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«De buenas a primeras»

Yo no creo en el amor a primera vista, incluso después de haber conocido a Lucas Martínez Quarta. Pero sí creo en los amores eternos, o quizás en que el primer amor nunca termina de irse. 

Lucas era algo así. Todavía recuerdo lo mucho que me gustaba verlo jugar o entrenar. Obviamente lo hacía a escondidas, porque era chiquita y me daba vergüenza que me descubran mirando a un varón, pero algo me decía que él sabía que yo lo miraba y mucho.

Mamá trabajaba en el Monumental, se encargaba de la limpieza de los vestuarios y otras cosas más. Siempre estaba disponible cuando la necesitaban, y a veces no tenía con quién dejarme (no pregunten por mi papá), así que me llevaba con ella.

Fue en una de esas oportunidades en las que conocí a Lucas. Él entró corriendo al vestuario con Gonzalo Montiel. Me chocó, lo insulté y me pidió disculpas. Y no sé si fue su sonrisa o la forma en que puso su mano sobre mi hombro, pero algo de él me cautivó en ese primer momento. Quién sabe, la vida es rara a veces.

Recuerdo que le pregunté a mamá si lo conocía y me dijo que sí, que conocía a casi todos los chicos del club. Y entonces empecé a transitar los vestuarios más seguido para encontrarme con él. En esa época solo teníamos dieciséis años, y más de una vez me crucé con algún jugador de primera en calzones y me quería matar, porque después tenía que bancarme los retos de mamá por andar en los lugares "prohibidos", como ella los llamaba.

Pero al día siguiente lo volvía a hacer, y así durante varios días más, hasta que por fin me cruzaba a quien estaba buscando. Casi siempre, acompañado de Montiel, que hablaba poco porque era muy tímido. Lucas era más extrovertido, y a medida que pasó el tiempo, nos fuimos haciendo más amigos. 

Cuando cumplió dieciocho, me invitó a su fiesta. Tuve que mentirle a mamá y decirle que me quedaba a estudiar en la casa de una amiga para poder ir. Por suerte en esa época no existían las redes sociales tanto como ahora. Y de todas formas, mamá no entendía nada de redes. 

Fuimos a su fiesta con Luana, mi mejor amiga. Ellos solo querían empedarse, y yo casi no tomaba, pero cuando propusieron hacer un juego de prendas, acepté. 

—Hacé girar una botella dos veces. Las personas que salgan elegidas tienen que darse un beso o tomar un shot —leyó uno de los chicos y rápidamente buscó una botella para poner en el centro. 

Y ya dije que la vida es rara. El primero en salir señalado por esa botella infernal fue Lucas, y la segunda... bueno, es bastante obvio. 

Él sólo se reía, y yo moría por hacerlo pero también moría de vergüenza.

—¿Querés? —me preguntó tímidamente, y asentí con la cabeza, porque prefería besarlo antes que tomarme un tequila y terminar quebrando y castigada mil años. Bueno, prefería besarlo antes que cualquier otra cosa.

Nerviosa, me acerqué a él. No lo toqué, solo cerré los ojos. Él me agarró la mano y sentí primero su respiración, y luego sus labios sobre los míos. Fue un beso rápido, pero duró un poquito más que un pico. Mi cuerpo temblaba y todos los chicos empezaron a gritar cuando nos separamos. Él no podía contener la risa, yo trataba de esconderme de las miradas de todos. Mis ojos se cruzaron con los de Luana, que sabía todo y me sonreía. A su lado, Gonzalo Montiel nos miraba fijamente. Estaba segura de que ya sospechaba algo.

Yo sabía que para Lucas no había significado nada, pero cuando la fiesta estaba terminando y fui a decirle que ya nos íbamos, él se ofreció a acompañarme hasta la puerta, a diferencia del resto, a quien solamente despedía con un saludo.

—Esperá, Sofi —me pidió cuando intenté subirme al auto de mi amiga— ¿podemos hablar un ratito?

Le dije a Lu que me banque unos segundos y me acerqué a él. Estaba recostado sobre el portón de su casa.

—No te jode, ¿no?... Lo del beso.

Negué con la cabeza. ¿Joderme? Me había encantado.

—Es que no quiero que las cosas cambien entre nosotros.

—Chino, fue un juego nomás.

—Sí, lo sé. Pero los chicos empezaron a joder, y no quería que te sientas incómoda después de eso.

—No te preocupes —dije restándole importancia a todo. Nada importaba, yo me había besado con él, eso era lo único que rondaba por mi mente—. Seguimos siendo amigos, eso lo tengo claro.

Él me abrazó con tanta fuerza que su perfume mezclado con un ligero aroma a alcohol inundó mis fosas nasales. Yo rodeé su cuello con mis brazos también, y así nos quedamos unos segundos.

—Mejores amigos —pronunció bajito y me dio un beso en la mejilla para luego soltarme.

Le sonreí, no podía hacer nada más. Asentí y le deseé un feliz cumpleaños antes de caminar hacia el auto de Luana. Él se quedó ahí, en el portón, saludándonos con la mano mientras mi amiga arrancaba y nos íbamos. Me fijé en su silueta por el retrovisor, lo vi entrar y deseé con todas mis fuerzas que ese beso fuera el comienzo de algo.

~ Idas y vueltas - Lucas Martínez QuartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora