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Ueda Yumeno era su nombre, la persona a la cual le debía la vida. Una señora mayor, con facciones duras, portante de unos orbes dorados tan semejantes al oro, y como obra de su vejez, hebras plateadas distribuidas por gran parte de su cabello.
Habían llegado hasta la casa de la mayor. No vivía sola, se dio cuenta de eso apenas entraron y fueron recibidas por dos pequeños niños, sus nietos, concluyó sola. Un niño que probablemente no arrebasaba la edad de nueve años, con cabello negro y ojos iguales a los de su abuela, a su lado, una pequeña niña de a lo mucho tres años de edad; su cabello rizado cual carbón llamaba mucho la atención.
— ¿Y tu quien eres? — fue interrogada por el chiquillo. Le lanzaba una mirada que no sabía si era de confusión o de desagrado —. ¿Quién es ella, abuela?
— Es una invitada.
Mostró una sonrisa amable ante el niño, queriendo ser agradable a la vista.
— Me llamo Hotaru — se presentó de inmediato el pequeño —, y ella es mi hermana, Yuno.
Cargó a la niña entre sus brazos para mostrarsela de mejor manera. Como si fuera una exhibición.
— Mucho gusto, me llamo Maemi — dijo su nombre mientras le daba la mano a la bebé y al niño.
No era de saber tratar con niños, pero tenía que hacer un buen esfuerzo puesto que era una invitada en hogar ajeno, y no quería empezar con el pie izquierdo. Después de esa interacción, la abuela hizo que su nieto se fuera a dormir, y a su vez que también se llevara a su hermanita. Hotaru se quejó diciendo que quería seguir hablando con Maemi, pero fue callado y mandado hacía su cuarto con sólo una mirada.
— Adiós. Juguemos mañana, ¿si? — asintió ante la petición del niño.
Y ahora estaban Yumeno y Maemi solas. La última sintió como sus hombros se tensaron ante el incómodo silencio.
— ¿Quieres comer algo? — quiso negarse, sin embargo, su estómago fue traicionero y la delató.
— Si no es mucha molestia — contestó con una mirada tímida.
La adulta la dirigió hasta la cocina. La chica notó la gran diferencia que había entre su época y en la que ahora se encontraba. Y la casa en donde estaba era una perfecta casa tradicional en toda la extensión de la palabra. «Es acogedor», pensó.
Yumeno le extendió a Maemi un plato de arroz blanco junto a un poco de carne recién cocinada. La jovencita no tardó en devorarlo todo, y estuvo llenando su estómago sin darse cuenta que la señora mayor le estaba viendo atascarse de alimento cual animal.
— ¿Me dirás que hacías ahí afuera? ¿Que es lo que hizo que terminaras de esa manera? — fueron preguntas bastante más directas de lo que se pensó. Descubriendo que la adulta era bastante directa.
Casi se atragantó con el arroz. No había pensando que excusa iba a decir ante su situación. Decir que viene del futuro, que viene de un mundo diferente a este, o junto a que nada de esto existía realmente; la echarían a la calle.
— Yo, bueno..., termine así por que..., asesinaron a mi familia — mintió. Yumeno no hizo un gesto en específico, se mantuvo al margen. Al no decir nada, Maemi entendió que debía seguir diciendo más cosas para que fuera creíble su actuación —. Demonios allanaron nuestra casa, y los mataron — suspiró. Tenia una gran presion en el pecho. El miedo de que no le creyera le hizo apartar la mirada; fijó su mirada en el vaso de agua que sostenía, viendo por primera vez su reflejo en horas —. Sobreviví apenas, y como no tenía a nadie más, terminé vagando de pueblo en pueblo, buscando refugio y alimento.
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Cambiando destinos | Kimestu No Yaiba
FanfictionUn deseo vacío, sin sentido, sin intención de que se cumpliera; algo que solo fue parte de una fantasía pequeña, no era nada más que palabrerías al aire. Pero creer y querer crea realidades, algo que Maemi no sabía. Aún así, al llegar a ese mundo d...