Prólogo

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Siempre había dado por sentado que a las personas solo podían pasarle situaciones que fueran el resultado de su manera de enfrentar al mundo, pero esa idea abandonó mi cabeza cuando a mediados de Octubre recibí una llamada que hizo que mi mundo se viniera abajo, la llamada del 911 diciendo que mi novio había tenido un accidente.

Eran más o menos las dos de la mañana cuando de mi celular podía escucharse la canción Alive de Sia, sobresaltada y aún con los ojos cerrados atiendo y escucho la voz femenina dándome la noticia que sin duda daría un cambio total en nuestras vidas y no estaba preparada para las repercusiones que esto tendría en el futuro.

Desde que tengo memoria había vivido entre hospitales y clínicas, no porque sufriera una enfermedad terminal o tuviera un familiar en esas condiciones, a eso se dedicaban mis padres y yo estaba más que feliz de seguir sus pasos. El ver como daban su mayor esfuerzo por salvar a tantas personas era simplemente digno de admirar, el como hacían hasta lo imposible para que esa persona no perdiera la oportunidad de vivir una vez más aunque muchas veces esas personas no lo merecieran, pero no somos jueces ni verdugos para tomar ese tipo de decisiones, tan solo podemos hacer lo mejor posible por y para ellos.

A tan solo un año de graduarme he aprendido muchas cosas que hacen que me enamore cada vez más de mi carrera y me dé cuenta de que esta es mi vocación, que esto es a lo que quiero dedicarme el resto de mi vida, pero en la universidad no me enseñaron como debes reaccionar y comportarte cuando se trata de alguien muy cercano a ti, cuando pasas de ser el médico a ser el familiar de la víctima, cuando la angustia y la desesperación te invaden y solo quieres entrar a la UCI y verlo, el que existan mil preguntas pero ninguna o pocas con respuestas concretas.

Como pude me apresuré en llegar al hospital, donde se encontraban los padres de Aukan, su hermana menor Amira y el padre de su mejor amigo junto a su mujer, Amira se lanza a llorar a mis brazos desconsolada mientras los demás tratan de decirme lo que sucedió, aun cuando sus intentos por explicarme al principios eran incomprensibles, finalmente entendí la razón por la cual nos encontrábamos todos aquí y lo que esto ha traído consigo. Una vez estuve sola, me senté en uno de los sillones que se encontraban en la sala de espera, mi cabeza daba vueltas y no podía pensar con tranquilidad, pues mi cabeza ahora estaba tan en blanco como la habitación de un psiquiátrico. Mi cuerpo comienza a temblar al igual que mi labio inferior y siento como mis ojos van cristalizándose rápidamente, mi respiración se acelera, mis manos van a mi boca para ahogar el grito y el dolor de cabeza hace acto de presencia, algo debíamos hacer pero tan solo nos quedaba esperar que los médicos hicieran todo lo que estuviera en sus capaces manos y esperar a que Aukan respondiera lo más pronto posible, mientras nosotros estamos aquí atados de manos.

Nada más nos queda esperar.

Un cambio por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora