Corre el año dos mil, el mundo es otro

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La puerta de chapa cierra despacio mientras Julieta arrastra sus pies al interior de la humilde casa de material.
Sus ojos marrones estan perdidos entre la palidez de su cara, su piel esta fría y su boca seca.

Julieta ya conocía de memoria el sonido que producen las balas saliendo del cañon, conoce su impacto y sobretodo el daño que causan.
Uno creería que esta tan acostumbrada que es un tema completamente natural para ella, parte del paisaje con el que convive a diario.
Sin embargo, cada vez que escuchaba disparos un frío recorría su espalda y su corazón se aceleraba, como si fuera la primera vez que sucedía.

La morocha se encontraba en completo shock cuando su tía Irma salió del baño.

—¿Nena donde te habías metido?— preguntó con notable preocupación en su rostro— Escuche un tiro y ya estaba por salir a buscarte.

Julieta quiso responder con una sonrisa de que todo estaba bien pero su cara logro sólo demostrar una mueca torcida.

Irma conocía muy bien a su sobrina por lo cual no le fue difícil descubrir que algo no estaba bien en ella.

—Julieta no me asustes, ¿Qué pasa?— interrogó su tía un poco más alterada.

—Yo vi todo tía, no sabía que hacer y él perdió mucha sangre.

—¿Quién perdió mucha sangre?

—El pibe, creo que se murió— soltó en un sollozo— Yo no lo pude ayudar.

Sus manos se hundieron en la abundante cabellera negra mientras las lágrimas caían y la suave caricia de su tía trataba de reconfortar su espalda.

—Es de acá. Es de la villa— expresó Julieta secando sus lágrimas.

—¿Cómo sabes eso vos?

—Porque la gente de la entrada salió a ver que pasaba y decían que era el Pachuca. Asi que yo creo que es de acá.

Los ojos de Irma se alteraron al escuchar el nombre de Pachuca saliendo de los labios de Julieta, deseaba que se tratara de otra persona pero sabía que eso era bastante difícil.

—¿Vos estas segura que era el Pachuca?— preguntó Irma preocupada.

—Si tía, así le decian.

—No puede ser- murmuró para ella misma— ¿Alguien te vio Juli? Decime que no, por favor.

—No, cuando la gente empezó a salir de las casas yo me vine para acá pero ¿que tiene? No estoy entendiendo nada tía.

—Ojala nadie te haya visto— rogó besando la frente de su sobrina— y que Dios me perdone pero esperemos que este bien muerto.

La mujer de ojos caidos vivía en la villa Santa Paula desde el año 97, había visto crecer a Pachuca y a la mayoría de sus hermanos.
Desde aquellas épocas cuando corrían descalzos y con los mocos chorreados, cuando aún existía un poco de paz.

A veces en las noches, Irma recuerda los primeros años en el barrio, todas las tormentas estaban dormidas y creía tener el control de su destino.

Pero los noventa terminaron y los niños crecieron. Cada vez crecían más rápido, sin dudas el mundo era otro.

Ella sabía muy bien los problemas que podrían llegar a tener si Julieta se encontraba involucrada en ese violento episodio.

Llevaba demasiados años curando viejas heridas, cargando suplicios en silencio y no podía permitir que eso salpique a su sobrina.
No toleraria que al igual que en el pasado, esa familia destruya una parte de su vida.

—¿Qué estas diciendo? Es un wachin— reclamó Julieta sorprendida ante el comentario de su tía.

—Vos no lo conoces Julieta, ni a él ni a su familia. Si ellos llegaran a saber que vos estuviste ahí vamos a estar en peligro.

—Pero si yo no hice nada malo tía ¿por qué estaría en peligro? Además nadie me vio.

—Prometeme que no le vas a decir a nadie lo que viste— suplicó Irma— Por favor, hay cosas que vos no sabes- insistió ante la cara de confusión de Julieta.

—Esta bien, te lo pr...

Antes de que Julieta pudiera prometer algo, la puerta de chapa fue golpeada con insistencia logrando que ambas se sobresaltaran.
Golpearon una, dos y hasta tres veces.
Irma apretaba con fuerza la mano de su sobrina que se encontraba sin entender absolutamente nada de la situación hasta que una voz al otro lado de la puerta habló.

—Doña sabemos que estan ahí, queremos hablar con su sobrina.

Esos niños eran el mal.

Amor de ContramanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora