pregunté después de saludarlo con un beso en la mejilla.
Él asintió.
—Está arriba, en su cuarto. Subió a cambiarse porque le derramaron fernet en la camisa.
—¡Gracias! —contesté y lo dejé solo. Me costó bastante llegar hasta la escalera con todo el mundo bailando, pero quería verlo sin toda esa gente desconocida. Tenía que darle su regalo.
Nunca había ido al sector de las habitaciones de la casa de Lucas, pero lo primero que vi fue que en el piso de arriba había un pasillo con varias puertas, alguna de esas tenía que ser. El problema era si abría la puerta equivocada.
Caminé lentamente y paso a paso hasta que encontré una puerta que estaba mal cerrada, y por la pequeña abertura pude comprobar que era la habitación de mi amigo. Él estaba ahí adentro, me acerqué un poco más y lo vi desprenderse los botones de la camisa. Cuando se la sacó, sentí cómo me tembló todo el cuerpo, y me mordí el labio involuntariamente, solo por reflejo, como si tuviera la obligación de contener algo adentro mío. Pero en un momento, cuando ya se estaba poniendo una camisa limpia y prendiendo los botones uno por uno, me moví sin querer, y la puerta chilló.
Como si fuera un fantasma, Lucas se petrificó mirando hacia donde estaba escondida, y caminó rápido para abrir la puerta. No servía de nada escapar, si me veía corriendo por el pasillo sería peor, y ya no tenía tiempo de desaparecer.
—¿Sofi? —se sorprendió al verme, pero al instante me mostró su mejor sonrisa.
—Hola, perdón —balbuceé.
Él me interrumpió con un abrazo sincero, como si no le preocupara que lo estuviera espiando. Me dio un beso con ruido en la mejilla y yo, recostando mi cabeza contra su pecho le dije:
—Feliz cumple, Lucas.
—Gracias, So. Qué bueno que viniste —respondió y me soltó—. Vení, pasá mientras me termino de alistar. Me tiraron fernet en la camisa —contó rodando los ojos y sonriéndome, un gesto que me tenía totalmente rendida a sus pies.
—Te traje un regalo —dije finalmente, pasándole un pequeño paquetito con un moño celeste que mamá me había ayudado a armar.
Él levanto las cejas y su sonrisa se agrandó.
—Sos la única que me regaló algo —se rió y lo tomó. Sentí electricidad cuando nuestros dedos se acariciaron. Lo abrió cuidadosamente, tratando de no romper el papel, y sus ojos se emocionaron cuando vieron la caja—. ¡Uh, Sofi, gracias! Me encanta.
—¿Sí, te gusta?
—Sí —repitió—. Justo el mío se me terminó. Me lo voy a poner ahora.
Luego de aplicarse el perfume, lo volvió a guardar en la cajita y lo dejó sobre su mesita de luz.
—Me cambio las zapatillas y bajamos. ¿Llegaste hace rato? —preguntó sentándose en la cama y poniéndole talco a las zapatillas.
—Eh... no. Vine con Luana... recién.
Cuando terminó de atarse los cordones, se puso de pie y abrió la puerta de la habitación dejándome salir primero.
—Cualquier cosa que necesites, me avisás. La idea es que te diviertas —me dijo mientras caminábamos por el pasillo en dirección a las escaleras.
—Qué fiestita te mandaste, eh —comenté antes de comenzar a bajar los escalones.
Él se encogió de hombros y me sonrió. Minutos después, desapareció de mi lado, se perdió entre la gente, y ahora yo tenía que preocuparme por encontrar a mi amiga.
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~ Idas y vueltas - Lucas Martínez Quarta
Fanfiction-Creo que voy a ser papá... Seis palabras que arruinaron mi vida por completo.