«Ataque de nervios»
Una semana después de haberme enterado del noviazgo que me partió en dos, las cosas parecían estar más tranquilas entre los chicos, que ya habían dejado de felicitar a Lucas por lo "linda" que era su novia.
Por mi parte, yo ahora tenía doble trabajo en el club. Por un lado, lo que me correspondía hacer, y por el otro, tratar de no cruzarme con él.
No quería verlo. Sentía que en cualquier momento podría vomitarle todos mis sentimientos, y no tenía ganas de perder mi dignidad de una forma tan desastrosa. Ya me bastaba con llorar casi todas las noches mirando la foto de ellos dos juntos. Y no podía dejar de preguntarme por qué.
Por qué no me lo contó, por qué me había besado si después decidió empezar a salir con otra. ¿Fue algo así como una despedida de soltero? Jamás pensé que él podía ser capaz de hacer algo así.
De todas formas, un viernes no lo pude evitar. Quizás aproveche la oportunidad porque inconscientemente sabía que no lo volvería a ver hasta el lunes, porque yo no trabajaba los fines de semana. O quizás simplemente había algo dentro mío que no veía la hora de salir y en cierta forma lo hizo.
Era pleno mediodía, el comedor estaba bastante frío y con Cami nos manteníamos en movimiento para no congelarnos, así que aprovechábamos para ordenar y organizar las mesas para el almuerzo.
Mis oídos ya estaban acostumbrados al bullicio generalizado que se comenzaba a escuchar cuando los chicos ponían un pie en el comedor, así que nada de eso me intimidaba, pero había tenido una semana exitosa tratando de evitar a Lucas, y no quería fracasar justo el último día.
Sin embargo, mi plan se vio frustrado cuando una de las jefas de cocina nos mandó a Cami y a mí a servir la comida. Teníamos que estar detrás de la barra llenando los platos de los chicos y, obviamente, no había forma de no hacerlo cara a cara.
—Quizás si fingís que te sentís mal y te desmayás, zafás —me dijo Cami en susurro, pero lo descarté. No quería hacer una escena en frente de todos.
Cuchara. Comida. Plato. Cuchara. Comida. Plato.
Ese era el camino que recorrían mis ojos, y trataban de no cruzarse con las caras de ninguno de los chicos, hasta que...
—Hola, Sofi.
Esa voz. Era imposible no sentir mis piernas temblando cada vez que la escuchaba.
Levante la vista y ahí estaba él. Mirándome con una sonrisa, como si no fuera el culpable de mi tristeza.
—Hola —respondí cortante y bajé la mirada otra vez.
—No te veo hace como una semana. ¿Todo bien? —me preguntó sin notar que no quería hablarle.
Solo me limité a asentir con la cabeza, y cuando me estaba por decir algo más, lo interrumpió uno de los chicos de atrás.
—Dale, Chino, la concha de tu madre que me cago de hambre.
Él miró hacia atrás riéndose, y luego volvió a mirarme.
—Te queda lindo ese color —me dijo, y luego se despidió para caminar hacia su mesa.
Era la única persona que había notado que me había aclarado el pelo, y eso, por más tonto que fuera, me hacía suspirar por dentro.
No lo entendía. Había algo raro en él, algo que no podía terminar de descifrar.
—No te enrosques tanto, So —la voz de mi amiga me sacó de mis pensamientos al instante y me ayudó a darme cuenta de que casi había echado comida fuera del plato de uno de los chicos—. Ya no está disponible, acordate.
—Ya sé. No me mueve un pelo, tranqui.
—Tengo cara de boluda, nomás.
Mientras me limpiaba las manos al terminar, me puse de espaldas al salón para no verlo más.
No sabía en qué momento me había enganchado tanto con él, pero necesitaba urgentemente dejar de sentir todo lo que sentía, o me iba a terminar desintegrando de a poco.
—Sofi, ¿hay más? —me preguntó una voz detrás mío, y no pude evitar cerrar los ojos y odiar la situación.
—Te quedaste con hambre, Chino —respondí al darme vuelta y agarré su plato para llenarlo otra vez.
—En realidad era una excusa para venir a hablarte —dijo dejándome sin palabras—, así que no lo llenes mucho.
—¿Pasó algo?
—La verdad, sí. Tengo una propuesta para hacerte.
"Un trío" resonó en mi cabeza, y automáticamente me regañé a mí misma por ser tan boluda.
—Sabés que sos importante para mí, ¿no?
Solo me limité a mirarlo con el ceño fruncido y asentí levemente.
—Quiero que conozcas a Agus.
Que me parta un rayo, la puta que me parió.
No, no. Lo último que quería era conocerla a ella. No me interesaba, no la quería ver. No quería sentarme a felicitarlos por ser felices juntos. Una felicidad que yo tenía que compartir con él, no él con ella.
—¿Te parece? —pregunté dudando y él asintió con emoción.
—Se van a caer re bien. Se me ocurrió hacer una cita doble.
—Cita doble es cuando hay dos parejas. Ustedes son solo una y yo, eso es más como un...
No digas trío.
—Ya pensé en eso. Vas a ir con... —hizo una pausa y con un movimiento de cabeza apunto hacia Montiel, que estaba sentado totalmente distraído, y algo me dijo que ni siquiera tenía idea de nuestra conversación.
—¿Eh? ¿Por qué con Montiel?
—Te veo como lo miras, Sofi. Pensé que podía hacerte el favor.
Imbécil, la mirada va para vos pero siempre estás con el.
—No lo miro de ninguna forma, estás mal de la cabeza —negué mientras empezaba a sentir que los cachetes de mi cara se ponían colorados.
—Dale Sofi, te conozco. No necesitas fingir —insistió. Yo, en mi interior, rogaba que la cortara.
—Chino, en serio. No me pasa nada con Gonza. Me cae bien pero...
—¿Ves? Ahí está. A mí no me engañás. ¿Te busco el próximo sábado?
—Basta, Lucas, en serio, no jodas.
—Sofía, no seas boluda, te estoy dando la chance de que salgas con él.
—¿NO ENTENDÉS QUE NO ME GUSTA MONTIEL? ¿CÓMO MAS TE LO TENGO QUE DECIR? —grité casi desesperada, y me di cuenta de que me había mandado una cagada cuando vi que Gonzalo me miraba con cara de confusión.
Mis ojos fueron de su rostro al de Lucas, que me miraba inmóvil, como si no me reconociera. Suspiré. ¿Cómo mierda saldría de esa situación?
Me llevé las manos a la cara y comencé a frotarme los ojos con resignación. Por poco no le grité que el que me gustaba era él, y me sentía orgullosa por no haberme dejado llevar.
—Tengo que volver a trabajar.
—Perdón, Sofi. No...
—Sofi, ¿podés venir? —me llamó Camila, que seguramente no me necesitaba para nada pero había venido a salvarme al escuchar mis gritos.
Le dije que sí, que ya iba, y volví a encarar a Lucas, que todavía no sabía qué decir.
—Sofi, pensé que...
—Pensaste mal, Chino —le respondí tranquila y, sin decir más nada, salí casi corriendo de ahí para esconderme en la cocina a tratar de no llorar frente a mis compañeros de trabajo.
ESTÁS LEYENDO
~ Idas y vueltas - Lucas Martínez Quarta
Fanfic-Creo que voy a ser papá... Seis palabras que arruinaron mi vida por completo.