I. Deseo cumplido.

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Los rayos del sol chocaron contra su rostro descubierto, las piedras debajo de su cuerpo y la tierra la hicieron incomodarse hasta el punto de que ya no pudo dormir. Abrió los ojos; cegada por la luz, se sentó en el suelo en donde estaba recostada. Su espalda dolía mucho. Y ni hablar de su cabeza.

— ¿Un..., bosque? — masculló en duda. Pestañeo varias veces, se tallo los ojos, volvió a pestañear y repitió la acción varias veces —. ¿Que? ¿Que esto? ¿Donde estoy?

Habló al aire; desconcertada y sin saber exactamente que decir, pensar, o hacer.

Se levantó con quejidos del suelo de tierra y rocas, sacudiendo la suciedad que yacía marcada en las telas de sus prendas. Estaba tan sucia como si la hubieran revolcado contra la tierra; y era desagradable. Estudio el panorama, analizando, observando y queriendo encontrar algo que conociera, o que mínimo le hiciera saber su paradero.

No había nada. Solo árboles, arbustos, maleza, y más árboles. Ah, y también rocas.

Sus pies comenzaron a caminar sin rumbo fijo, solo con la meta inicial de salir de aquel bosque tenebroso y grande. Sus pies con calcetas se llenaron más de tierra, rocas filosas se le clavaron en las plantas de estos, ramas le rasguñaron los brazos, los mosquitos no perdonaron y comenzaron a fastidiar de igual manera. Y ni se diga del hambre que le había dado.

Se podría comer hasta una vaca.

Pero Dios le hizo un favor, o al menos una parte de este; llegar a una aldea. O algo así. Había gente, personas y con eso le era suficiente. Avanzó a las calles del lugar emocionada de encontrar al menos personas con las que hablar y que llenarán de respuestas su cabeza. Sin embargo, la sonrisa que se le había formado al inicio se le fue desvaneciendo poco a poco. Sus ojos analizaron el lugar, y a los segundos, se pudo dar cuenta de una cosa, o algunas cosas; y es que, no conocía nada, lo mas notorio eran las ropas, puesto que eran tan..., ¿anticuadas? Si, demasiado. Y ni hablar de lo demás, como la tecnología; prácticamente inexistente.

— Disculpe, señora, ¿que..., que lugar es este? — la mujer a la que había parado le miro de arriba abajo; tal vez asustada por la apariencia tan chamagosa que llevaba.

— Eh.., la aldea Saki — fue una respuesta que hizo que la chica se confundiera más.

— ¿Aldea Saki? ¿Y eso donde esta? — repitió.

— Pues, ¿en Japón...?

— ¿Japón? ¿Pues que año es este? —se sentía incrédula de creer que ese lugar era el Japón donde vivía.

— ¿Eh? Pues..., ¿1909? ¿En la Era Taishō...? — la pobre señora hasta dudó de sus propias respuestas; aún así estuviera diciendo la verdad.

— Ah..., ¿que? — la adulta se confundió más con la reacción de la chica, y se dispuso a retirarse excusándose que tenía prisa.

Por el contrario, la joven quedó con una mirada quieta, su respiración se cortó, sus piernas no respondieron; quedó inmóvil. Procesando, tratando de entender, analizando el problema en el que no sabía cómo se metió. ¿Ella en un lugar que en su vida había escuchado? ¿En un Japón que no tenía nada de lo que conocía? Estaba en su habitación. Y eso no le daba nada de pistas de por que termino ahí. ¡No había sentido en nada de eso! ¡Nada de lo que sucedía podía ser verdad!

— Es un sueño..., esto no es real — fueron susurros para si misma lo que salió de su boca.

Su cuerpo se movió veloz, con la intención de salir de ahí, de buscar a alguien más que de verdad le diera las repuestas que quería escuchar, no obstante, fue una acción imprudente de su parte, pues al no fijarse debidamente, chocó contra un cuerpo ajeno. Se quejó torpemente al caer de sentón contra el suelo.

Cambiando destinos | Kimestu No YaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora