Capitulo 2

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Amira se quedó en el departamento toda la mañana hasta que llegó mi turno de irme al hospital a relevar a los señores Miller. Al llegar, los encuentro en la sala de espera durmiendo uno junto al otro, él la rodeaba por los hombros atrayéndola a su cuerpo y ella descansa su cabeza sobre su pecho, ambos son la pareja que parece haber salido de una película romántica americana, son tan unidos y solo bastaba con verlos para saber cuánto se amaban a pesar de los años y las adversidades; saqué de la bolsa una cobija extra y se las puse, el aire acondicionado estaba muy fuerte.

Aproveché el descuido y como solía hacer, entré en la habitación de Aukan y solo me quedé ahí contemplándolo y anhelando tenerlo de nuevo entre mis brazos y repetirle a cada segundo cuanto lo amo y lo mucho que lo extrañé, pero él no mostraba signos de que despertaría, el tiempo tan solo pasaba y nosotros avanzamos con él. Cada vez que vengo le cuento todo lo que he hecho en el día mientras sostengo su mano y le doy leves caricias con mi pulgar, básicamente eso era lo que hacía en el hospital además de estar al pendiente por si se necesitaba algo. Otras veces solo me quedo a contemplar su hermoso rostro, sus facciones masculinas tan bien definidas, su tez blanca como la nieve, su cabello negro que se ocultaba bajo el vendaje que tenía en su cabeza y esa manguera que le permitía respirar ubicada en su boca.

Cada vez que entraba, mi corazón se rompía en un nuevo fragmento si es que eso era posible, el verlo en ese estado, sin poder sentir sus besos, admirar la belleza de sus ojos y de su sonrisa, deleitarme con el sonido de su voz y de su risa contagiosa, todo eso que lo hace ser...él, y que ahora estaba apagado y esperando a que se volviera a encender, como si esperara a que el interruptor subiera y así volver a ser lo de antes.

<<No sabes cuánto deseo ver esos hermosos ojos grises de nuevo>>

Esa es una de las cosas que más me duele, no poder ver sus hermosos ojos y que con una mirada lograra decirme todo lo que su boca a veces no podía. Aukan siempre ha sido del tipo de personas que le cuesta expresarse, pero me es fácil saber cómo se siente nada más de ver sus ojos, sus hermosos y brillantes ojos grises que solo podían verme con amor y dulzura haciéndome sentir que no me había equivocado cuando decidí entregarle mi corazón, cuerpo y alma por completo. Esa tormenta en sus ojos fue lo que logró llamar mi atención desde el inicio.

Cada vez que abría los ojos después de dormir las pocas horas que la angustia me permitía, me invadía el miedo de perderlo, de perder a mi amor, mejor amigo, cómplice y amante con el que he pasado los mejores momentos de mi vida y ha sostenido mi mano durante los peores, el hombre que sin darme cuenta se había convertido en mi mundo así como yo me convertí en el suyo.

Antes de irme, besé sus labios y acaricié su frente pues no puedo permanecer ahí mucho tiempo, no podía correr el riesgo que alguna enfermera me viera y me prohibieran definitivamente el poder verlo, una vez fuera de la habitación sus padres estaban despiertos comiendo.-intentando la verdad.- lo que les he traído, ambos lucían demacrados, agotados.-mental y físicamente.-pero sobre todo destruidos, todo aquello que sienten en el interior su exterior lo refleja a la perfección, me rompía el corazón verlos en ese estado.

Las semanas se volvieron meses.-tres mes y medio para ser exactos.- y la evolución de Aukan era la misma, cada día era más doloroso que el otro con solo verlo postrado en esa cama de hospital aumentaban la incertidumbre y la tristeza. Muchas heridas ya habían cerrado por completo, su cabello y su barba habían crecido dándole un toque más maduro, pero sus ojos no se abrían y su cuerpo no mostraba el más mínimo movimiento. Estábamos solos en la habitación, su hermana estaba en casa y sus padres se encontraban en la capilla del hospital, como siempre mi mano sujetaba la suya acariciando sus nudillos con mi pulgar transmitiéndole algo de mi calor mientras las lágrimas surcaban mis mejillas de manera silenciosa, ni siquiera me esforzaba en retenerlas pues aquí y en el departamento eran los únicos momentos en los que me permitía llorar en libertad.

Un cambio por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora